La actual ola de calor récord que registra Europa está provocando un fenómeno climático inédito en este continente: los incendios de sexta generación. Estos hacen alusión a eventos devastadores, casi imposibles de controlar, y con la capacidad de cambiar las condiciones meteorológicas en su entorno más inmediato, es decir, generar su propia meteorología.
Se trata de incendios rápidos y agresivos, en los que las llamas pueden superar la velocidad de 6 km/h, lo cual equivale a entre seis y doce veces la velocidad de un incendio común. Es que las temperaturas cada vez más altas, sequías interminables, abandono de la gestión forestal y cambios en el uso del suelo son algunos de los factores que hacen que varios montes se conviertan en un polvorín cada verano, a veces incluso fuera de la estación más calurosa del año.
Para los científicos, la multiplicación de estos fenómenos es consecuencia directa del cambio climático producto de la contaminación y el registro récord de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se vienen superando año tras año, elevando la polución ambiental y generando más temperaturas elevadas promedio.
Un ejemplo de ello es Francia, que esta semana registró la “jornada más calurosa” de la actual ola, que dejó varios récords de temperatura en localidades del oeste como Brest (39,3ºC) o Nantes (42ºC), indicó el servicio de meteorología Météo-France. Al otro lado del canal de la Mancha, el Reino Unido se prepara también para récords de calor esta semana donde se pronostica una temperatura de 40 grados. La temperatura más alta registrada alguna vez fue de 38,7ºC, el 25 de julio de 2019.
Así, estas altas temperaturas están causando una serie de incendios voraces que crean estos brutales incendios de secta generación llamados también “tormentas de fuego” o ígneas, con vientos giratorios o desorganizados que pueden ser huracanados, atrayendo el aire circundante y creando una corriente ascendente que llega a la atmósfera y da lugar a “pirocumulonimbos” o nubes Pyro. La chimenea de humo y viento fuerte y caliente aviva más las llamas y complica su extinción.
“Incendios de sexta generación es el nombre que reciben los incendios que se propagan mucho más rápido que los incendios normales y esto los hace prácticamente inextinguibles. Además, liberan tanta cantidad de energía que son capaces de generar cambios en la meteorología local, generando corrientes de viento muy intensas, que retroalimentan con oxígeno al fuego, provocando que siga ardiendo. E incluso puede generar nubes pirocúmulos que son como las de tormentas y los rayos causan nuevos incendios en los alrededores”, detalló a Infobae Cindy Fernández, meteoróloga y comunicadora del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de Argentina.
“La peligrosidad está en que su rápida propagación casi no da tiempo a la evacuación y es muy peligroso para los bomberos. Generalmente solo resta esperar que lleguen las lluvias para que se apague. El cambio climático que estamos viviendo hace generar las condiciones que favorecen cada vez más este tipo de incendios ya que las olas de calor son cada vez más extensas e intensas y muchas veces están acompañadas de sequias”, agregó la experta que indicó que el primer incendio en catalogarse de esta manera fue el ocurrido en Portugal en el año 2017.
Claudio Bertonatti, ambientalista e investigador de la Universidad Maimónides y de la Fundación Azara explicó a Infobae como la degradación del ambiente ha llevado a la generación de estos eventos catastróficos.
“En los años 80 se hablaba con incredulidad del cambio climático. Y desde los 90 se estudia a nivel científico en profundidad, brindando informes que no dejan dudas de la evidencia de la incidencia negativa del hombre sobre el medioambiente. Antes teníamos inviernos más duros, con zanjas escarchadas, o donde a los autos había que ponerle aditivos para evitar congelamientos. Ahora eso no pasa. Y hay cada vez más elementos drásticos a nivel meteorológico que duran más tiempo. Además observamos la modificación continua de los ambientes, lo que hace generar un caldo de cultivo inmenso para la generación de estos grandes incendios”, sostuvo Bertonatti.
Y agregó: “Así como el cambio climático ejerce una presión negativa sobre muchas especies y ecosistemas diferentes, la disminución de superficies de ecosistemas silvestres, potencia este cambio climático. La humanidad está transitando un proceso de alfabetización ambiental en el cual intenta comprender los desafíos climáticos y los efectos que está generando en el mismo con su actividad. La mayoría de las personas piensan que no son parte de la naturaleza y que no formamos parte del proceso evolutivo planetario. No entendemos para qué sirve el resto de la naturaleza. Creen que se hace para salvar especies o crear un nuevo escenario turístico”.
“La creación de estos parques nacionales dan recursos tangibles. Pero lo más importante son los servicios o contribuciones ambientales. Son invisibles, cotidianos, constantes, silenciosos y gratuitos. Eso genera que la sociedad no lo valore. No se ve que estos lugares generan oxígeno, regulan la temperatura, ayudan a controlar incendios, ayuda a filtrar la contaminación acuática. Si uno no los conoce a estos ecosistemas silvestres, piensa que se trata de un área improductiva. Por eso en la última reunión de especialistas ambientales en Canadá se llegó a la conclusión de que hay que proteger al menos el 30% de los ecosistemas que nos quedan, de lo contrario, se va a afectar la calidad de vida de las personas en todo el mundo”, precisó el experto.
Además del de Portugal, incendios de sexta generación fueron registrados en Australia, California (EEUU), Canadá, Portugal y ahora España. “En Argentina tenemos historia de estos incendios de sexta generación, cuando se desarrollaron los últimos grandes incendios en Corrientes, que diezmaron un 12% del territorio provincial”, aclaró Bertonatti. Los grandes incendios de Corrientes ocurrieron en enero de 2022 abarcaron focos ígneos que consumieron más de 1 millón hectáreas, lo que equivale a aproximadamente el 12 por ciento de la superficie de esta provincia.
Los incendios de la sexta generación son fuegos muy peligrosos y que aparecen por épocas para cobrar la vida de la misma naturaleza. Ni todos los bomberos de un mismo podría con ellos, sino que la ola de calor baje y llegue la lluvia.
El Servicio Meteorológico de Australia, país que ha sufrido algunos de estos devastadores fuegos afirma que las condiciones climáticas pueden incrementar el riesgo de incendios y hacer que sean más difíciles de extinguir. Pero la relación entre el fuego y el clima va más lejos.
Los incendios pueden crear su propia meteorología, generando nubes pirocumulonimbo y tormentas, que son nubes que se forman encima de la columna de humo de un incendio, pero que también pueden crearse sobre las nubes de ceniza de los volcanes o en los hongos de una detonación nuclear.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) las ha incluido en su Atlas Internacional de nubes actualizado en 2017, bajo el nombre de flammagenitus.
Estas nubes pueden ser capaces de producir lluvias torrenciales localizadas. Los rayos, además, son capaces de provocar nuevos focos en el incendio. Son lo que se conoce como “tormentas de fuego”. Los incendios de sexta generación son fenómenos que hasta hace poco eran raros, pero ahora se han convertido en casi una normalidad para cada temporada de verano. El cambio climático nos los provoca directamente, pero sí genera las condiciones propicias para que estos se desarrollen o agraven, a través de olas de calor más frecuentes, persistentes e intensas en distintas partes del mundo, por ejemplo.
Cómo se clasifican los incendios según generación
El concepto de “generación” aplicado a los incendios tiene que ver en cómo se comporta el fuego en relación con el terreno en el que se desarrolla y todas las implicaciones que traen esos mismos incendios en su expansión y descontrol. Desde que a mediados del siglo XX se produjera un éxodo rural en muchas partes del mundo y se abandonaran los usos agrícolas, los incendios han ido evolucionando.
Primera generación: los fuegos ganan velocidad en zonas de cultivo que ya no se estaban utilizando.
Segunda: la vegetación empieza a recolonizar esas antiguas tierras de cultivo, pero esa nueva masa forestal se abandona. Con estos incendios se observa que cada vez hay más masa de vegetación continua por la que el fuego puede propagarse rápidamente. Surgen entonces las primeras medidas contra incendios: los cortafuegos.
Tercera: surge una dicotomía paisajística. La población se concentra en las zonas metropolitanas mientras que el campo se vacía. Esto hace que los incendios ganen intensidad y consuman toda la masa forestal en la que se inician. Los dispositivos contra el fuego también crecen.
Cuarta: en los años 90 se produce un boom de la segunda residencia en lugares de campo en países como España. Son urbanizaciones en mitad del bosque o el campo en las que viven personas que no hace uso del campo. Son incendios muy voraces y peligrosos.
Quinta: se producen cuando hay, además, una simultaneidad. Varios incendios se desatan a la vez lo que producen el colapso de los servicios.
Sexta: el cambio climático ha creado las condiciones propicias para desencadenar el fuego y contra el que es imposible luchar. Solo se puede llevar a cabo una estrategia defensiva, es decir, establecer prioridades y decidir qué se quiere salvar, mientras se espera una disminución del viento y la ansiada lluvia.
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