En 1942 el británico Cecil Miles descubrió en el lago de la Tota, en Boyacá (Colombia) una “especie endémica” y hasta ese momento desconocida. El animal sorprendió al biólogo por su extraña morfología, y al describirlo en su libro Peces del río Magdalena (1947) lo llamó el pez graso (Rhizosomichthys totae).
Desde entonces, más de 70 años han pasado sin que el particular pez se haya vuelto a encontrar, por lo que en 2012 fue declarado extinto en el Libro rojo de peces dulceacuícolas de Colombia, convirtiéndose en el primer pez catalogado como extinto en el país.
Pero recientemente, un grupo de científicos, biólogos e ictiólogos del país están convencidos de que la especie no está extinta, y que podría encontrarse en otros ecosistemas diferentes al lago de la Tota, donde se creyó que habitaba exclusivamente.
La investigación todavía está en curso, y en ella participan varias de las universidades más prestigiosas del país, en un proyecto que incluso tiene el respaldo del actor Leonardo DiCaprio, quien es un activista dedicado a la preservación del medio ambiente y el mundo animal.
De tener éxito, el pez graso se convertiría en el más reciente ejemplo del “efecto lázaro”, nombre con el que se denominan a las especies que se creyeron desaparecidas por décadas e incluso siglos y que son encontradas nuevamente.
El término fue acuñado en 1983 por los paleontólogos Karl Flessa y David Jablonski, quienes definieron el concepto de “Lazarus Taxa” para describir el fenómeno de toparse con una especie considerada como extinta. El nombre es una clara referencia al personaje bíblico de Lázaro de Betania, a quien, según el evangelio de Juan, Jesús de Nazaret resucitó de entre los muertos.
A lo largo de la historia, extraordinarios animales que se creían perdidos fueron descubiertos nuevamente, y entre ellos destacan los siguientes:
Celacanto
Los celacantos son un antiguo orden de peces que se creyeron extintos al final del período Cretácico hace más de 65 millones de años. Eso fue hasta 1938, cuando se descubrió milagrosamente uno frente a la costa este de Sudáfrica, cerca de la desembocadura del río Chalumna.
Estrechamente relacionados con los peces pulmonados y los tetrápodos, los celacantos se encuentran entre los peces con mandíbula más antiguos que se conocen. Pueden vivir hasta 100 años y nadar a profundidades de 90 a 100 metros.
Entre 1938 y 1975, frente a la costa este de África Oriental, se descubrieron 84 especímenes separados de lo que se conoció como Latimeria chalumnae, o el celacanto del Océano Índico Occidental.
Para 1997 otro descubrimiento sobre este pez ocurrió en un mercado de pescado en el norte de Sulawesi, Indonesia, cuando el conservacionista marino Mark Erdmann y su esposa visitaron el lugar. Al notar el espécimen extraño Erdmann tomó varias fotos, y no pasó mucho tiempo antes de que el pez fuera identificado como una especie única de celacanto, Latimeria menadoensis, o el celacanto de Indonesia.
Erdmann alentó a los pescadores locales a buscar más especímenes y, en julio de 1998, se capturó el primer espécimen vivo de Latimeria menadoensis.
Pecarí del Chaco
El Chacoan es la especie de pecarí más grande (por tamaño) de las tres existentes. Una bestia que se parece a un cerdo pero proviene de un continente diferente y no puede ser domesticada.
El pecarí del Chaco se describió por primera vez en 1930 basándose únicamente en registros fósiles y se creyó extinto. Luego, en 1971, se descubrieron animales vivos en la región del Chaco de Salta, Argentina. Hoy en día hay alrededor de 3.000 individuos conocidos.
Su nombre científico es Catagonus wagneri y es la última especie existente del género Catagonus. Se diferencia de otras especies de pecaríes por tener un tercer dedo trasero, mientras que las otras especies solo tienen dos. También tiene orejas, hocicos y colas más largas.
Los animales viven en manadas de hasta 20 individuos y son más activos por la mañana, alimentándose de varias especies de cactus. Usan sus hocicos para hacer rodar cactus por el suelo, frotándose las espinas.
El pecarí del Chaco es vulnerable a la actividad humana y el número de manadas está disminuyendo. Los zoológicos de América del Norte y Europa han establecido programas de cría en cautiverio.
Ballena asesina falsa
Esta especie fue descrita por primera vez por el paleontólogo británico Richard Owen en su libro A History of British Fossil Mammals and Birds (Una historia de fósiles, mamíferos y pájaros británicos) publicado en 1846 a partir de un cráneo descubierto en 1843.
El cráneo fue encontrado en Stamford, Lincolnshire, Reino Unido y data de hace 126.000 años. El animal al que pertenecía se creyó extinto hasta que en 1861 los cadáveres de una manada entera fueron encontrados en las costas de Dinamarca. Al año siguiente, la especie se trasladó al género recién creado Pseudorca, que reflejaba que no era ni una marsopa ni una orca.
Las ballenas asesinas falsas están estrechamente relacionadas con el delfín de Risso, la ballena cabeza de melón (Peponocephala electra), la orca pigmea (Feresa attenuata) y la ballena piloto (Globicephala spp).
Entre los delfines más grandes, la falsa ballena asesina mide 6 metros de largo y pesa hasta 2,200 kilos. Es un animal gregario que interactúa con los delfines mulares y los calderones, e incluso puede aparearse con ellos, produciendo lo que se conoce como “wholphins”.
Las ballenas asesinas falsas viajan en grandes manadas de hasta 500 miembros y permanecen dentro de sus manadas la mayor parte de sus vidas. Se encuentran en aguas oceánicas tropicales y semitropicales.
En noviembre de 2012, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) declaró en peligro de extinción a la población hawaiana de falsas ballenas asesinas, que comprende unos 150 individuos.
Petrel de las Bermudas
El dramático redescubrimiento del petrel de las Bermudas se ha convertido en una de las historias más inspiradoras en la historia de la conservación de la naturaleza.
Estas aves se creyeron extintas durante 330 años, con los últimos avistamientos en la década de 1620. Luego, en 1951, se encontraron 18 parejas anidando en islotes rocosos remotos en Castle Harbour.
Aun así, todavía están luchando contra la extinción y hoy en día tienen una población global de poco más de 250 individuos.
Rata de roca laosiana
En 1996 investigadores de la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre estaban visitando un mercado de carne en Thakhek, Khammouan, Laos, cuando vieron un roedor parecido a una ardilla de aspecto extraño. Para 1998, los aldeanos locales habían encontrado tres especímenes adicionales muertos.
Una combinación de una rata y una ardilla, las ratas de roca de Laos son de color gris oscuro con una cola negruzca que está flácida. Tienen una cabeza grande con orejas redondas y bigotes muy largos. Miden alrededor de 26 centímetros de largo con una cola de 14 centímetros.
El 13 de junio de 2006, un profesor emérito de la Universidad Estatal de Florida y un biólogo de vida silvestre tailandés anunciaron que habían capturado, fotografiado y grabado en video un espécimen vivo de la especie.
Esto hizo que la zoóloga británica Paulina Jenkins propusiera que el animal fuera colocado en una familia completamente nueva, sin embargo, una paleontóloga de vertebrados del Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh, Mary Dawson, argumentó y demostró que la rata pertenecía a la antigua familia fósil Diatomyidae que se pensaba que se había extinguido hace 11 millones de años.
Solenodonte cubano
Esta criatura de aspecto extraño es tan rara que solo se han capturado 37 especímenes en toda la historia.
Fue descubierto inicialmente en 1861,pero no se encontraron más individuos desde 1890 hasta 1974. Es un animal inusual entre los mamíferos porque su saliva es venenosa.
Hasta 2003 no se conoció un nuevo avistamiento y se temía que el animal hubiera desaparecido, así que cuando se encontró un espécimen del solenodonte cubano fue una gran noticia y se le bautizó como “Alejandrito”.
Monito del Monte
Este pequeño marsupial, de nombre científico Dromiciops gliroides, es nativo sólo de Argentina y Chile y es la única especie viva del antiguo orden Microbiotheria. Fue descrito por primera vez por el zoólogo británico Oldfield Thomas en 1894.
El Monito del Monte es un antepasado de los marsupiales australianos, probablemente debido al hecho de que Australia y América del Sur estaban conectadas a través de la Antártida durante el Período Cenozoico temprano.
Los Monitos del Monte miden entre 8 y 13 centímetros de largo, tienen una cola algo prensil. Las hembras tienen una bolsa forrada de piel con cuatro pezones , y las crías permanecen en la bolsa durante unos cinco meses. Después de salir de la bolsa, se montaran en la espalda de la madre para terminar su desarrollo.
La especie es nocturna y arborícola y se alimenta de insectos, invertebrados y frutos, especialmente del muérdago. El animal es el único agente de dispersión de esta planta, y la germinación tiene lugar en su intestino. Los científicos estiman que la relación entre las dos especies comenzó hace 60 a 70 millones de años.
Murciélago de la fruta de Bulmer
En el menú de los habitantes de las cavernas de Papúa Nueva Guinea de hace 10.000 años estaban los murciélagos de la fruta. Así lo demostraron los hallazgos de la arqueóloga Sue Bulmer quien en 1960 encontró excavando cuevas en la zona restos fósiles de estos animales.
Ella envió algunos especímenes a un especialista de la Universidad de Papua Nueva Guinea llamado James Menzies, quien encontró que uno de ellos tenía una mandíbula de forma extraña y sus alas estaban colocadas inusualmente sobre su espalda. Menzies se dio cuenta de que era una nueva especie de murciélago a la que llamó Aproteles bulmerae en honor a Sue Bulmer.
Unos 14 años después, otro antropólogo, David Hyndman estaba estudiando al pueblo Wopkaimin de Papúa Nueva Guinea. Hyndman los acompañó en un viaje de caza de murciélagos a la cueva Luplupwintem, que se encuentra a 2.300 metros sobre el nivel del mar, donde mataron a muchos murciélagos.
Hyndman notó que los murciélagos parecían inusuales, y después de una pelea con uno de los perros de Wopkaimin por el cadáver de un murciélago, Hyndman lo envió a un experto para que lo evaluara.
Ese experto resultó ser James Menzies, quien se dió cuenta de que lo que le había mandado Hyndman era un espécimen de murciélago de la fruta de Bulmer, el cual no estaba extinto como había pensado, sino vivo y bien en las cuevas de Nueva Guinea.
Sin embargo, durante los viajes posteriores que hizo Hyndman a la cueva en 1977 y 1985, no se encontraron murciélagos y se volvió a temer que la especie finalmente se hubiera extinto.
Pero fascinado por la historia del escurridizo murciélago de la fruta Bulmer, el paleontólogo Tim Flannery comenzó a hacer viajes a la zona y, en 1992, al entrar en la cueva de Luplupwintem, fue recompensado con la visión de más de 100 murciélagos de Bulmer.
Estos ejemplos llenan arrojan una luz de esperanza sobre el proyecto de los investigadores colombianos, quienes esperan, más pronto que tarde, dar la buena noticia de que la especie de pez graso, endémica del país, volvió a la vida, como Lázaro.
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