A pesar de que el mensaje final de la cumbre de cambio climático (COP27), que se desarrolla en Egipto, está lejos de su versión final, la presión para incluir un fuerte mensaje de abandono de los combustibles fósiles crece, así como el reclamo por un mecanismo que financie las pérdidas y daños producidas por la crisis climática en los países más vulnerables. Mientras tanto, la estrella del día fue el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, que, entre varias intervenciones, sugirió que la COP30, en 2025 se realice en la Amazonia.
“Esperamos que [los países desarrollados] sean capaces de tener en cuenta algunas de nuestras prioridades. Y nuestras prioridades no han cambiado desde el primer día”, explicó Conrod Hunte, negociador principal de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS). Este grupo negociador en la conferencia del clima, pequeño pero muy presente, forma parte de la mayor alianza de países en vías de desarrollo, el denominado G77 (134 países), que junto a China lucha por ese objetivo hace décadas.
“Es importante establecer ese fondo en esta COP para no perder el impulso”, insistió Hunte. La COP27 finaliza oficialmente el viernes, y las discusiones sobre ese fondo son intensas. “Necesitamos un espacio para poder discutir cara a cara, entre partes”, señaló el embajador.
Estados Unidos y la Unión Europea traban la creación de un nuevo mecanismo dentro de la ONU, y consideran que la actual arquitectura financiera ya permite ayudar a los países más necesitados. Sin embargo, por ahora son sólo anuncios. “China apoya plenamente” la creación del fondo, aseguró Hunte.
Una luz de esperanza llegó a Sharm El Sheikh cuando se conoció el comunicado final del G20. Allí los países responsables de más del 75% de las emisiones del planeta, no sólo mencionaron el Acuerdo de París sino que también mantuvieron en el texto el límite de 1,5ºC de aumento de la temperatura promedio global para fines de siglo.
El resultado del G20 podría suponer una prueba de que la financiación de la descarbonización podría funcionar en las economías emergentes, incluso si las cantidades de dinero que están sobre la mesa ahora mismo son sólo una fracción de lo que se necesita. Después de Sudáfrica, el fondo de transición energética de 20.000 millones de dólares de Indonesia es el último gran paquete reunido por las naciones más ricas.
Además del financiamiento, clave en esta reunión, los intereses de varios países buscan que se haga explícita la intención de dejar atrás la producción de petróleo y gas. India, incluso, busca que se incorpore en el texto. Hasta el momento, sólo figura el carbón como combustible para eliminar.
En este sentido, Fiyi, Tuvalu, Kenia y Chile dieron un paso importante hacia compromisos nacionales más ambiciosos para una eliminación gradual gestionada de los combustibles fósiles al unirse como “amigos” de la Alianza Más allá del Petróleo y el Gas (BOGA, por sus siglas en inglés). Los cuatro países se unen a Italia, Finlandia y Luxemburgo como “amigos de BOGA”, lo que señala su intención de ayudar a acelerar una transición energética rápida, justa y equitativa para evitar los peores escenarios de la crisis climática mundial.
BOGA se lanzó oficialmente en noviembre de 2021 durante la COP26, en Glasgow, por iniciativa de 11 gobiernos nacionales o subnacionales, bajo el liderazgo de Costa Rica y Dinamarca. Otros miembros principales de BOGA eran, para entonces: California, Francia, Groenlandia, Irlanda, Quebec, Suecia y Gales. Pero hoy, Portugal y el estado de Washington, antes catalogados como “miembros asociados”, también se han convertido en miembros principales, aumentando el número total de miembros principales a 10.
Aunque no es formalmente parte de la delegación oficial de Brasil ni se hizo el traspaso de poder, la llegada de Lula a la COP causó revuelo. En los pasillos se hablaba hoy del regreso de ese país a las negociaciones y de su importancia para la concreción de los planes climáticos. La conferencia de prensa que brindó el mandatario electo convocó a cientos de personas, algo no muy común en este tipo de reuniones: una suerte de “Lulapalooza”, bromeaban algunos cronistas acreditados en la cumbre.
“Brasil está de vuelta”, dijo Lula y el auditorio lo aplaudió. En su discurso habló de lucha contra la deforestación y de la crisis alimentaria. “Estoy seguro de que el agronegocio brasileño será un aliado estratégico de nuestro gobierno en la búsqueda de una agricultura regenerativa y sostenible, con inversiones en ciencia, tecnología y educación, valorando el conocimiento de los pueblos originarios y de las comunidades locales”, indicó. También recordó los compromisos de los países desarrollados: “Estamos aquí también para cobrar aquello que fue prometido”.
Biodiversidad
En el día dedicado a la biodiversidad en esta cumbre, hubo un llamado de los políticos que fueron arquitectos del Acuerdo de París ya que, se entiende, la crisis climática va de la mano de la crisis de biodiversidad. La pandemia de COVID-19, que sigue atravesando el planeta, es una clara muestra de esto. Los expertos aprovecharon la reunión en Sharm El Sheikh para emitir un mensaje: “No hay camino para limitar el calentamiento global a 1,5ºC si no se actúa para proteger y recuperar la naturaleza. Sólo si tomamos medidas urgentes para detener y revertir la pérdida de naturaleza en esta década, al tiempo que seguimos intensificando los esfuerzos para descarbonizar rápidamente nuestras economías, podemos esperar alcanzar la promesa del Acuerdo de París”, recoge el comunicado de los ideólogos de este pacto en vistas de la cumbre sobre el tema que se realizará la primera semana de diciembre en Montreal, Canadá.
“Para ser claros: conseguir emisiones netas cero para 2050 sólo es posible si también actuamos ahora para conseguir una sociedad positiva para la naturaleza”, destacaron el presidente de la COP21, Lauren Fabius; el presidente de la COP20, Manuel Pulgar-Vidal; la representante especial de Francia para la COP21, Laurence Tubiana; y la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) entre 2010 y 2016, Christiana Figueres.
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