El volcán Cotopaxi, ubicado a 60 kilómetros al sureste de Quito, es vigilado luego de que presentara signos de retomar su actividad. El último domingo, se registró el descenso de lahares, que son flujos de agua y escombros que caen desde uno de los flancos de un volcán, provocados por el descongelamiento de la capa de nieve del volcán que ahora está cubierta por un manto de ceniza, así lo explicó el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional que monitorea al Cotopaxi.
Desde el pasado viernes, el volcán volvió a dar señales de actividad con registros de un tremor leve por la emisión de gases, vapor de agua y poca ceniza, que ha hecho recordar su reactivación en 2015. En ese entonces, el coloso expulsó grandes bocanadas de gases, vapor de agua y ceniza durante varias semanas, pero luego disminuyó su actividad.
A partir de la reactivación del 2015, el Cotopaxi es uno de los volcanes más vigilados del Ecuador. Este volcán es considerado uno de los 15 más peligrosos del mundo. La amenaza radica en el extenso glaciar que lo cubre y que puede derretirse, lo que afectaría a las poblaciones que se asientan cerca del volcán. De acuerdo con el Instituto Geofísico, la frecuencia histórica de las erupciones del volcán, su estilo eruptivo, su relieve, su cobertura glaciar y porque, en caso de una erupción, la afectación sería significativa en la sierra y costa ecuatorianas.
De acuerdo con el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, los lahares “no fueron co-eruptivos”, sino que fueron producto del descongelamiento de una capa del glaciar: “Esta capa de ceniza facilita el descongelamiento de una fracción superficial del hielo, generando agua que se mezcla con escombros a su paso para generar lahares pequeños. Estos flujos fueron de corto alcance y no llegaron a los ríos aledaños, como son el Cutuchi y el Pita”, informó la entidad.
Los expertos del Instituto Geofísico visitarán este lunes las desembocaduras de las quebradas del flanco nororiental del volcán “para constatar la presencia o ausencia de los depósitos de los lahares secundarios y para realizar las debidas medidas”.
Por ahora, los técnicos aseguran que estos pequeños episodios no tienen los elementos suficientes para generar una alarma. Además de los lahares, la tarde del domingo, se registraron emisiones de gases y vapor provenientes del volcán que alcanzaron 500 metros sobre la cumbre de este.
Aunque la actividad volcánica del Cotopaxi ha sido categorizada como baja, las autoridades declararon la alerta amarilla, para incrementar los niveles de vigilancia del volcán y movilizar recursos en caso de una erupción o emisión alta de ceniza.
Por lo pronto, ninguno de los poblados que se asientan en la zona de influencia del volcán han sido afectados por la ceniza del Cotopaxi.
Ecuador es parte del Cinturón de Fuego del Pacífico y mantiene una intensa actividad sísmica y volcánica. Según el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias, de los 97 volcanes del país al menos 25 han presentado erupciones muy grandes durante los últimos 10 mil años.
Sobre el Cotopaxi, una investigación realizada en el 2015 indica que, en caso de una erupción, 29 parroquias de dos provincias (Pichincha y Cotopaxi) serían las más afectadas. El estudio también indica que el 47 % de los habitantes estarían en peligro por el descenso de los lahares del volcán y 24 % de la población de esa zona se vería afectada por la caída de piedras y cenizas.
Uno de los principales problemas frente a una eventual erupción es la falta de educación en prevención y actuación durante un fenómeno natural como este. Apenas entre el 33% y el 48% de las personas que viven en las zonas de riesgo conocen alguna información sobre el caso.
La última erupción del Cotopaxi se registró en 1887.
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