Una de las reflexiones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es elocuente con respecto a los animales y los efectos de la actividad humana en el medioambiente. “La acción de los seres humanos ya ha alterado más del 70% de toda la superficie sin hielo. Además, modificar la tierra para el uso agrario, puede suponer para muchas especies animales y vegetales la pérdida de su hábitat y el enfrentamiento a la extinción”, dice el organismo.
Y plantea que los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad ya son visibles, “especialmente con muchas especies animales que ya se han visto obligadas a cambiar sus patrones de migración” y también con “los gravemente vulnerables osos polares -los ‘animales del póster’ del calentamiento global- que están muriendo de hambre en el Polo Norte debido a la falta de hielo marino en un mundo que se calienta”.
La ciencia, con sus aportes, respalda lo que dice la ONU. Martín Blettler es investigador del CONICET y especialista en contaminantes emergentes y microplásticos. En varias de sus investigaciones ahondó en una problemática que viene creciendo de manera preocupante: los nidos de algunas aves están compuestos, mayormente, por plástico.
¿Cómo es posible que esto suceda? Así lo explicó Blettler en diálogo con Infobae: “En uno de los estudios que hicimos con colegas en la región, el uso de plástico para nidos lo encontramos en al menos 30 especies de aves. Las características propias y físicas del nido, es decir la temperatura y humedad, entre otras, no pueden ser garantizadas con este material plástico como sí lo están con materiales naturales. El plástico reemplaza al material vegetal seco que suelen y deberían usar las aves. La mayoría de este plástico es producto de la fragmentación de bolsas”.
Como se ve, la llegada del plástico al hábitat de las aves es posible por medio de la contaminación. Esta interacción entre materiales contaminantes y los animales, según el investigador, se denomina “encuentros fauna-plástico”: “Así como el hogar de los humanos está invadido por plástico, también ocurre lo mismo con aves de la fauna autóctona. Por ejemplo, para el género de ave Sporophila, encontramos que el 100% del nido estaba construido con tanzas de pesca. Aparentemente, estas especies eligen el plástico por sobre los elementos naturales. Por eso, en ciertos artículos titulamos que nuestra basura está en sus hogares, por esta relación tóxica que han creado algunas aves con el plástico”, ahondó Blettler.
Y aclaró: “Aún no hay estudios que vinculen a esta problemática con la extinción de especies, aunque sí hemos hallado problemas poblaciones, es decir, poblaciones animales, sobre todo aves, que disminuyen por el encuentro con material plástico. Sucede que, en el caso de la extinción, hay otros factores que juegan su papel: el cambio climático, reducción de hábitat, uso de agrotóxicos, reducción o cambios en el uso de la tierra, es decir el espacio vital del animal en relación al espacio agropecuario. Todos estos factores actúan de forma conjunta”.
Algunos de los hallazgos de Blettler y sus colegas se publicaron en 2021 en la revista científica Science of the total environment.
“Encontramos que más de 40 especies se vieron directamente afectadas por los encuentros entre plástico y fauna. A esos encuentros los dividimos en tres tipos distintos, que son los más importantes: la ingesta,con especies acuáticas y aves que se confunden bolsas de plástico con alimentos; los enredos, que son producto del encuentro entre especies con artefactos plásticos en los que se enredan y no logran escapar; y el uso masivo de plástico para material de nidificación en el caso de las aves”, detalló el experto.
El aumento de la temperatura global y sus efectos en los animales
Según la ONU, “desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Esto genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas. Las emisiones principales de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático son el dióxido de carbono y el metano”.
El aumento de la temperatura está entre las problemáticas candentes del año 2023. El lunes 3 de julio fue un día récord a nivel mundial en cuanto a los registros del termómetro, ya que e superó por primera vez una media de 17 grados centígrados, según los Centros Nacionales de Predicción Ambiental, que dependen de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estado Unidos. Sin embargo, el martes 4 se alcanzó otro récord: 17,18°, según actualizó el organismo.
Esta dinámica, claro está, afecta a los ecosistemas en los que habitan diversas especies animales. Bajo esta idea, Carlos Zotelo, licenciado en ciencias de la atmósfera del Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida (CERZOS) del CONICET, le dijo a Infobae: “Los animales en su hábitat natural se ven afectados porque tienen que emigrar hacia temperaturas en las que están más a gusto, y hay algunos que han tenido que han ido despareciendo por el contacto con el ser humano”.
“Además -siguió Zotelo- hasta los animales domésticos sufren el calor, ya que tienen estrés térmico y no duermen bien de noche porque están acalorados. Las ciudades cada vez crecen más y los espacios públicos son cada vez más pequeños. Esto tiene un costo que es el estrés animal y un acortamiento de su vida”.
¿Por qué aumenta la temperatura a nivel mundial? Zotelo apuntó algunos factores relacionados a la actividad humana: “El crecimiento de las ciudades, sin dudas, influye. Por ejemplo, los materiales de la construcción de la ciudad generan reflejo de calor; en tanto, los combustibles para el transporte y la contaminación producen una especie de isla urbana de calor. Es así que el aumento de temperatura afecta a los ecosistemas porque estás dándole más energía de la que el ecosistema está acostumbrado a trabajar”.
A su turno, el biólogo ambiental Raúl Montenegro aportó en conversación con Infobae: “Ningún sistema ecológico resultará viable si no se cambian las demandas de energía, materia prima, bienes e información de los ecosistemas urbanos; y si no cambian drásticamente los estilos de vida, ajustando el crecimiento demográfico a las capacidades de carga de cada ambiente local, de la biosfera terrestre, y de los propios tejidos sociales”.
Para Montenegro, “no se trata únicamente de reducir las descargas de gases de efecto invernadero, una medida indudablemente necesaria, sino también incrementar las actuales superficies y volúmenes de ecosistemas naturales de alta biodiversidad”.
“Los humanos venimos utilizando combustibles fósiles a gran escala desde comienzos del siglo XX. En la actualidad estos combustibles proporcionan más del 80% de la demanda de energía primaria a nivel mundial, y el sistema energético es responsable de dos tercios de las emisiones globales de CO2. El aumento de la concentración de CO2 crece a una rapidez nunca antes registrada en los tiempos de referencia”, reflexionó el biólogo.
Y planteó que “el disponible total de CO2 atmosférico (concentración de dióxido de carbono) aumenta del tal modo que el efecto invernadero producido por ese y otros gases -el metano entre ellos- aumenta la retención de calor en el planeta Tierra”.
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