Los incendios forestales en el Delta del Paraná recrudecen de manera periódica y en los últimos tres años la situación se tornó crítica. En medio de la disputa por el tratamiento de la Ley de Humedales, el Instituto Nacional del Agua (INA) informó que aumentó el caudal y altura del río Paraná en varios puertos de Entre Ríos, sin embargo, la sequía y el impacto por la disminución de masas de agua sigue generando alerta entre activistas y especialistas.
Para el doctor en Biología y docente de la UNR, José Vesprini “el Delta del río Paraná es un paisaje que se conformó y se mantiene como tal a partir de la dinámica de las aguas: períodos de crecidas y bajantes” con “milenios de oscilaciones anuales con bajantes en septiembre y crecidas en marzo, sumado a crecidas y bajantes extraordinarias que han forjado un paisaje deltaico único”, detalló a Infobae.
Durante el 2022 los incendios en el Delta del Paraná provocaron secuelas en localidades de distintas provincias. Más allá de la quema de flora y fauna autóctona, las enormes columnas de humo, problemas de salud y reducción de visibilidad fueron algunos de los impactos que enfrentaron habitantes de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Hecho que incluso llevó a una movilización de intendentes al Obelisco y el persistente reclamo para investigar la intencionalidad de los focos ígneos.
Pese a los operativos de prevención, las perspectivas no son favorables ya que las superficie afectada será el doble en comparación con el año pasado. Desde el Servicio Nacional de Manejo del Fuego se brindó a Infobae imágenes Landsat de la NASA y bandas correspondientes al infrarrojo cercano y verde visible para obtener el Índice de Agua de Diferencia Normalizada (NDWI).
En la región del Delta “teniendo en cuenta que el déficit hídrico de carácter histórico que se registra desde hace tres años tiene una relación directa en la disponibilidad de vegetación (combustible vegetal) y que, por la bajante de los ríos, arroyos y cuerpos de agua, existe una mayor superficie expuesta a potenciales incendios, que no tienen barreras naturales para disminuir avances”, informó el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
En 2020 inició el déficit hídrico histórico con incendios que afectaron a 509.637 hectáreas, y si bien al año siguiente las superficies quemadas disminuyeron a un total de 155.860; se mantuvo la disminución de masas de agua. En lo que va del 2022 la cantidad aumentó a 301.734 hectáreas quemadas al mes de septiembre. Dado que continúa la bajante en el caudal del río, para este año se podría duplicar la superficie impactada por los incendios forestales.
En comparación con los datos de los tres años, agosto es el mes donde se registra una mayor cantidad de superficie quemada. La abogada e integrante de El Paraná no se toca, Romina Araguás adjudicó dicha situación a las quemas vinculadas a las actividad agropecuaria. Son “prácticas que se vienen haciendo desde hace mucho tiempo trasladando a los humedales esta costumbre de quemar en la pampa”. Y agregó que “se hacía en las épocas invernales porque septiembre es el periodo de lluvia, y se renueva el pasto”.
Si bien se espera una mejoría en los caudales bases para el último trimestre del año, al tratarse del estiaje más largo de la historia, “la perspectiva al 31/dic/2022 no permite esperar un rápido retorno a la normalidad”, advirtió el Informe Nacional de Peligro de Incendios de Vegetación del Servicio Nacional de Manejo del Fuego publicado en octubre.
De hecho, se indicó que en la zona del Delta “la carga de combustible se encuentra, en numerosas estaciones de referencia por encima de los máximos históricos”, advirtieron. Sumado a dicha situación, las escasas precipitaciones y temperaturas por encima de lo normal harán que el peligro en la zona se mantenga “elevado”. Por tal motivo, se remarcó que se “mantiene las condiciones de sequía extrema de los últimos meses”.
Para Vesprini, investigador del Conicet, el Delta del río Paraná “no es un ecosistema terrestre, tampoco un ecosistema acuático. No se trata por ello de una aberración ni una anormalidad: es un humedal, esa es su identidad y esa identidad es lo que se encuentra en juego”, advirtió.
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Para el especialista, los incendios “son una novedad para estos ecosistemas y son disruptivos” de manera que “no hay especies ni comunidades adaptadas a un régimen de fuego”. Frente a dicha situación, advirtió que “el mayor riesgo que existe es que este paisaje pierda su identidad y se parezca más a un paisaje pampeano que a un humedal: ese es el objetivo de quienes están quemando el humedal”.
El docente de la UNR explicó que son diversos los factores que determinan la disminución en el caudal de agua. Además de las estaciones, también impactan las “modificaciones de otros ecosistemas en la cuenca del Paraná, como grandes deforestaciones, cambios del uso de la tierra y una agricultura extractivista”.
Los cambios en la dinámica hídrica de la región pueden llevar a lo que Vesprini consideró como la “peor pérdida que pueden sufrir los humedales”, es decir, su identidad. En tal sentido, la función que tienen en el ecosistema podría modificarse a futuro debido a que no se puede esperar que “ecosistemas transformados en cenizas puedan contribuir con la captación de dióxido de carbono, purificación del agua y aire, la mitigación de las inundaciones y la morigeración de las temperaturas extremas”, planteó el investigador.
Debido a la magnitud de los incendios, las columnas de humo afectaron en gran parte a Rosario y sus alrededores, pero también se expandió hasta la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Semanas atrás, el Colegio de Farmacéuticos confirmó un aumento en las ventas de barbijos, prescripciones médicas de antialérgicos, spray nasales y gotas oculares; mientras que la titular del Ministerio de Salud de Santa Fe, Sonia Martorano indicó que además del humo también se contó con presencia de ceniza en el aire de modo que hubo un aumento en consultas por dificultades respiratorias.
Ante dichas consecuencias, el docente universitario remarcó que el impacto de las quemas en la salud de la población son graves y por ende, “es muy difícil imaginarse una sociedad que deba reclamar por su derecho a respirar. ¿Será el aire uno de los derechos que tenemos que resignar en función de un modelo productivo no consensuado?”, se preguntó.
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