El cambio climático será mucho más extremo en los próximos años si no cesan las emisiones de gases que causan el efecto invernadero. De los muchos recursos a los que apelan los investigadores, algunos observan cómo eran las cosas antes del problema para imitar esas dinámicas. Entre ellos se cuentan dos que son tan novedosos como polémicos: la geoingeniería y las soluciones basadas en la naturaleza (NBS).
Ambos son parte de los esfuerzos por cumplir las metas que científicos y revisores gubernamentales acordaron, según la Organización de la Naciones Unidas (ONU): limitar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5 °C y evitar los peores impactos climáticos que pueden afectar la salud, la capacidad de cultivar alimentos, la vivienda, la seguridad y el trabajo.
Así la geoingeniería y las NBS se suman a la agroecología, la reducción de emisiones y de consumo de recursos, las inversiones en transporte público y en comunidades habitables y trabajables y los límites a la deforestación, entre otras acciones.
¿Qué es la geoingeniería?
Este conjunto de técnicas diseñadas para intervenir o alterar los sistemas de la Tierra consiste en planes a gran escala que actúan en los océanos, los suelos y la atmósfera para procurar un entorno natural viable. Su objetivo es reducir los efectos del calentamiento global y sus logros, por lo general, tienen efectos temporales.
La ingeniería ambiental se ocupa principalmente del bloqueo de la luz solar o su reflejo hacia el espacio, lo cual permitiría que parte del calor se dispersara antes de llegar a la Tierra. Además del blanqueo de nubes —como se llama esa técnica—, se propone remover dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera un absorbente químico para luego enterrarlo en tanques subterráneos, señalan el portal geoengineeringmonitor.com y la Fundación Heinrich Böll, dedicada a la sustentabilidad.
¿Qué es la radiación solar?
Una de las ideas de la geoingeniería es la gestión de la radiación solar (SRM), una técnica en proceso de experimentación que apunta a bajar la temperatura de la atmósfera al bloquear parte de la energía solar que llega a la Tierra mediante el esparcimiento de partículas semejantes a las cenizas volcánicas.
La SRM también abarca técnicas como usar la contaminación reflejante para modificar la atmósfera, cubrir desiertos con plástico, aumentar la blancura de las nubes (su albedo) o bloquear la luz del sol con pantallas espaciales. El Grupo ETC, que monitorea el impacto de las tecnologías emergentes, detalló que la propuesta más promovida consiste en crear nubes de polvo que, de forma artificial, imitan a las nubes de ceniza que dejan las erupciones volcánicas.
Otro plan es incrementar la blancura de las nubes para así reflejar más luz solar de vuelta al espacio. Se rociaría una fina bruma de agua de mar hacia las nubes marinas de baja altura, lo cual generaría mayores núcleos de condensación nubosa.
Remover las emisiones de CO2
La geoingeniería propone otro plan para contrarrestar el calentamiento global y es la remoción de gases de efecto invernadero, principalmente CO2, mediante la captura mecánica de las emisiones. Se podría hacer con plantas generadoras de energía u otro tipo de fuentes industriales; también se plantea la extracción de CO2 usando una sustancia química absorbente y enormes ventiladores para mover el aire a través de filtros.
Una vez removido el CO2 de la atmósfera, se lo podría almacenar bajo tierra o en los océanos. Sin embargo, existen posibles consecuencias ambientales.
Una planta en Islandia para capturar el CO2
Desde hace una década, la empresa suiza Climeworks comenzó a desarrollar máquinas que absorben el aire de la atmósfera para filtrar y atrapar las moléculas de dióxido de carbono, publicó BBC. Y hace dos años inició operaciones una de sus plantas, instalada en Islandia, donde el CO2 se retiene para introducirlo en las profundidades de la Tierra, donde se convierte en piedra. Esta fábrica puede aspirar 4.000 toneladas de CO2 del aire por año.
El medio público alemán DW detalló que la planta secuestra el dióxido de carbono con unos ventiladores que introducen el aire en un colector, que cuenta con un material filtrante, para después elevar la temperatura y liberar el material; se lo mezcla entonces con agua y se lo inyecta a 1.000 de profundidad en la roca basáltica cercana, donde se petrifica.
Dudas sobre la geoingeniería en el largo plazo
El Grupo ETC, que tiene reconocimiento consultivo ante la ONU, afirma que este tipo de tecnologías no pretenden influir en la concentración de gases de efecto invernadero, que es la causa física del cambio climático. Además, un estudio sobre los métodos de ingeniería climática más comunes llegó a la conclusión de que o son ineficaces o tienen efectos secundarios potencialmente graves.
Los expertos señalan que la ingeniería del clima implica un riesgo importante principalmente porque no se conocen sus consecuencias a largo plazo. Rociar aerosoles de sulfato podría destruir la capa de ozono; la fertilización con hierro podría promover la formación de un plancton tóxico que capaz de destruir otras formas de vida marina; se podría generar una reducción de las lluvias. Por eso algunos gobiernos y organizaciones mundiales dedicadas al medioambiente se han manifestado en contra de la geoingeniería.
Soluciones basadas en la naturaleza
Los expertos también han comenzado a mirar el modo natural en que operan los ciclos de la vida, no para llevar las nuevas ideas del hombre sino para emular el modo en que lo hacen. Por ejemplo, una de las soluciones basadas en la naturaleza (NBS) para los desbordamientos hídricos consiste en emplear sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS), que son técnicas de gestión de aguas pluviales inspiradas en la circulación natural del agua.
La ciudad de Manchester desarrolló un jardín de lluvia: un área llena de plantas amantes del agua donde las precipitaciones se canalizan y se absorben lentamente para evitar que llegue a las carreteras y aceras, y se sobrecargue el alcantarillado.
El ayuntamiento de esa localidad británica también acondicionó el Parque Comunitario de West Gorton como parte de un plan de 10 años para regenerar el área. Es uno de sus primeros proyectos de investigación y demostración del Reino Unido para evaluar las soluciones basadas en la naturaleza y empezar a combatir el cambio climático.
El proceso lo supervisa la Universidad de Manchester y consiste en ablandar las superficies duras y llanas para hacerlas porosas, sembrar allí plantas de agua y facilitar que la lluvia sea absorbida. Luego, esa agua se libera lentamente a la atmósfera a través de la transpiración en las hojas.
Prevenir desde el hogar
El ingeniero Peter Melville-Shreeve, experto en ciudades inteligentes y profesor de la Universidad de Exeter, precisa que las soluciones basadas en la naturaleza también se pueden aplicar en los hogares.
Una opción sería agrandar los tanques de almacenamiento subterráneos existentes; otra, usar recursos naturales sobre el suelo para ralentizar el flujo de las aguas pluviales y evitar su subida repentina. Durante una fuerte tormenta un patio de seis metros cuadrados generará una cantidad de agua de lluvia similar al desagüe de 100 casas en un día.
En los hogares también hay una pieza clave para frenar el cambio climático: las personas. El uso de bicicletas, la disminución del consumo de carne y la elección de productos locales se cuentan entre ellos. Nele Marien, de la organización Amigos de la Tierra Internacional, subrayó que la agricultura industrial causa muchas emisiones por sus formas de producción y por las grandes distancias en las que viajan los alimentos: “Necesitamos movernos de un sistema de alimentación global a uno local”, propuso.
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