La historia ha demostrado que los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes y tienen un mayor impacto, independientemente de la ubicación geográfica. En un entorno de análisis de riesgos, la probabilidad de que suceda y cuáles son las consecuencias, son preguntas motivadoras que buscan respuestas.
Un análisis profundo sobre las lecciones que las olas de calor extremas de este verano están aportando a los científicos acaba de publicarse en la revista Nature. Allí, la especialista Alexandra Witze, con una licenciatura en geología del MIT y una certificación de posgrado en comunicación científica de la Universidad de California, Santa Cruz, realizó un pormenorizado recorrido a partir de las olas de calor sin precedentes que han arrasado muchas partes del mundo en las últimas semanas.
En junio, Tokio pasó nueve días consecutivos por encima de los 35ºC, su ola de calor más severa desde que comenzaron los recuentos oficiales en la década de 1870. A mediados de julio, el Reino Unido batió récords cuando las temperaturas superaron los 40ºC por primera vez desde que comenzaron las mediciones. Mientras tanto, los incendios forestales potenciados por el calor devastaron partes de Francia, España, Grecia y Alemania. Y China se ha enfrentado a múltiples olas de calor generalizadas, incluida una que azotó a más de 400 ciudades en julio último.
Bajo este paradigma, en todo el mundo los especialistas en cuestiones climáticas han advertido sostenidamente que las olas de calor golpearán con mayor frecuencia y con temperaturas más altas a medida que el mundo se calienta. No obstante, el futuro ha llegado más rápido de lo que presagiaban los investigadores, particularmente en Europa Occidental, que es un punto crítico para las olas de calor, según una investigación publicada el mes pasado. Estas no son solo olas de calor cada vez más poderosas, sino que, además, rompen récords y han desafiado las expectativas derivadas de los modelos climáticos.
En el análisis de Nature se destaca que “el calor extremo es una de las consecuencias más mortales del calentamiento global. Mata a las personas directamente, como las que trabajan al aire libre. Y sobrecarga las redes de energía, interrumpiendo el suministro de electricidad en momentos en que las personas más necesitan aire acondicionado o ventiladores para sobrevivir en hogares sobrecalentados”. Se estima que una ola de calor en Europa en 2003 mató a más de 70.000 personas. Y también pueden exacerbar otros desastres, como los incendios forestales, y cobrar un alto precio en la salud mental.
Disparadores térmicos
Si bien la tendencia de olas de calor ha ido recrudeciendo, recién luego de una etapa crítica en junio de 2021 en el noroeste del Pacífico de América del Norte, los especialistas comenzaron a concentrarse arduamente en su seguimiento. Esa ola de calor estaba tan lejos de lo predecible que reubicó a los científicos en el estudio de los fenómenos.
En una investigación se demostró que solo cinco olas de calor registradas en cualquier parte del mundo desde 1960 habían sido más extremas. Mirando los registros de temperatura en el noroeste del Pacífico de los años anteriores al evento, parecía completamente inverosímil, pero sucedió impulsada principalmente por un sistema atmosférico de alta presión que canalizó aire caliente, combinado con condiciones de suelo más secas de lo normal en gran parte de la región.
La ola de calor del pasado mes de julio en el Reino Unido no fue tan severa, pero aún podría pasar a la historia como el evento que hizo que una nación tomara conciencia de los peligros del calor extremo. Los días 18 y 19 de julio, una amplia franja del país batió nuevos récords de temperatura, en muchos casos 3° o 4 ºC más altos que el anterior. Cuarenta y seis estaciones meteorológicas rompieron el récord anterior de temperatura máxima del país de 38,7 ºC, que se estableció hace apenas tres años. Se estima que cientos de personas han muerto. Un estudio de modelado climático publicado hace dos años encontró que era posible, aunque no probable, que el Reino Unido superara los 40ºC en las próximas décadas. “Y sin embargo sucedió este año, con una nueva máxima nacional de 40,3 ºC”, sentenció Witze en su artículo.
Algunas causas posibles que harían entender los hechos presentes podríab deberse a que los modelos climáticos no capturan todo lo que influye en las olas de calor y, por lo tanto, no proyectan los extremos de calor futuros con total precisión. “Los cambios en factores que incluyen el uso de la tierra y el riego afectan las olas de calor de una manera que los modelos aún no tienen en cuenta por completo. Eso significa que las proyecciones del modelo a veces pueden juzgar mal el verdadero impacto del cambio climático”, dijo Witze.
Un análisis realizado el 28 de julio por el grupo de investigación internacional World Weather Attribution encontró que el cambio climático inducido por el hombre hizo que la ola de calor de este año en el Reino Unido fuera al menos diez veces más probable. El documento también concluyó que la ola de calor habría sido entre 2° y 4 ºC más fría en ausencia del calentamiento global.
Tal como ocurriera con la ola de calor del 2021, la presente del Reino Unido podría convertirse en un nuevo prisma para comprender qué hace que estos fenómenos se vuelvan aún más extremas de lo esperado.
Aunque el Reino Unido se muestra como un epicentro apto para el estudio, toda Europa ya ha experimentado varias olas de calor este año. Durante las últimas cuatro décadas, el calor extremo ha aumentado a un ritmo tres o cuatro veces más rápido que en otras regiones de latitudes medias del hemisferio norte.
“Eso podría deberse a que la corriente en chorro atmosférica que fluye hacia el este a través del Océano Atlántico Norte a menudo se rompe en dos hebras separadas a medida que se acerca a Europa. Cuando eso sucede, los hilos pueden canalizar las tormentas lejos de Europa y permitir que se desarrollen y persistan las olas de calor. Todavía no está claro si el cambio climático está provocando más de estos chorros dobles, pero ese patrón provocó la ola de calor de julio en Europa occidental y es responsable de muchos de los otros eventos de calor recientes allí”, afirmó Witze.
Un punto más que destacó la analista es que el calor extremo ha ocurrido simultáneamente en varias partes del mundo. Tales olas de calor simultáneas se volvieron seis veces más comunes en el hemisferio norte entre 1979 y 2019, según un estudio publicado en febrero. Una condición que, para la autora “podría radicar en los patrones atmosféricos llamados ondas de Rossby que se asientan en forma de serpiente alrededor de todo el planeta, creando patrones de clima estancados en ciertos lugares, que luego se vuelven propensos al calor extremo”.
La temporada no ha terminado y los científicos reiteran la importancia de reducir las emisiones de carbono y aumentar la capacidad de las personas para adaptarse a las temperaturas extremas. Trabajar en las proyecciones climáticas para el futuro parece ser la clave para comprender los fenómenos que se avizoran, pero también para prevenir las consecuencias.
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