Las aves autóctonas de los Andes tropicales, muchas de las cuales existen exclusivamente en esta región, enfrentan una amenaza creciente debido a la expansión de las actividades agrícolas.
Ahora, un estudio reciente profundizó en el impacto de la pérdida de hábitat en especies específicas y propuso posibles estrategias para protegerlas de las alteraciones inducidas por el ser humano. La investigación ha sido publicada en la revista Conservation Biology.
Los profesionales combinaron un metanálisis de varios estudios sobre aves andinas con cinco años de investigaciones in situ en Perú. Sus hallazgos destacaron que las tierras de cultivo abiertas pueden resultar en una disminución sustancial de hasta un 60% en el recuento de especies dentro de un área determinada. Antes de este estudio, se disponía de información limitada sobre qué especies estaban disminuyendo y en qué medida.
El autor principal, Ian Ausprey, investigador postdoctoral de la Universidad de Berna, explicó: “La mayoría de las especies que estudiamos en Perú no habían sido examinadas de esta manera anteriormente. Carecíamos de la capacidad de determinar la sensibilidad de una especie a las perturbaciones debido a la falta de información”.
Los diversos hábitats y dietas de cada especie de ave, como la búsqueda de semillas en el suelo frente a la alimentación de insectos, dan como resultado distintos requisitos de conservación. Este documento describe los impactos específicos en varias especies y ofrece orientación personalizada para los esfuerzos de conservación.
Los Andes tropicales son famosos por su biodiversidad y albergan más de 1.500 especies de aves. Muchas de estas especies están adaptadas a condiciones ambientales específicas, lo que las hace excepcionalmente susceptibles a las perturbaciones. Los autores, el propio Ausprey y Felicity Newell, investigadora posdoctoral y ex estudiante de doctorado en el Museo de Florida, se propusieron comprender la correlación entre la diversidad de aves y sus tipos de hábitat. Para lograr esto, realizaron extensos estudios de campo en Perú mientras colaboraban estrechamente con las comunidades locales durante múltiples visitas que tuvieron lugar entre 2014 y 2019.
En ese tiempo observaron comunidades de aves en diversos paisajes, que van desde bosques vírgenes hasta silvopasturas, donde coexiste el crecimiento de la vegetación y el pastoreo de ganado. Los investigadores utilizaron tres técnicas de muestreo: encuestas de conteo de puntos, principalmente basadas en señales auditivas de cantos de pájaros, que constituyeron el 90% de las detecciones; censos de bandadas, un método visual adecuado para especies que vuelan en grupos; y redes de niebla, un método seguro para capturar aves del sotobosque, particularmente efectivo para los colibríes. Estos métodos combinados ofrecen una comprensión integral de la distribución de especies de aves en los Andes tropicales.
Proteger a las aves
Durante un lapso de cinco años, Ausprey y Newell se dedicaron a este estudio, a menudo residiendo en Perú hasta por seis meses, realizando encuestas tanto en la estación lluviosa como en la seca. Programaron estratégicamente sus visitas para que coincidieran con el período pico de reproducción, cuando las aves son más activas vocalmente, lo que simplifica la detección. Sus resultados revelaron una disminución en la riqueza de especies de hasta un 93 %, desde bosques hasta pastos abiertos.
Curiosamente, descubrieron que se podía mejorar la riqueza de especies en áreas muy desarrolladas mediante la incorporación de 10 árboles silvopastoriles adicionales o el aumento de las cercas en un 10 % por hectárea. Para reforzar sus hallazgos, Ausprey y Newell complementaron su trabajo con una extensa revisión de la literatura que abarca estudios sobre aves del bosque andino dentro de paisajes alterados. Al examinar 14 estudios que representan 816 especies, determinaron que las que dependen principalmente de insectos y frutas para su sustento eran las más susceptibles. Además, las altamente adaptadas a bandas de elevación específicas o áreas geográficas confinadas mostraron una mayor sensibilidad.
Un ejemplo es el papamoscas tody (Poecilotriccus luluae) en peligro de extinción, un especie pequeña con un área de distribución restringida en el norte de Perú. Esta ave prospera en ambientes arbustivos que emergen de 15 a 30 años después del abandono de los pastos y la regeneración de la vegetación. Newell enfatizó: “identificar las áreas cruciales para la conservación de dichas especies es fundamental. Existe cierto conocimiento anecdótico, pero este estudio valida cuantitativamente la preferencia de hábitat del ave”.
Los investigadores abogan por la preservación de los fragmentos de bosque, favoreciendo los remanentes más grandes, ya que los bosques maduros sirven como reservorios para diversas poblaciones de aves forestales. También proponen estrategias para contrarrestar el impacto del desarrollo de la tierra, como dejar algunos árboles intactos en los campos de pastoreo y mantener hábitats arbustivos propicios para el papamoscas tody de Lulu en particular.
A pesar de las transformaciones forestales en curso debido al cambio climático, este estudio se enfoca en la agricultura migratoria como el principal impulsor de la deforestación en la región, un problema que muestra pocas señales de disminuir -comentó Scott Robinson, autor principal del estudio y eminente estudioso de Ordway en el Museo de Florida-. El destino de estas aves está entrelazado con la presencia y el tamaño de los bosques. Incluso los cambios climáticos no alterarán eso si no hay suficiente hábitat forestal”.
En las montañas tropicales de América Latina, la deforestación proviene en gran medida de familias individuales que buscan medios de vida a través de la agricultura y la ganadería. Esto da como resultado un mosaico de fragmentos de bosque, hábitats de arbustos, pastos para ganado y pequeñas casas con jardines. Ausprey y Newell se sumergieron en estas comunidades, colaborando estrechamente con los lugareños y los defensores de la conservación para recopilar datos y realizar estudios de campo. “Estos paisajes son parte integral de sus vidas y tienen un profundo respeto por la naturaleza local -señaló Ausprey-. Aspiramos a que estos hallazgos guíen sus decisiones futuras, permitiéndoles mantener una alta calidad de vida y una rica biodiversidad en su entorno”.
Sus conclusiones permitirán dar vida a una base de datos ampliada sobre cómo las especies de aves andinas reaccionan a la perturbación humana. En el futuro, Ausprey y Newell pretenden aplicar estos conocimientos a otros ecosistemas y explorar la influencia de los extremos climáticos. Ya están monitoreando los cambios en los patrones de lluvia, que afectan negativamente a las poblaciones de insectos y, posteriormente, podrían impactar a las aves que dependen de ellos para alimentarse. “Esto marca solo el comienzo. Numerosas especies en los Andes y los trópicos más amplios carecen de datos adecuados, lo que nos deja inseguros sobre sus respuestas al uso de la tierra, el cambio climático y otras alteraciones provocadas por el hombre”, concluyó Newell.
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