Si en la anterior Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático me hubiesen preguntado por la atención dada al sector salud, habría dicho que fue casi inexistente. Este año, en la vigesimosexta edición (COP26) en Glasgow, Reino Unido, la historia es otra. En parte porque seguimos combatiendo una pandemia causada por una enfermedad zoonótica, y en parte porque 2021 fue un año devastador en cuanto a eventos climáticos catastróficos en todo el mundo, en la COP26 el mensaje empieza a resonar: la emergencia climática es una crisis de salud pública.
Esta crisis tiene dos caras. Por un lado, los impactos climáticos de corto y largo plazo tienen un altísimo costo humano en términos de enfermedades, lesiones y muertes. El aumento en la morbilidad incrementa la demanda de atención sanitaria, lo que pone presión sobre sistemas de salud de por sí abrumados. También son vulnerables el personal, las operaciones y la infraestructura del sector salud. Por otro lado, el sector salud representa al menos 4,4 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (si fuese un país, sería el quinto emisor más grande del mundo). Es un sector a la vez altamente vulnerable y altamente contaminante, y no se puede resolver una parte de la ecuación sin la otra.
Por ello, el anuncio que se hizo este martes en el marco de la COP26 es un hito. Como parte del Programa de salud de la COP26, una iniciativa de la Presidencia de la COP, la Organización Mundial de la Salud y la organización no gubernamental Salud sin Daño, 50 países se comprometieron a desarrollar sistemas de salud resilientes, sostenibles y bajos en emisiones (algunos incluso apuntando hacia cero emisiones netas). Notablemente, entre ellos hay 10 de América Latina y el Caribe: Argentina, Bahamas, Belice, Chile, Colombia, Costa Rica, Jamaica, Panamá, Perú y República Dominicana.
Implementar requerirá una gran coordinación intersectorial, voluntad política en todos los niveles, y por supuesto, recursos. A su vez, es una decisión de sentido común: los cobeneficios en salud de la acción climática multiplican los costos, y así como en la atención médica, en las acciones de mitigación y adaptación siempre es más efectivo prevenir que reaccionar.
Este hito hace eco de un creciente movimiento de acción climática desde y en el sector salud, liderado por profesionales de la salud en todo el mundo que entienden las implicaciones de un clima cambiante sobre el bienestar de sus comunidades. En el evento de alto nivel en el que se realizó el anuncio, se presentó un video que, como nunca antes en una COP, dio voz a sus demandas.
Una de esas voces fue la de Verónica Torres Cerino, médica del Hospital Universitario Austral de Argentina, en representación a los miembros de la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables de América Latina y el Caribe. Se trata del primer hospital en la región en sumarse a la campaña de las Naciones Unidas “Carrera hacia el cero”, por medio de la cual 54 instituciones, que representan a más de 14.000 hospitales y centros de salud en 21 países, se han comprometido a alcanzar cero emisiones netas para 2050. En nuestra región y en todo el mundo, las instituciones de salud están liderando con el ejemplo.
El anuncio es importante, pero cuando se apaguen las luces de la COP26, habrá que dar seguimiento a la implementación. Más de 45 millones de profesionales de la salud enviaron una carta a las y los representantes nacionales que vinieron a Glasgow para exigirles acción. Su mirada estará ahora sobre los países industrializados, que deben garantizar que los países en desarrollo que se sumaron tengan acceso a financiamiento, tecnología y fortalecimiento de capacidades para hacer realidad tan ambiciosos compromisos. A pesar de los desafíos por delante, esta es una victoria más de un movimiento que ya es imparable.
Andrea Hurtado Epstein es gerenta del programa de cambio climático de Salud sin Daño para América Latina
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