La COP26, que acaba de finalizar en Glasgow, Escocia, resultó un gran dejà vu. El trabajoso acuerdo al que se llegó luego de dos semanas de negociaciones apenas deja vivo el objetivo de 1.5ºC propuesto por el Acuerdo de París y dilata para el año próximo, la presentación de nuevos compromisos para bajar la temperatura media global que haga posible la vida de nuestros hijos y nietos.
Discusión por el lenguaje, demora en la implementación de planes concretos, indefinición respecto del financiamiento por parte de los países ricos y decepción de los países pobres y la sociedad civil. Nada nuevo en el mundo diplomático, pero algo nuevo y peligroso para la humanidad: sólo quedan 98 meses para actuar y poder tener una chance frente a la crisis climática.
Aunque el compromiso sin precedentes de eliminación de los combustibles fósiles se vio debilitado por un acuerdo de última hora entre China (el mayor consumidor de combustibles fósiles del mundo), Estados Unidos (el mayor productor de combustibles fósiles del mundo), la UE y la India, sigue ahí. A pesar de que se ha rebajado el término “eliminación” a “reducción progresiva”, la causa de la crisis climática ha sido denunciada por primera vez desde el Protocolo de Kyoto por los 198 firmantes del Acuerdo de París.
El cambio de lenguaje fue condenado por los pequeños estados insulares, Suiza, México e -irónicamente- la UE, que decidió apoyar el cambio a pesar de calificarlo de “mala opción económica”.
Pero, a pesar de los avances en la reducción de emisiones futuras, la COP26 falló a los más afectados por la crisis climática ahora. La UE y Estados Unidos se negaron a crear un fondo al que los países más pobres pudieran recurrir para responder a la crisis, lo que indignó a las islas pequeñas y a muchas naciones vulnerables al clima.
Al igual que en el caso de la pandemia de COVID, la solidaridad mundial para salvar vidas no se ha puesto de manifiesto en Glasgow.
La gran prueba para Glasgow será el cumplimiento: los próximos 18 meses son cruciales para determinar si los países adoptan medidas alineadas con el 1,5ºC, lo que significa reducir las emisiones en un 45% para 2030.
“Los textos aprobados reflejan los intereses, las condiciones, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo actual (...) Desgraciadamente la voluntad política colectiva no fue suficiente para superar algunas contradicciones profundas”, dijo el secretario de las Naciones Unidas, Antonio Guterres.
En qué se avanzó:
1) Cerrar el libro de reglas de París (el famoso artículo 6) significa que, para 2024, todos los países tendrán que comunicar datos detallados sobre las emisiones que constituirán la base de referencia a partir de la cual se podrán evaluar las futuras reducciones.
2) El acuerdo sobre las nuevas reglas del mercado de carbono cierra algunas de las lagunas que se habían considerado y crea un régimen de comercio estructurado entre países, pero el lenguaje no es lo suficientemente claro como para impedir que las empresas jueguen con el sistema.
3) Acuerdo sobre 2025 como fecha en la que los países desarrollados deben duplicar sus fondos colectivos para la adaptación, basándose en las promesas de 2019. Esto no proporcionará los miles de millones necesarios para la financiación de la adaptación que necesitan los países más pobres, pero es una mejora importante en el estado de la financiación del clima: actualmente sólo una cuarta parte de la financiación del clima se destina a la adaptación, mientras que la mayoría sigue siendo para la mitigación.
Inés Camilloni, investigadora de la UBA y el Conicet y autora del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático, por sus siglas en inglés) sostuvo: “Aunque el objetivo de 1,5°C sigue vivo, cuanto más se retrase, más difícil será alcanzarlo... Estamos ante promesas y compromisos, pero hay que actuar ahora. No hay tiempo que perder. Tendríamos que reducir las emisiones en más de un 7% cada año, y este año han vuelto a aumentar. La única reducción con una tremenda pandemia fue en 2020, en algo más del 5%. “Mientras se sigan posponiendo las decisiones importantes, el mensaje es desalentador. Desde los autores del IPCC sacamos una declaración pidiendo la importancia de limitar en 1,5°C y la urgencia. Las pruebas están ahí y el mensaje es claro y contundente”.
La cumbre que acaba de finalizar se caracterizó por el anuncio de varios acuerdos sectoriales que marcan un camino; sin embargo no es clara la implementación y quedará en manos de cada geografía.
La COP26 falló a los más afectados por la crisis climática ahora
Por caso los acuerdos sectoriales sobre los bosques, el carbón, los coches, el metano y un acuerdo de 24.000 millones de dólares para detener la financiación de los combustibles fósiles en el extranjero tienen el potencial de hacer avances significativos en la reducción de las emisiones, pero requerirán la traducción de los gobiernos nacionales en políticas y planes que tienen que ser presentados a la COP en Egipto el próximo año.
También los anuncios de los bancos y de los inversores en la primera semana fueron numerosos, pero carentes de sustancia.
En respuesta a los temores de que las empresas se vean obligadas a lavar su imagen, un nuevo grupo de expertos que evaluará las afirmaciones de las empresas sobre el nivel cero, anunciado por el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, tendrá que hacer su trabajo. Una cuestión clave será si esos planes impulsan la reducción de las emisiones, y no una intervención en las compensaciones.
“Muchas cosas pasaron en esta COP, y por eso es importante mantener claridad sobre las implicancias de cada una de ellas; mientras hubo anuncios de alto nivel sobre sectores clave (Bosques, Metano, Carbón, Movilidad), es importante mencionar que éstos no tienen mecanismos concretos de rendición de cuentas y que aún queda sabor a poco en relación a los temas ‘habilitantes’ de la agenda oficial de Naciones Unidas para la acción climática como financiamiento para las transiciones, la adaptación y los daños y pérdidas.”, reflexionó Enrique Maurtua Konstantinidis, experto en cambio climático de la Fundación Ambiente y Recursos Nacionales que, como parte de la sociedad civil, siguió las negociaciones en Escocia.
Lo que no se entregó
Respecto de Pérdidas y Daños, los fondos para compensar a quiénes ya han sufrido los embates de la crisis climática hubo mucho descontento. Los países en desarrollo querían un plan claro para un mecanismo de financiación de pérdidas y daños. Esto no ocurrió, y el año que viene la atención se centrará en este tema en la COP27, en Egipto. Los países africanos gastan hasta un 10% del PIB al año en adaptación, mientras que los impactos podrían suponer un golpe del 20% del PIB en los países pobres para 2050, según Christian Aid.
“Esta cumbre ha sido un triunfo de la diplomacia sobre la sustancia real. El resultado aquí refleja una COP celebrada en el mundo rico y el resultado contiene las prioridades del mundo rico. Los países desarrollados no sólo no han aportado los US$100.000 millones prometidos a los países más pobres, sino que tampoco han reconocido la urgencia de aportar esta ayuda financiera. Afirman que quieren que se reduzcan urgentemente las emisiones, pero siguen ampliando la producción de combustibles fósiles dentro de sus propias fronteras.”, opinó Mohamed Adow, director de Clima y Energía de Power Shift Africa.
En el mismo sentido se pronunció Máximo Mazzocco, de Ecohouse, una de las organizaciones juveniles que participaron de la cumbre: “La burocracia internacional debe actualizarse a la par de la emergencia que estamos viviendo, de la misma manera que lo hizo con el COVID-19. Pero, considerando la inclusión, las diferencias culturales y la transición justa. Sin dudas, todavía no estamos a la altura de la circunstancias”.
La joven sueca, Greta Thunberg, que estuvo presente durante la primera semana en Glasgow opinó vía Twitter: “Terminó la COP26. He aquí un breve resumen: bla, bla, bla”.
Pero el verdadero trabajo continúa fuera de estos salones. Y nunca nos rendiremos, nunca”.
En el Norte global la evaluación se acerca al medio vaso lleno. El primer ministro británico, Boris Johnson, estableció como medida de éxito para esta COP la acción sobre el carbón, los coches, el dinero y los árboles.
El grupo de investigadores internacional, Climate Action Tracker descubrió que los acuerdos sobre el metano, el carbón, los bosques y el transporte contienen medidas adicionales que reducirían la brecha de emisiones a una trayectoria de 1,5ºC en un 9% o 2,2 gigatoneladas de CO2.
Manuel Pulgar-Vidal, responsable mundial del clima y la energía del WWF, dijo: “Debemos reconocer que se han hecho progresos. Ahora hay nuevas oportunidades para que los países cumplan lo que saben que hay que hacer para evitar una catástrofe climática. Pero, a menos que se centren en la aplicación y muestren resultados sustanciales, seguirán viendo cuestionada su credibilidad”.
Plazos
Respecto de los plazos para los países, se decidió que todos los países deben entregar los planes climáticos a Naciones Unidas en ciclos de 5 años, aunque los analistas señalan el uso de la palabra “alentar” para utilizar un marco temporal común para las NDC a partir de 2025 (con los países presentando las NDC de 2035 en 2025, las NDC de 2040 en 2030, etc.). Este lenguaje “alentar” es más débil que antes.
Las organizaciones civiles no dejaron de manifestarse fuera del venue, en Glasgow. No están satisfechas con el documento final. José Gregorio Mirabal Díaz, líder electo de la COICA, organización que agrupa a los líderes indígenas de las nueve naciones de la Amazonia, dijo: “Siempre tendremos la esperanza de poder detener la crisis climática con el apoyo de todos, pero hasta ahora el modelo de desarrollo extractivista ha engañado al mundo. Esto debe cambiar ahora. Si la solución es proteger la naturaleza para evitar el cambio climático, esto sólo se puede hacer con la titulación para los pueblos indígenas, permitiéndonos auto-demarcar nuestros territorios para que no vengan invasiones externas, ya sea de petróleo, oro, minería o cualquier tipo de explotación extractiva.”
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