Actualmente, en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) hay más de 41.000 especies clasificadas en riesgo de extinción. Normalmente, una especie debe alcanzar esa categoría para los seres humanos tomen medidas para evitar su extinción, como el establecimiento de zonas protegidas. Es decir, la mayoría de los esfuerzos de conservación son reactivos.
Pero un nuevo estudio científico, que realizamos investigadores de Australia, Estados Unidos y Suiza, logró demostrar que los seres humanos deberían actuar mucho antes y no solo de manera reactiva. El trabajo, que publicamos en la revista Current Biology y descubrió que se pueden utilizar los datos de conservación existentes para predecir qué especies actualmente no amenazadas podrían llegar a estarlo.
Al hacer las predicciones, se podrían tomar medidas proactivas para evitar el declive de las poblaciones de esas especies antes de que sea demasiado tarde.
La financiación de la conservación es realmente limitada. Idealmente, lo que necesitamos es alguna forma de anticiparnos a las especies que quizá no estén amenazadas en este momento, pero que tienen muchas posibilidades de llegar a estarlo en el futuro. Más vale prevenir que curar.
Para predecir el riesgo de extinción “en el horizonte”, los investigadores analizaron tres aspectos del cambio global: el cambio climático, el crecimiento de la población humana y el ritmo de cambio en el uso del suelo.
Combinamos la información sobre esos tres aspectos del cambio global con características biológicas intrínsecas que podrían hacer más vulnerables a algunas especies. El equipo prevé que hasta un 20% de los mamíferos terrestres presentarán una combinación de dos o más de estos factores de riesgo para el año 2100.
A nivel mundial, el porcentaje de especies de mamíferos terrestres que nuestros modelos predicen que tendrán al menos uno de los cuatro factores de riesgo futuros en 2100 oscila entre el 40% en un escenario de emisiones intermedias con amplia dispersión de especies y el 58% en un escenario de desarrollo alimentado por combustibles fósiles sin dispersión.
Hay una congruencia de múltiples factores de riesgo futuros en el África subsahariana y el sureste de Australia: el cambio climático (que se prevé especialmente grave en África), el crecimiento de la población humana y los cambios en el uso del suelo. Y hay muchas especies de grandes mamíferos que probablemente sean más sensibles a estas cosas. Es más o menos la tormenta perfecta.
Los mamíferos de mayor tamaño, como elefantes, rinocerontes, jirafas y canguros, suelen ser más susceptibles al declive poblacional. Esto se debe a que sus patrones reproductivos influyen en la rapidez con que sus poblaciones pueden recuperarse de las perturbaciones.
En comparación con los mamíferos más pequeños, como los roedores, que se reproducen rápidamente y en mayor número, los mamíferos más grandes, como los elefantes, tienen largos periodos de gestación y producen menos crías a la vez.
Tradicionalmente, la conservación se ha basado en gran medida en la declaración de zonas protegidas. La idea básica es que eliminas o mitigas lo que está causando que la especie se vea amenazada. Pero cada vez se reconoce más que esa es una visión muy occidental de la conservación, porque dicta separar a las personas de la naturaleza.
Es un tipo de visión de la naturaleza en la que los humanos no desempeñan ningún papel, y eso es algo que no encaja bien con muchas culturas de muchas partes del mundo. Es por eso que, a la hora de prevenir la extinción de animales, los seres humanos también deberían ser conscientes sobre cómo afecta la conservación a las comunidades indígenas.
En el África subsahariana viven muchas poblaciones indígenas, y las ideas occidentales de conservación, aunque bienintencionadas, pueden tener repercusiones negativas. Australia ya ha empezado a abordar este problema con la creación de Áreas Indígenas Protegidas (AIP), que son propiedad de los pueblos indígenas y funcionan con la ayuda de guardas de las comunidades locales.
En esas áreas, pueden coexistir humanos y animales, según se ha establecido mediante la colaboración entre gobiernos y propietarios privados de tierras fuera de estas zonas protegidas.
Los estudios de modelización a gran escala desempeñan un papel importante porque pueden proporcionar un marco y un contexto amplios para la planificación. Pero la ciencia es sólo una parte muy pequeña de la mezcla. Esperamos que nuestro modelo actúe como catalizador para provocar algún tipo de cambio en las perspectivas de conservación.
* Marcel Cardillo, el autor principal e integrante de la Universidad Nacional de Australia
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