En el marco de la Cumbre del Clima COP27, los países en vías de desarrollo piden a los Estado ricos más contaminantes que paguen por el daño causado con sus emisiones. En sus discursos de cinco minutos, varios líderes pidieron a sus vecinos del hemisferio norte que pagasen por las pérdidas y los daños que sufren sus países debido al cambio climático, especialmente, en el hemisferio sur del planeta.
Mia Amor Mottley, la primera ministra de Barbados, cuyo país se ve cada vez más afectado por fenómenos meteorológicos extremos, fue uno de los muchos líderes que criticaron a las naciones industrializadas por fallar al mundo en desarrollo. “Nosotros fuimos quienes financiamos la revolución industrial con nuestra sangre, sudor y lágrimas”, anunció a su paso huracanado por Sharm el Sheij. “¿Y ahora tenemos que afrontar la doble penalización de pagar también el coste del aumento de las emisiones? Eso es fundamentalmente injusto”.
Mottley, la misma que rompió los vínculos con la monarquía británica y convirtió a su país en república caribeña, fue sin duda la gran protagonista en la denominada jornada de la financiación con la puesta de largo de la “Agenda Bridgetown”, rebautizada como el Plan Marshall del cambio climático. Su irrupción en escena provocó de hecho las primeras reacciones positivas de la comunidad internacional ante el obstáculo que se interpone hace más de una década entre el norte y el sur global.
La política barbadense, que intervino en un acto organizado por la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, fue mordaz con el Banco Mundial, que muchos países consideran que no ha hecho lo suficiente para centrarse en el clima, y con los países que ofrecen préstamos en lugar de subvenciones.
Las naciones ricas prometieron previamente 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020 a los países en desarrollo para ayudarles a aumentar la resiliencia y hacer más ecológicas sus economías, pero hasta ahora sólo se han alcanzado los 83.000 millones de dólares.
“Hemos sido capaces de acabar con la esclavitud, de poner al hombre en la Luna, de desarrollar una vacuna durante la pandemia en menos de dos años. Y sin embargo seguimos hablando de ‘daños y pérdidas’ causados por el cambio climático sin llegar a una solución, mientras las petroleras se embolsan 200.000 millones de dólares en tres meses. La gente en la Tierra merece algo mejor; a nuestros líderes hay que reclamarles mejores resultados”, dijo la primera ministra al tiempo que advirtió de la existencia de mil millones de refugiados climáticos en todo el mundo a mediados de siglo si los gobiernos no abordan la crisis climática.
El pasado julio, Mottley convocó a decenas de expertos para impulsar la Agenda Bridgetown, con una llamada “urgente y decisiva” a la acción colectiva y ante las múltiples crisis, empezando por la creación de nuevos mecanismos de ayuda económica a los países más afectados por el cambio climático. Mottley explicó su plan a la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, y logró en Egipto la bendición del secretario general de la ONU, António Guterres, que pidió encarecidamente a los líderes que “tengan muy en cuenta sus ideas”.
Su primera reivindicación es cumplir finalmente con el compromiso de 100.000 millones de dólares anuales de financiación a los países en desarrollo, que deberían haberse alcanzado en el 2020 y que sigue demorándose. Ella propone la creación de un nuevo mecanismo multilateral para gestionar las ayudas de “daños y pérdidas” y embarcar al sector privado en la “mitigación” y en la “reconstrucción” tras los desastres climáticos.
En la misma línea, reclama un esfuerzo mucho mayor de ayudas a la “adaptación” (reforestación, construcción de barreras naturales, cosechas resistentes a las sequías) y a la condonación de la deuda que estrangula a muchos de los países más vulnerables en África, Sudamérica y Centroamérica y el sureste asiático.
Los países ricos hicieron hasta ahora todo lo posible por retrasar el debate y no quieren escuchar hablar de “reparaciones” por el impacto del cambio climático. Pese al impulso dado en el COP25, con la creación de la así llamada Red de Santiago, el tema quedó finalmente en la cuneta de la COP26. Los países en desarrollo esperaban a la COP27 africana para volver a la carga, pero tuvieron serios problemas incluso para incluir los “daños y pérdidas” en la agenda.
Solo Dinamarca, Escocia y la Región Valona habían arrimado hasta ahora el hombro. Australia y Nueva Zelanda dieron movimientos en ese sentido y hasta el negociador chino Xie Zhenhua dijo en Egipto que su país (el primer emisor mundial de CO2) estaría dispuesto a contribuir a un fondo de compensaciones. Reino Unido puso también su grano de arena al anunciar que la agencia de crédito a la exportación incluirá por primera vez cláusulas de “resiliencia al clima” vinculadas a la deuda (con una demora de hasta dos años de los pagos si un país sufre un desastre natural).
Mientras tanto, el enviado especial norteamericano, John Kerry, fue criticado por eludir el debate sobre “daños y pérdidas” con la presentación del Energy Transition Accelerator en la COP27, un plan para desarrollar un nuevo mercado de créditos de carbono, centrado en la aceleración de la energía limpia en los países en desarrollo. La iniciativa de EEUU, un día después de que la ONU presentara sus líneas rojas contra el blanqueo ecológico, fue considerada como “una distracción para que las corporaciones del norte global puedan retrasar la reducción de emisiones”.
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