Las altas temperaturas se han convertido en uno de los mayores peligros derivados del cambio climático actualmente, en particular en el hemisferio norte, donde el verano está rompiendo récords. El 4 de julio de 2023, el planeta registró su mayor temperatura promedio en la historia: 17,18°C. El máximo anterior se estableció en agosto de 2016. Las consecuencias también se reflejarán en los años próximos, como lo ha advertido la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Las olas de calor podrían llegar hasta los 40°C en el Mediterráneo, África, Asia y América del Norte; con un impacto en la salud de las personas. Durante 2022, en Europa se contabilizaron 61,672 muertes derivadas de las altas temperaturas, según la revista Nature Medicine.
Sin embargo, las previsiones empeoran para 2030, con 250,000 fallecimientos adicionales por enfermedades sensibles al clima extremo, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En la actualidad, el 37% de los decesos están relacionados con el cambio climático, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH).
En América Latina, los efectos del cambio climático aumentarán en intensidad debido al fenómeno del Niño, que calienta la temperatura del océano Pacífico, y la Niña, que tiene el efecto contrario, advirtió la Organización Panamericana de la Salud (OPS). La región cuenta con seis planes de acción y proyectos enfocados en mitigar los estragos de las altas temperaturas: México cuenta con dos y Brasil con cuatro, según registró la Red Mundial de Información Sanitaria sobre el Calor (GHHIN) de la OMM.
Los planes de acción en América Latina contra el calor extremo
Brasil y México han estructurado planes de acción específicos para enfrentar estos desafíos derivados de las altas temperaturas, como las sequías y muertes por calor, en particular. Los planes ofrecen ayuda a sus ciudadanos en tiempos de condiciones climáticas extremas. El Ministerio de Salud y el Centro Clima brasileño, y el Programa de Acción Climática 2021-2030 mexicano son los dos principales ejes que plantean medidas puntuales contra estas emergencias.
Brasil ha establecido un plan de acciones con el objetivo de brindar asistencia a la población durante períodos de altas temperaturas y sequías. Este plan es liderado por el Ministerio de Salud y el Centro Clima, una entidad especializada en estudios integrados del medio ambiente. Una de las acciones fundamentales es la vigilancia de la salud pública, lo cual implica el monitoreo constante de los indicadores que puedan verse afectados por estos fenómenos climáticos extremos. Con esta información, se pueden tomar decisiones informadas para proteger a la población más vulnerable.
Además, Brasil ha identificado áreas que son susceptibles a los impactos de las altas temperaturas y sequías, y ha establecido líneas de acción específicas para la conservación y recuperación de los ecosistemas. Se implementan cinturones agrícolas para fomentar prácticas sostenibles en la agricultura y se establecen áreas de amortiguamiento alrededor de fragmentos forestales, con el fin de proteger la biodiversidad y la resiliencia de los ecosistemas locales.
La infraestructura verde, como jardines y parques, también juega un papel clave en el plan de acciones de Brasil. Se aprovechan cuerpos de agua en zonas urbanas para proporcionar espacios de enfriamiento y bienestar a la población en tiempos de calor extremo. Además, se amplían los canales fluviales costeros para aumentar la capacidad de retención de agua y mitigar los efectos de sequías prolongadas.
La reforestación es otra medida importante en el enfoque de Brasil. Se utilizan especies de plantas nativas mejor adaptadas a climas menos húmedos en los programas enfocados a este objetivo, lo que contribuye a la restauración de ecosistemas afectados por el cambio climático y las altas temperaturas.
México, por su parte, ha desarrollado un programa de acción climática de diez años, enfocado en aprovechar los recursos naturales para enfrentar los impactos del cambio climático en la Ciudad de México (CDMX). Este programa incluye el uso de plantas y agua para mejorar la resiliencia urbana ante las altas temperaturas.
Una de las medidas destacadas en el programa mexicano es el fomento del uso de calentadores solares en las casas. Esta iniciativa tiene un doble propósito: reducir la dependencia de fuentes de energía no renovables y proporcionar una vías de energía más accesible y sostenible para la población durante las temporadas de olas de calor.
Otra acción significativa es la generación de energía fotovoltaica y la instalación de estos paneles en el Servicio de Transportes Eléctricos de la Ciudad de México. Esta iniciativa tiene como objetivo involucrar a la comunidad en la producción de energía limpia y reducir la huella de carbono de la capital, que ha presentado hasta 38°C, un nuevo máximo histórico.
También busca aprovechar espacios urbanos para desarrollar infraestructura verde y azul. El plan contempla la construcción de parques, pozos y jardines de infiltración y humedales artificiales en zonas de recarga natural para controlar y aprovechar el agua pluvial. Estas estructuras contribuyen a la adaptación basada en ecosistemas.
El fortalecimiento y el establecimiento de infraestructura verde, como corredores biológicos y cinturones verdes, es otra medida clave para mejorar la conectividad ecológica dentro de CDMX y sus áreas periurbanas. Estas áreas de plantas y árboles proporcionan hábitats para la vida silvestre y contribuyen a la mitigación de los efectos de las altas temperaturas en entornos urbanos.
Además, el estado de Quintana Roo se suma a los esfuerzos para afrontar las temporadas de sequía con la perforación de pozos en zonas afectadas y el almacenamiento de agua en depósitos de grandes dimensiones. Para lograrlo también se designarán el equipo y la tecnología necesarios para implementar un sistema de riego y evitar la pérdida de cosechas y ganado.
Estructuras verdes y azules contra el calor extremo
En el escenario actual de cambio climático, con altas temperaturas que se han vuelto más frecuentes y extremas, las ciudades enfrentan el desafío de lidiar con el calor antropogénico, el sobrecalentamiento causado por la acumulación de gases tras la quema de combustibles fósiles. Para combatir este problema y moderar el efecto del clima extremo en ambientes urbanos, también se apela a las estructuras verdes y azules.
Las estructuras verdes se conforman con la incorporación de vegetación en las áreas urbanas, ya sea a nivel de las calles, techos o fachadas de los edificios. Estas áreas actúan como reguladores naturales del microclima debido a que las hojas de los árboles y plantas liberan vapor a través de la transpiración y el suelo, evaporando la humedad. Además, proyectan sombra, reduciendo las temperaturas superficiales y haciendo que el ambiente se perciba más fresco.
En cuanto a las estructuras azules, se conforman con lagos, ríos o estanques, presentes en entornos urbanos como parques o fuentes. Esta iniciativa tiene una alta capacidad de retención de calor, lo que las convierte en moderadoras del microclima urbano. La infraestructura azul funciona como alivio térmico debido al enfriamiento por evaporación. El movimiento del agua es importante para el funcionamiento de esta propuesta.
Las ventajas de estas estructuras para moderar el clima con altas temperaturas han sido propuestas entre la comunidad científica y presentadas a los gobiernos de distintos países del mundo. Además, su influencia sobre el microclima urbano disminuye la intensidad del fenómeno conocido como “isla de calor urbana”, es decir, la temperatura elevada que experimentan las grandes ciudades debido a la densidad edilicia y actividad humana.
Otras de las ventajas de las estructuras verdes y azules es la generación de las islas frías urbanas: áreas con temperaturas más bajas que las zonas circundantes. Los parques bien arbolados y con marquesinas de sombra elevadas tienen la capacidad de formar estas áreas. Así se consigue un alivio térmico significativo en las áreas residenciales y comerciales cercanas.
Para los grandes edificios y centros de trabajo, los techos frescos —hechos con materiales que reflejen la luz del sol y reducen la transferencia de calor— se perfilan como una solución viable. Un estudio realizado en 2018 en Estados Unidos y publicado en Nature Climate Change, previó que las temperaturas de aire bajarían a medias y extremas durante el día a fines de siglo. Sin embargo, es una vía costosa.
Por último, existe una alternativa que aumenta la proyección de sombras y convierte la energía térmica en electricidad: paneles fotovoltaicos cinéticos. Un ejemplo de su uso, citado en The Lancet, son las torres Al Bahr de Abu Dabi en los Emiratos Árabes Unidos. Las construcciones tienen más de 1,000 de estas herramientas en cada fachada. Durante el día proyectan sombra y se cierran en las noches para liberar el calor.
Las características de un plan contra el cambio climático según la OMM
Reducir las temperaturas extremas implica una planificación más cuidadosa en el uso de los recursos de cada país del mundo, las medidas a tomar y las políticas públicas que se implementarán. Los planes de acción contra el calor se presentan como acciones necesarias con algunas características que recomienda seguir la OMM para asegurar una buena gestión.
La alerta temprana al público aparece como el primer paso para minimizar los daños del calor a la salud, con información precisa de las condiciones climáticas. También es necesario establecer sistemas de vigilancia para medir los estragos de las altas temperaturas en las poblaciones vulnerables como los menores de edad y adultos mayores. Entre las medidas de respuesta comunitaria que sugiere la organización se indica que la distribución de agua en áreas con alta exposición al calor será esencial.
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