Un cuarto de la población mundial sufre estrés hídrico. Esto se produce cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible. Es la situación que enfrentan hoy 25 países, según un nuevo estudio del Instituto Mundial de Recursos (WRI, por sus siglas en inglés).
Esta semana, entre el 20 y el 24 de agosto, se celebrará la Semana Mundial del Agua en Estocolmo, Suecia, la principal conferencia sobre cuestiones mundiales en torno de este recurso, que se celebra todos los años desde 1991.
El evento se centra en la innovación. El tema de este año será Semillas de Cambio: Soluciones Innovadoras para un Mundo Sabio del Agua que invita a repensar cómo gestionamos el agua.
Por su parte, los nuevos datos del Atlas de Riesgos Hídricos del programa Aqueduct del WRI —organización no gubernamental dedicada a la investigación y a crear condiciones de equidad a través de la administración sostenible de los recursos naturales— revelan que globalmente unos 4.000 millones de personas, la mitad de la población mundial, están expuestas a estrés hídrico durante al menos un mes al año. En 2050, esa cifra podría acercarse al 60%.
“Según los nuevos datos de Aqueduct, unos 70 billones de dólares (aproximadamente el 31% del PBI mundial) estará expuesto a un elevado estrés hídrico en 2050, frente a los 15 billones de dólares (24% del PBI mundial) de 2010. El agua es fundamental para cumplir los objetivos climáticos mundiales, alimentar a una población creciente y satisfacer las necesidades básicas de supervivencia de las personas. Pero el mundo no está dando prioridad a los problemas del agua. A medida que los países impulsan una transición justa para abandonar los combustibles fósiles, también deben transformar su forma de gestionar el agua.”, indica el reporte que cuenta con un mapa interactivo, confeccionado a partir de datos georreferenciados sobre los riesgos de cada geografía.
“Podría decirse que el agua es el recurso más importante del planeta y, sin embargo, no lo gestionamos de un modo que lo refleje”, afirmó a la prensa Samantha Kuzma, responsable de Datos de Aqueduct del Programa de Agua del WRI y autora del informe.
A nivel global, la demanda de agua se ha duplicado desde 1960, y el reporte prevé que esa presión aumente entre un 20% y un 25% más hasta 2050. El crecimiento de la población y la demanda de industrias como la agricultura, junto con políticas erráticas de uso del agua y la falta de inversión en infraestructuras son algunas de las causas de esta situación.
Mientras que la demanda de agua se ha estabilizado en Europa y en los Estados Unidos, se está disparando en África. Entre los 25 países con mayor estrés hídrico figuran Arabia Saudí, Chile, San Marino, Bélgica y Grecia. Los cinco que sufren mayor estrés hídrico son Bahréin, Chipre, Kuwait, Líbano y Omán.
“Todos nos vemos afectados si el estrés hídrico está esencialmente cerrando el grifo e impidiendo que distintos países produzcan determinados productos básicos”, explicó Kuzma, por lo que las crisis locales pueden afectarnos a todos”, indicó.
Y a esto se suma el cambio climático: “El agua es la forma en que el cambio climático afecta más directamente a las personas de todo el mundo”, afirmó Charles Iceland, director mundial de Agua del Programa de Alimentos, Bosques, Agua y Océanos del WRI.
Tal como los hemos sufrido en América Latina en los últimos años, la crisis climática potencia los efectos que causan las sequías y las olas de calor extremas, cada vez más prolongadas. La escasez de agua aparece como una amenaza para la supervivencia de las personas que deben afrontar estos fenómenos extremos.
Incluso si el mundo consigue limitar el calentamiento a entre 1,3º C y 2,4º C por encima de los niveles preindustriales —un escenario “optimista”, según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU—, se espera que otros 1.000 millones de personas vivan en condiciones de estrés hídrico extremadamente alto de aquí a 2050, según el informe.
Qué ocurre en la Argentina
La situación en la Argentina es dispar, según la región que se analice. Si bien el país aparece en la mitad de la tabla de los países en riesgo, la Puna y algunos puntos de la Cordillera de los Andes corren mayores riesgos. Las causas: la retracción de los glaciares, la presión de la agroindustria y de las actividades extractivas, además del potencial crecimiento de población.
Un reporte del Banco Mundial de 2022 advirtió que los eventos de sequía representan, en un modelo pesimista de cambio climático, podrían causar una pérdida del PBI de entre un 2% y un 5% para 2050. Y aclara que, si no se toman medidas, el calentamiento global afectará el 25% de la superficie de riego del país, especialmente en la región de Cuyo.
A este escenario se suma el daño potencial de las inundaciones que se agravarán con la crisis climática. “El impacto conjunto de las inundaciones y el calor reduciría el PBI de Argentina en un 0,5 % en 2050 en un escenario optimista y en un 1,3 % en un escenario pesimista”.
“Vivir con este nivel de estrés hídrico pone en peligro la vida de las personas, el empleo y la seguridad alimentaria y energética. El agua es fundamental para el cultivo y la cría de ganado, la producción de electricidad, el mantenimiento de la salud humana, el fomento de sociedades equitativas y el cumplimiento de los objetivos climáticos mundiales. Sin una mejor gestión del agua, el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y el cambio climático están a punto de agravar el estrés hídrico”, afirman los autores del informe elaborado por el WRI.
¿Es posible prevenir estos escenarios?
Los expertos sostienen que sí, pero para eso es necesaria la buena gobernanza del agua así como de la gestión hídrica. Hace poco más de un mes Uruguay sufrió una escasez de agua sin precedentes multicausal, a la sequía se sumó el mal manejo de los suelos en las últimas décadas que provocaron la salinización extrema del agua potable.
El reporte recomienda acciones variadas a los Estados, entre ellas las soluciones basadas en la naturaleza, como preservar y restaurar humedales y bosques; que los agricultores adopten técnicas de riego más eficientes, como el riego por goteo, y que los responsables políticos se centren en fuentes de energía que no dependan tanto del agua, como la solar y la eólica.
El agua debe “gestionarse como un bien común, no como una mercancía”, afirmó en marzo una declaración conjunta de un grupo de 18 expertos independientes y relatores especiales de la ONU para celebrar el Día Mundial del Agua. “Considerar el agua como una mercancía o una oportunidad de negocio dejará atrás a aquellos que no pueden acceder o pagar los precios del mercado”, declararon, añadiendo que el progreso en el Objetivo de Desarrollo del Milenio número 6 sólo puede ocurrir de manera efectiva si las comunidades y sus derechos humanos están en el centro de los debates.
“Es hora de poner fin a un enfoque tecnocrático del agua y tener en cuenta las ideas, los conocimientos y las soluciones de los pueblos indígenas y las comunidades locales que entienden los ecosistemas acuáticos locales para garantizar la sostenibilidad de la agenda del agua”, afirmaron.
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