Lo primero que hay que comprender cuando se habla de cambio climático y de sus impactos en la tierra y en los seres vivos que la habitan, es que el concepto ¡Climate change! abandonó su órbita habitual en el debate público y migró hacia otras conversaciones: ya no le pertenece solo a los ambientalistas. Ya no es parte de consignas vacías, sino que es una idea que al mundo lo está atravesando hoy mismo en tres dimensiones: la humana, la animal y ambiental. ¡Aquí y ahora!
También cambió el paradigma de la salud, tal como se lo concibió hasta el siglo XX. En este sentido, la pandemia por COVID-19 aceleró y amplificó las cosas: mostró que la salud global es frágil, y que se compone de un engranaje que debe abordarse de manera integral en tres partes iguales. De nuevo, la salud humana, la salud animal y la del ambiente. Solo comprendiendo esta integralidad se podrán incorporar algunos cambios.
Ante este escenario actual, la aceleración de la crisis climática y el impacto sobre los seres vivos que habitan el planeta es hoy una realidad insoslayable. El mundo está atrapado por un efecto vaivén, que oscila entre una explosión de virus y enfermedades nuevas y la reaparición -incluso reversionadas- de otras clásicas.
A su vez las secuelas devastadoras del calentamiento de la Tierra generan nuevos desplazados: los migrantes climáticos, millones de personas se desplazan por el globo ante fenómenos cada vez más extremos y frecuentes, como inundaciones, sequías y olas de calor o de frío; terremotos, tsunamis, entre otros desastres naturales.
Es decir que la nueva circulación y evolución de los patógenos está estrechamente ligada a estos nuevos patrones de la movilidad humana. La aceleración en los desplazamientos globales de personas es un fenómeno en sí mismo que conlleva -entre otros- la posibilidad de transportar patógenos multirresistentes.
Los expertos alzan la voz
Infobae dialogó sobre el impacto del cambio climático en la salud y el efecto para el globo de los migrantes climáticos en exclusiva con el médico infectólogo tropicalista y ex jefe del Servicio de Medicina Tropical y Medicina del Viajero del Hospital Muñiz, Tomás Orduna, y con la especialista en cambio climático Matilde Rusticucci, investigadora principal del Conicet y profesora titular de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA); en el marco del Foro Una Salud, One Health, organizado por la compañía biofarmacéutica estadounidense MSD -conocida en Estados Unidos y Canadá como Merck & Co-.
Hace casi 20 años, los expertos de la OMS, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), se reunieron en Manhattan, Nueva York, para debatir sobre la circulación de enfermedades entre los seres humanos, las especies domésticas y la fauna silvestre.
“El Protocolo Manhattan para Una Salud, establecido en 2004, es un enfoque colaborativo, multisectorial y transdisciplinario que busca conectar la salud de personas, animales, plantas y entornos. En estas discusiones y debates, es esencial la participación de diversos profesionales, desde veterinarios hasta biólogos y comunicadores”, subrayó el infectólogo Orduna.
Cambios en el clima ¡ya!
Las estadísticas climáticas muestran una tendencia alarmante: los últimos ocho años han sido los más cálidos registrados y las predicciones indican que este patrón continuará. Los datos recientes lo confirman: la Tierra vivió en julio 2023 el mes más caluroso desde que se tienen registros, y el hielo marino fue el más bajo jamás registrado. Por cuarto mes consecutivo en 2023, la temperatura de la superficie de los océanos batió un récord, según informó la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
“Los factores humanos son responsables de este calentamiento global, los cambios recientes en el clima son generalizados, rápidos y están intensificándose, en un escenario sin precedentes en miles de años. El calentamiento global ha desencadenado perturbaciones peligrosas y generalizadas en los sistemas naturales. Los impactos principales incluyen el deshielo acelerado, la propagación de incendios, la degradación de la calidad del aire y la salud, así como eventos de inundaciones y enfermedades transmitidas por vectores”, describió a Infobae la doctora Rusticucci.
— ¿Cuál es la situación de la región ante la crisis climática actual, las grandes reservas naturales como los humedales, en Argentina, y el Amazonas, en Brasil, están en peligro?
— Dra. Rusticucci: América Central y del Sur se encuentran en una posición especialmente vulnerable y expuesta a las consecuencias del cambio climático. Esta situación se ve agravada por diversos factores, incluyendo desigualdades socioeconómicas, niveles de pobreza significativos, aumento en la densidad poblacional y cambios en el uso de suelo, particularmente la alarmante deforestación. La consecuente pérdida de biodiversidad y degradación del suelo agravan aún más el panorama, con economías nacionales y locales dependientes en gran medida de recursos naturales para la producción de bienes básicos y commodities.
“Este aumento en el calor extremo plantea un escenario dramático, para fines de siglo, las muertes por calor extremo podrían equipararse en magnitud a las ocasionadas por enfermedades infecciosas o cáncer”, explicó Rusticucci.
En diálogo con Infobae, los dos expertos alertaron sobre este escenario que desafía las políticas globales de salud. “Un nuevo mundo se está moldeando al ritmo del calentamiento del planeta y las secuelas son evidentes. Y así como se alteran los comportamientos de los seres humanos y animales, se modifica la dinámica de transmisión de enfermedades”, sintetizaron los expertos.
El Informe Lancet Cuenta regresiva sobre Cambio climático y Salud también constató que la mortalidad relacionada con el calor de las personas mayores de 65 años aumentó casi un 70% en las dos últimas décadas. Y para fines de siglo, se prevé que las muertes por calor extremo sean comparable en magnitud a todos los cánceres o todas las enfermedades infecciosas.
El calentamiento global está contribuyendo a las crisis humanitarias en todo el mundo. “Después de 20 años, el desplazamiento forzado no muestra signos de desaceleración y se está desarrollando la mayor crisis alimentaria mundial de la historia moderna. El cambio climático está contribuyendo a las crisis humanitarias en todo el mundo, con los desastres relacionados con el clima que impulsan mayores niveles de riesgos y vulnerabilidad. Los últimos ocho años van camino de ser los ocho más cálidos registrado y se estima que 2023 estará entre los más calurosos”, detalló Rusticucci.
Y las cifras de este fenómeno muestran que la salud pública mundial no está mejorando: Orduna precisó, “el objetivo global de acabar con la pobreza extrema para 2030 ya no es alcanzable y ahora se necesitarán cuatro generaciones, o 132 años, para lograr la paridad de género global. La educación mundial está en crisis debido a los continuos impactos de la pandemia”.
Para la doctora en Ciencias de la Atmósfera de la UBA, “los desastres relacionados con el clima casi se triplicaron en la década actual en comparación con la década de 1980″.
En este marco, las secuelas en el planeta necesitan una acción urgente porque, como señalan tanto Rusticucci como Orduna, “el cambio climático es la mayor amenaza para la salud pública en las próximas décadas”.
Desplazamientos y súper bacterias
En este entramado, cobra protagonismo un término que se viene estudiando desde hace años, pero que cobra más intensidad: la resistencia antimicrobiana (RAM), un fenómeno vinculado a las nuevas súper bacterias, para las que aún no se han desarrollado tratamientos efectivos. Este panorama es el preanuncio de cifras que costará enfrentar: para el año 2050 pueden ser decenas de millones los muertos por resistencia bacteriana en el mundo.
Esto significa que a medida que el planeta se calienta y los seres vivos se desplazan en busca de mejores condiciones de vida y nuevos hábitats, estos cambios de comportamiento provocan nuevos entramados sociales y nuevos senderos de circulación para los patógenos, generando un terreno fértil para las súper bacterias. Estamos hablando de patógenos más virulentos que desencadenan enfermedades emergentes más graves o con nuevos comportamientos, como períodos de incubación más cortos o síntomas más severos. A su vez, la resistencia a los antimicrobianos pone en peligro la eficacia de la prevención y el tratamiento de una serie cada vez mayor de infecciones por virus, bacterias, hongos y parásitos.
El doctor Orduna indicó que “actualmente, el 75 % de las enfermedades humanas infecciosas emergentes tienen origen animal y el 60 % de los agentes patógenos que causan enfermedades humanas tienen su origen en los animales domésticos o silvestres”.
Un patógeno zoonótico (de origen animal) puede variar en bacterias, virus, parásitos o agentes no convencionales que pueden transmitirse por contacto directo o por los alimentos, el agua o el medio ambiente.
Entonces, el foco ya no debe estar puesto sólo en la investigación, prevención y tratamiento de enfermedades humanas. Es fundamental -según Orduna - abordar en simultáneo las patologías transmitidas por animales, las zoonosis que están evolucionando a medida que todos los seres vivos (personas, animales, plantas) deben adaptarse a los fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes.
Migrantes climáticos
A este escenario se debe sumar nuevos protagonistas que empezaron a ganar lugar desde principios de siglo: los migrantes climáticos que pueden ser comprendidos como los sin tierra del Siglo XXI.
El sistema de transporte mundial, liderado en gran medida por la aviación comercial, ha convertido al mundo en un lugar interconectado en el que ninguna ubicación es verdaderamente remota. La velocidad de los viajes actuales, que puede llevarnos a recorrer el planeta en cuestión de horas, ha modificado incluso los periodos de incubación de enfermedades.
En palabras del doctor Orduna, “hace un siglo, los periodos de incubación ocurrían principalmente dentro de los barcos, y las infecciones se manifestaban cuando las personas llegaban a los puertos. En contraste, en la actualidad, las infecciones pueden desarrollarse en un lugar y manifestarse en otro, lo que presenta desafíos únicos para el control de enfermedades”.
“Los avances tecnológicos y las prácticas médicas modernas, incluyendo los trasplantes y la resistencia antimicrobiana, también han contribuido al surgimiento y propagación de enfermedades. Sin embargo, en gran medida, las enfermedades infecciosas emergentes son en un 75% son de naturaleza zoonótica y pero vinculadas a lo antropogénico, lo cual destaca el papel central que los humanos desempeñamos en esta dinámica”, sintetiza Orduna.
El Homo Sapiens ha estado en movimiento desde casi sus inicios como especie, la movilidad ha sido una constante en respuesta a fenómenos climáticos como inundaciones, sequías y escasez de agua.
Sin embargo, la doctora Rusticucci señaló que “este desplazamiento humano en función del cambio climático se ha intensificado con el tiempo. Según un informe del Banco Mundial de 2018, se estima que alrededor de 143 millones de individuos se convertirán en migrantes climáticos, moviéndose debido a condiciones ambientales alteradas. Los migrantes pueden ser permanentes o temporales, involucrando cambios de residencia por razones laborales, educativas u otros motivos, con una duración mínima de 12 meses”.
A nivel global, se estima que hay alrededor de mil millones de migrantes, lo que representa a uno de cada ocho habitantes del planeta. De este grupo, cerca de 300 millones son migrantes internacionales, cruzando fronteras nacionales, mientras que aproximadamente 750 millones son migrantes internos, desplazándose dentro de sus países de origen. Esto constituye alrededor del 3,6% de la población mundial.
“Una cuestión relevante está vinculada a los polos de la pirámide demográfica, lo mayores de 65 años o menores de 18 años constituyen entre ambos unos 70 millones de migrantes y eso tiene que ver con la cuestión de la vulnerabilidad de los migrantes gerontes o de los migrantes adolescentes o niños. Y prácticamente en todos los continentes se ha duplicado la cantidad de migrantes en solamente 30 años. ¿Cuáles son los lugares de destino? Bueno, la cabeza, el más buscado de todos es Estados Unidos, seguido por Alemania, Arabia Saudita, la Federación Rusa, el Reino Unido y los Emiratos Árabes Unidos”, describe la especialista en cambio climático de la UBA.
Rusticucci considera que la distribución geográfica de los migrantes está fuertemente influenciada por la dinámica socioeconómica y climática, y aunque algunas imágenes parezcan centrarse en Europa, el destino principal sigue siendo Estados Unidos mientras que Arabia Saudita y Sudáfrica emergen como lugares atractivos para migrantes de origen indio. Esto muestra que se trata de una realidad moldeada por una compleja interacción entre factores climáticos, socioeconómicos y geopolíticos.
Junto a los migrantes climáticos se posicionan otros conceptos que hemos escuchado con más frecuencia, como los refugiados que emigran por condiciones políticas o sociales que amenazan sus condiciones de vida y buscan asilo en otros países. También emergen los desplazados internos, aquellos que se forzados a dejar su hogar, pero en las fronteras de su propio país.
El calentamiento altera los ecosistemas globales
— El último informe del Lancet Cuenta Regresiva Sudamérica, mostró de manera concluyente que la cifra de muertes relacionadas con el calor aumentó 160% solamente entre los periodos de 2017-2021, comparado con 2000-2004. ¿Los efectos del calentamiento global se están acelerando?
— Dra Rusticucci: Los datos disponibles para los países de la región indican un aumento significativo en los costos de salud relacionados con el cambio climático durante las dos últimas décadas. Esta tendencia al alza es alarmante y plantea un claro llamado a la acción para abordar las implicaciones sanitarias del cambio climático en Sudamérica.
Los impactos derivados del cambio climático no afectan a todos por igual. El análisis detallado revela diferencias significativas entre hombres y mujeres. Las mujeres, especialmente aquellas que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad económica, experimentan una carga desproporcionada de estas consecuencias. Sus niveles de vulnerabilidad son exacerbados por una serie de factores, incluyendo limitaciones en su capacidad de adaptación, lo que, a su vez, agrava las desigualdades de género ya existentes.
Adaptación y mitigación, dos conceptos clave
“La salud humana se beneficiará con la implementación conjunta de estrategias de mitigación y adaptación en el contexto del cambio climático. La adopción de dietas equilibradas, saludables y sostenibles, junto con la reducción de desperdicios alimentarios, estos beneficios son significativos tanto para la biodiversidad como para las personas. Las políticas de salud pública orientadas a mejorar la nutrición influyen en la demanda de alimentos, reducen el derroche de recursos, disminuyen los costos de atención médica y las emisiones de gases de efecto invernadero, al mismo tiempo que fortalecen la capacidad de adaptación frente a los desafíos climáticos”, puntualizó la experta en cambio climático.
Rusticucci resaltó que, en esa búsqueda, es crucial el acceso a fuentes y tecnologías de energía limpia, junto con la promoción de la movilidad activa, como caminar y andar en bicicleta, puede ofrecer mejoras notables en la calidad socioeconómica, la calidad del aire y, especialmente, la salud de mujeres y niños.
¿Qué se entiende por adaptación? En los sistemas humanos y naturales, es el proceso de ajuste al clima real o esperado y a sus efectos, con el fin de moderar el daño o explotar oportunidades beneficiosas. ¿Qué se entiende por mitigación? Es una intervención humana encaminada a reducir las fuentes o potenciar los sumideros de gases de efecto invernadero.
Súper bacterias en un mundo interconectado
La mirada científica del doctor Orduna y de la doctora Rusticucci a Infobae ayuda a desentrañar los desafíos de la crisis climática y su impacto en la salud.
La aparición y reemergencia de enfermedades, en especial zoonosis, representan un riesgo significativo para la salud humana que no podemos pasar por alto, remarcó Orduna. Y ejemplificó con los casos como la fiebre amarilla, que resurgió en 2008 después de 44 años sin casos autóctonos, y la aparición de enfermedades como leishmaniasis visceral, en 2006. Aunque en este último caso, la situación no se agravó en nuestro país como en otras regiones, donde se generaron brotes endémicos con impacto humano, es fundamental estar alerta ante estas patologías emergentes.
— ¿Cómo ha cambiado el escenario respecto de las zoonosis, en cuanto a enfermedades emergentes y reemergentes?
— Dr. Tomás Orduna: Enfermedad emergente es una enfermedad infecciosa, recientemente reconocida como nueva, pero que estaba en el ambiente, pero no la podíamos reconocer antes de que se manifestara. O aquella ya conocida, cuya incidencia en humanos ha aumentado en las últimas décadas o amenaza con aumentar. Y la reemergencia ocurre cuando teníamos controlada una patología y reaparece.
— Dr. Orduna: Un factor crítico es la compleja interacción entre seres humanos, animales e insectos vectores, favorecida por condiciones ambientales adecuadas. De hecho, el 75% de las enfermedades emergentes desde 1975 son de origen zoonótico, enfatizando así la necesidad de un enfoque integral para abordar esta complejidad interconectada. A lo largo del desarrollo de una enfermedad, se identifican distintas etapas que transcurren desde su origen en el ámbito animal hasta su eventual transmisión entre humanos. Se ha observado un incremento en la cantidad de epidemias y reemergencias a partir del año 2000, lo que resalta la necesidad imperante de adoptar un enfoque multidisciplinario, colaborativo y transdisciplinario para lidiar con esta problemática.
Durante el último cuarto del siglo XX, se originaron diversas enfermedades emergentes, abarcando tanto casos zoonóticos como no zoonóticos, como la enfermedad de Lyme y la Hepatitis C, entre otras. A medida que avanzó el siglo XXI, esta tendencia se intensificó notablemente. En un período comprendido entre 2017 y 2019, surgieron nuevos desafíos en forma de enfermedades como el Usutubairus, Candida auris y la fiebre de los matorrales.
Desde una perspectiva de salud pública, la expansión de enfermedades como la leishmaniasis y la tegumentaria está intrínsecamente vinculada con las acciones humanas, como la degradación de ecosistemas y la expansión de áreas agrícolas. En un contexto más actual, hemos sido testigos de la aparición de enfermedades como la rabia, el hantavirus y diversas enfermedades transmitidas por garrapatas. Ejemplos recientes de impacto global incluyen el COVID-19, la viruela símica y la gripe aviar. Es innegable que para comprender y controlar eficazmente estas enfermedades emergentes, se requiere una vigilancia epidemiológica constante y una colaboración ininterrumpida, con el propósito de salvaguardar la salud tanto de la población humana como animal.
—¿Entonces, cuáles son los factores determinantes en relación a la crisis climática que vive el planeta y la alteración de los vectores de enfermedades, lo que en inglés se conoce como drivers?
— Dra. Rusticucci: El cambio climático afecta la epidemiología de las enfermedades infecciosas sensibles al clima en la región, como efecto del aumento de las temperaturas y su correlato en la suba de casos de enfermedades transmitidas por vectores. Como ejemplo, el potencial de reproducción para la transmisión del dengue aumentó del 17% (para el período 1950-54) al 80% (para el periodo 2016-2021) como resultado de los cambios de temperatura y precipitación.
Por todo lo dicho, el concepto que propone una mirada integral sobre la salud cobra hoy más fuerza que nunca ante la crisis climática que potencia la interconexión humanos-animales-ambiente.
— Dr. Orduna: Desde el punto de vista de “Una Salud”, cuando uno piensa en el medio ambiente, entiende cómo se generan tantos nuevos lugares de focos de leishmaniasis tegumentaria, porque tiene que ver fuertemente con acciones antrópicas, con la destrucción de los ecosistemas o con la expansión de la frontera agrícola a partir de la sojización y la ganadería. Otro ejemplo es como cada tanto también emerge la leptospirosis en función de situaciones ecológicas como las inundaciones intensas.
— Dra. Rusticucci: Diversas fuerzas motrices, entre las que destacan cambios ecológicos, demográficos y de comportamiento humano, junto con factores de alcance global como el transporte global y el comercio. La confluencia de la tecnología y la industria, así como la adaptación y mutación de los microorganismos, también contribuyen a este panorama complejo. Estos “drivers” o impulsores, pueden ilustrarse con imágenes elocuentes.
Los cambios en el clima y el ecosistema plantean desafíos significativos. En términos demográficos, observamos dos modelos prominentes: uno reflejado en la población europea envejecida, susceptible a enfermedades infecciosas, y otro en naciones en desarrollo con una base demográfica amplia, como muchas áreas de Latinoamérica y el sudeste asiático.
Un punto de enfoque es el aumento poblacional y las migraciones rurales a urbanas. En el horizonte de 2030, se espera que aproximadamente el 60% de la población global resida en zonas urbanas. No obstante, esta urbanización no se materializa en lujosos enclaves urbanos, sino más bien en escenarios similares a las favelas brasileñas, las villas miserias argentinas, los cantegriles uruguayos o los barrios periféricos de Lima. En Argentina, por ejemplo, más del 80% de la población ya habita en áreas urbanas en medio de condiciones de hacinamiento, que propician la propagación de enfermedades infecciosas, como la leptospirosis transmitida por roedores.
— ¿Cómo afectan los desplazamientos de personas y la interconectividad global a la resistencia bacteriana, es decir al movimiento de patógenos multirresistentes? ¿Qué medidas se están tomando para evitar la propagación de enfermedades en un mundo cada vez más interconectado?
— Dra. Rusticucci: El desplazamiento de las áreas rurales, donde la demanda de mano de obra es cada vez menor, se suma a la ecuación. En este contexto, resulta esencial considerar constantemente la relación entre las condiciones de vida y la exposición a patógenos. La leptospirosis y las patologías transmitidas por pulgas de roedores son solo ejemplos de las enfermedades que encuentran un terreno propicio en estas condiciones.
Las enfermedades zoonóticas
Es fundamental comprender las etapas que pueden llevar a una patología inicialmente presente en animales a convertirse en una amenaza exclusivamente humana. Esto significa que el desarrollo evolutivo de la propagación de un virus o bacteria se va modificando por la interacción entre animales, humanos y el ambiente.
Este proceso evolutivo puede derivar en que una zoonosis (enfermedad causada por un patógeno que ha pasado de un animal al ser humano) se convierta en una enfermedad de transmisión interhumana. “Como ejemplos, tenemos el dengue o el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), patologías que terminan siendo exclusivamente humanas. En la actualidad, no hay para dengue ningún reservorio confirmado que no sea a partir de la circulación entre humanos y mosquitos, lo mismo que para HIV entre seres humanos nada más”, detalló Orduna.
Tres enfermedades prevenibles
Entre las enfermedades de origen animal que pueden afectar a las personas, tres se destacan por su importancia y por ser prevenibles: la rabia, la leptospirosis y la leishmaniasis visceral.
- La rabia es transmitida por la mordedura de animales infectados o el contacto con sus fluidos. Si bien en Argentina está controlada, la enfermedad se mantiene latente en poblaciones de murciélagos en todo el país y por lo tanto la vacunación de las mascotas sigue siendo esencial para evitar la enfermedad, tanto en ellos como en las personas. La vacunación de los perros (responsables de hasta el 99% de las transmisiones a humanos) sigue siendo clave para evitar su propagación, ya que esta enfermedad que afecta a más de 150 países puede ser prevenida.
- La leptospirosis es transmitida por la bacteria Leptospira, presente en la orina de perros y ratas. Con altas tasas de contagio en áreas urbanas, el contacto con fluidos contaminados es su vía principal. Es una zoonosis que puede impactar a humanos, causando fiebre, deshidratación y problemas renales o hepáticos. La prevención, mediante una buena higiene y cuidado de mascotas, se vuelve esencial para evitar su propagación.
- En la leishmaniasis visceral, un pequeño mosquito, el flebótomo, se convierte en el portador de la enfermedad, transmitiendo un parásito llamado Leishmania chagasi. Esta zoonosis afecta tanto a animales como a personas y se ha extendido en países como Argentina, Bolivia, Brasil y más. Con signos que van desde lesiones en la piel hasta anemia y falla renal en perros, la prevención es fundamental para evitar su propagación. La leishmaniasis visceral muestra cómo los microorganismos pueden tener un gran impacto en la salud de los seres vivos.
Una forma de abordar la prevención de enfermedades zoonóticas es a través del enfoque de “Una Salud” que busca un trabajo multidisciplinario que pueda hacer frente a las amenazas sanitarias urgentes y que se dan en la relación natural que existe entre los humanos, los animales y el medio ambiente. En ese sentido, los avances científicos y tecnológicos son grandes aliados, ya sea a través de las vacunas que previenen la rabia y la leptospirosis en una misma aplicación o antiparasitarios de larga duración y de mayor protección.
Cuando contemplamos las patologías de origen animal, es evidente que ciertos contactos pueden propiciar un intercambio de patógenos, que en sus etapas iniciales podrían originar únicamente casos aislados.
No obstante, con el tiempo y adaptación, estos patógenos podrían trascender la barrera animal y establecer un puente hacia los seres humanos.
Cinco estrategias de adaptación
La experta en cambio climático de la Universidad de Buenos Aires planteó a Infobae que existen “opciones de adaptación efectivas para ayudar a proteger la salud y el bienestar humanos”, aquí un repaso de ellas:
1 - Establecer sistemas de advertencia y respuesta temprana: en el caso de episodios de calor extremo, se ha demostrado que los sistemas de alerta temprana son altamente eficaces en la protección de la población. Estos mecanismos proporcionan información esencial para que las autoridades y la población general tomen medidas preventivas y se preparen ante condiciones climáticas adversas.
2 - Controlar las enfermedades transmitidas por agua y alimentos: mejorar el acceso al agua potable y reducir la exposición a inundaciones y eventos climáticos extremos en los sistemas de agua y saneamiento son medidas cruciales. Estas acciones no solo protegen contra distintas patologías, sino que también fortalecen la resiliencia ante condiciones climáticas cambiantes.
3 - Vigilar las enfermedades transmitidas por vectores: la vigilancia, sistemas de alerta temprana y desarrollo de vacunas específicas son fundamentales para disminuir el impacto de enfermedades transmitidas por animales o insectos vectores, como el dengue. Estas estrategias permiten una respuesta rápida y efectiva, disminuyendo los riesgos para la salud pública.
4 -Salud mental y bienestar psicosocial: ante eventos climáticos extremos, el cuidado de la salud psíquica cobra vital importancia. Mejorar la vigilancia y el acceso a servicios de salud mental, así como monitorear los impactos psicosociales, contribuye a mitigar los efectos negativos en las poblaciones afectadas.
5 - Acceso universal a la atención médica: un camino fundamental hacia la resiliencia climática en el ámbito de la salud radica en garantizar el acceso universal a servicios médicos. Sin acceso a la atención médica es imposible enfrentar los múltiples desafíos en un contexto de cambio climático.
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