Es uno de los elementos más universales de esta época festiva y el responsable de transmitirnos ese espíritu navideño tan característico de estos meses. Pero lo cierto es que a menudo no tenemos claro cuál es el verdadero impacto que tiene un árbol de Navidad en el medio ambiente.
Decorar con adornos navideños las frondosas ramas de un pino y colocarlo en nuestro hogar se ha convertido en un momento sobre el cual gira la ilusión de millones de personas cuando se acercan estas fechas. Y con él, cada vez son más las familias que se preguntan cómo pueden celebrar su Navidad sin aumentar la huella de carbono.
En Argentina, se arma en los primeros días de diciembre y lo que más se utiliza es el pino artificial de plástico. En Estados Unidos, más de cien millones de hogares tienen uno y, de ellos, el 19% son árboles naturales, mientras que el 81% artificiales, según datos de British Carbon Trust.
A simple vista, los árboles de Navidad artificiales pueden parecer más cómodos y beneficiosos para el medio ambiente, pero su coste medioambiental -que se mide en emisiones de gases de efecto invernadero y el espacio que ocupan en basureros- supera con creces sus puntos positivos, según los conservacionistas que instan a los consumidores a quedarse con la opción natural para estas fiestas.
“Todos los grupos medioambientales y los científicos afirman que deberíamos usar un árbol real. No hay debate que valga”, afirmó en diálogo con National Geographic Rick Dungey, portavoz de la National Christmas Tree Association de Estados Unidos. “Los únicos que todavía hablan del tema son aquellos que intentan vender árboles artificiales”, indicó.
Los árboles artificiales se fabrican a partir de un tipo de plástico denominado policloruro de vinilo (PVC), un derivado del petróleo que puede contener plomo y otras sustancias tóxicas. Además, según el Departamento de Comercio estadounidense, en torno al 80% de los árboles falsos se fabrica en China, donde la mayor parte de la electricidad se genera a partir de la quema de carbón, una de las fuentes de combustible más contaminantes. Después de producirlos, se envían a su destino, normalmente en barcos con motores diesel, lo que genera todavía más emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.
Y aunque un árbol artificial puede reutilizarse, tiene una esperanza de vida corta: “La familia media mantiene el mismo árbol artificial durante cinco o seis años y después acaba en un vertedero y sencillamente se queda ahí, porque no se biodegrada”, dijo Bill Ulfelder director de The Nature Conservancy en el estado de Nueva York.
Por otra parte, los árboles de verdad son completamente reciclables, aunque Ecologistas en Acción estimó en 2011 que más de dos millones de árboles acabarían en los basureros tras su uso decorativo en hogares de toda España. Sin embargo, cada vez más empresas y organizaciones se dedican al cultivo, la venta y el reciclaje de este tipo de árboles, evitando de este modo la tala indiscriminada.
Los árboles de Navidad naturales que aún conservan sus raíces -los que pueden ponerse en una maceta o ubicarse en el interior de las casas- dejan una huella de carbono insignificante. Sin embargo, las cosas son más complejas para los que no tienen raíces.
La compañía británica Carbon Trust calcula que un árbol de dos metros sin raíces deja una huella de carbono en 3,5kg CO2e (equivalente de dióxido de carbono) y 16kg CO2, dependiendo de si termina incinerado, que resulta menos contaminante, o camino al basurero.
“Es muy buena idea adquirir un árbol de Navidad artificial de alta calidad que pueda usarse por muchos años. Conozco a alguien que lleva 20 años con el mismo árbol”, explicó a CNN Sophie Neuberg, una activista de Amigos de la Tierra.
La tendencia de reutilizar los árboles plásticos está respaldada por una investigación que publicó la Asociación Americana del Árbol de Navidad (ACTA, por sus siglas en inglés). Se estima que el 85% de los hogares estadounidenses que adquirieron un árbol artificial lo volverán a usar. En promedio se reutilizan por 11 años.
Jami Warner, director ejecutivo de ACTA, coincidió con la recomendación de Neuberg. “Los árboles artificiales de calidad son muy fáciles de desarmar y de guardar”, aseguró. Y añadió que “si los tratamos con cuidado podemos usarlos en cada Navidad o donarlos a una buena causa”.
Para unas fiestas realmente ecológicas siempre está la opción de adaptar un árbol de Navidad e improvisar con las plantas que ya tienes en tu casa. “El fondo del asunto es que ninguno de los dos árboles tiene un impacto significativo en el medio ambiente. Si lo que se busca es disminuir el impacto en el medio ambiente, se aconseja simplemente dejar de manejar”, concluyó.
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