Científicos de la Universidad de California en San Diego crearon una zapatilla que empieza a biodegradarse tras sólo cuatro semanas bajo el agua. Sus materiales están diseñados para que las criaturas marinas los descompongan en sus sustancias químicas originales, que luego pueden consumir como nutrientes.
Los investigadores afirman que este sustituto del plástico podría hacer frente a la contaminación que actualmente afecta a los océanos del mundo.
“La eliminación inadecuada de plástico en el océano se descompone en microplásticos y se ha convertido en un enorme problema medioambiental. Hemos demostrado que es absolutamente posible fabricar productos de plástico de alto rendimiento que también puedan degradarse en el océano”, declaró Stephen Mayfield, profesor de Biología Molecular de la universidad.
Para el experto, “en primer lugar, los plásticos no deberían llegar al océano, pero si lo hacen, este material se convierte en alimento para los microorganismos y no en basura plástica y microplásticos que dañan la vida acuática”.
En 2010, los investigadores estimaron que 8.000 millones de kilogramos de plástico acaban en el océano cada año, y se prevé un fuerte aumento para 2025. El calzado contribuye en gran medida a estos residuos, tanto en el agua como en los vertederos, y las chanclas de plástico son también el calzado más popular del mundo.
Cuando los residuos de plástico entran en el océano, alteran los ecosistemas marinos y migran formando gigantescos montones de basura, como el Gran Parche de Basura del Pacífico, de 1,6 millones de kilómetros cuadrados.
El material no se degrada nunca por completo en el mar, sino que se rompe en diminutos microplásticos que permanecen allí durante siglos.
Durante los últimos ocho años, el equipo del profesor Mayfield ha estado desarrollando espumas de poliuretano hechas con aceite de algas, que en 2020 demostraron que se degradaban rápidamente en el compost y el suelo.
La espuma también cumple los requisitos comerciales para la plantilla de las chanclas, así como para la sección de la entresuela amortiguadora de los zapatos. Para su nuevo estudio, publicado en la revista Science of The Total Environment, querían probar si sumergir el material en agua de mar daría los mismos resultados.
Para ello, expusieron muestras de espuma a un ecosistema natural cercano a la costa en el Muelle Conmemorativo y Acuario Experimental Ellen Browning Scripps durante un periodo de hasta 30 semanas.
Los cambios en los enlaces moleculares de las muestras se rastrearon mediante espectroscopia infrarroja por transformación de Fourier y se visualizaron con microscopia electrónica de barrido.
Se comprobó que el poliuretano empezó a biodegradarse al cabo de sólo cuatro semanas, ayudado por una serie de organismos marinos. “Me sorprendió ver cuántos organismos colonizan estas espumas en el océano. Se convierte en algo así como un arrecife microbiano”, remarcó Mayfield. Las bacterias y los hongos descomponen las largas moléculas de poliuretano en sus sustancias químicas iniciales, que luego pueden consumir como nutrientes.
El equipo identificó estos microorganismos y los localizó en seis lugares de San Diego. Esto sugiere que el tipo de criaturas capaces de degradar el material son frecuentes en todo el entorno marino natural.
“Ninguna disciplina por sí sola puede abordar estos problemas medioambientales universales, pero hemos desarrollado una solución integrada que funciona en tierra y que ahora sabemos que también se biodegrada en el océano”, concluyó el especialista.
Océanos cada vez más contaminados
Los océanos constituyen más del 70% del planeta y son esenciales para sustentar y promover la vida. Su degradación podría desestabilizar la dinámica de la tierra con los recursos naturales. “Sin el océano, no habría vida como la conocemos hoy”, explicó en diálogo con Infobae, Maite Durietz, licenciada en Gestión Ambiental.
Según la ONU, producen alrededor del 50% del oxígeno del planeta y albergan la biodiversidad de la tierra. Es la principal fuente de proteína para más de mil millones de personas en el mundo y para 2030, alrededor de 40 millones de personas se ganarán la vida trabajando en industrias marítimas.
Los océanos también absorben casi el 30% del dióxido de carbono producido por los humanos, lo que ayuda a mitigar el calentamiento global. Sin embargo, a lo largo de los años, tuvieron que presenciar el agotamiento del 90% de las poblaciones de peces grandes y la destrucción del 50% de los arrecifes de coral debido a actividades humanas imprudentes.
Proteger el planeta es una preocupación global y nuestra responsabilidad colectiva. ¿Qué podemos hacer para ayudar desde nuestro lugar? “Primero que nada, revisar nuestro vínculo con el océano. Para eso es necesario informarnos y ser más conscientes de los impactos que puede generar cada acción que realizamos”, finalizó Durietz.
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