El metano, cuyas emisiones Estados Unidos y la Unión Europea quieren reducir, es un gas muy nocivo para el clima. Está muy vinculado a actividades humanas (agricultura, energía, residuos) sobre las que es posible actuar. El CO2 o dióxido de carbono es un compuesto de carbono y oxígeno que existe como gas incoloro en condiciones de temperatura y presión estándar. Ambos están íntimamente relacionados con el efecto invernadero.
El metano (CH4) es un gas muy común, que existe en su estado natural en la Tierra puesto que se trata del principal componente del gas natural, utilizado como fuente de energía.
También es el segundo gas de efecto invernadero de origen antrópico (ligado a la actividad humana) después del dióxido de carbono (CO2). Pero su efecto de calentamiento es 28 veces mayor por kilogramo que el del CO2 en un horizonte de 100 años.
Sin embargo, su vida en la atmósfera es relativamente corta (unos diez años, frente a décadas o incluso cientos de años en el caso del CO2). El metano también participa en la producción de ozono, un contaminante peligroso para las personas y que afecta a los ecosistemas.
Las emisiones globales de metano aumentaron un 9% entre 2006 y 2017, según un estudio llevado a cabo por más de 100 investigadores internacionales bajo los auspicios del Global Carbon Project y publicado en 2020.
¿De dónde provienen las emisiones?
Alrededor del 40% de las emisiones de metano son de origen natural, sobre todo en los humedales. El permafrost también contiene inmensos volúmenes de metano, que podrían liberarse en la atmósfera si este suelo congelado sigue derritiéndose debido al calentamiento global.
Las actividades humanas causan el 60% restante. La agricultura provoca, según los investigadores, la mayoría de las emisiones antrópicas de metano: el 30% procede de la ganadería (fermentación digestiva y estiércol) y el 8% del cultivo de arroz.
En las energías fósiles, la explotación de petróleo y gas representa el 22% de las emisiones antrópicas y la extracción de carbón, el 11%. La gestión de residuos sólidos y líquidos representa el 18% de las emisiones y los incendios de biomasa y biocombustible el 8%. El resto de las emisiones se deben al transporte y la industria.
¿Es posible actuar?
Estados Unidos y la Unión Europea trabajan juntos en un borrador de acuerdo que promete reducir las emisiones de origen antrópico de metano en al menos un 30% para 2030 respecto a los niveles de 2020.
“Reducir la contaminación por metano constituye la estrategia más rápida y eficaz que tenemos para reducir el ritmo del calentamiento global. Los beneficios serán casi inmediatos”, aseguró Fred Krupp, presidente de la oenegé Environmental Defense Fund (EDF).
En un informe publicado este año, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) estimó que las emisiones de metano podrían reducirse en un 45%, o sea 180 millones de toneladas por año, de aquí a 2030. Esto evitaría 0,3°C de calentamiento global para la década de 2040.
¿Qué se puede hacer para limitarlo?
En cuanto al petróleo y el gas, la Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que se pueden eliminar tres cuartas partes de las emisiones de metano, y sin demasiado costo adicional.
Para ello sugiere sustituir los equipos (por ejemplo válvulas) que permiten el escape de gas en instalaciones de extracción y de transporte de hidrocarburos, para colocar otros que recojan o detecten fugas.
En la agricultura se puede cambiar la dieta de los rumiantes, que producen metano durante la digestión, o seleccionar las razas más productivas para limitar el tamaño de las manadas, enumera el PNUMA.
La UE también sugiere reducir el consumo de carne y productos lácteos. Los arrozales pueden gestionar mejor el agua o añadir productos que limiten la producción de gas.
En cuanto a los residuos, se pueden bajar las emisiones mejorando la clasificación y el tratamiento de los desechos.
Emisiones de CO2, cerca de los niveles pre COVID-19
Tras experimentar un descenso del 5,4 % en 2020, las emisiones mundiales de CO2 repuntarán en 2021 cerca de los niveles previos a la pandemia (2019) si todo sigue igual y no se descarta un nuevo aumento en 2022, según un informe elaborado por los investigadores de la organización Global Carbon Project.
Así se desprende del “Global Carbon Budget”, un estudio que refleja las variaciones y tendencias del CO2 en el medioambiente, tomando como referencia el inicio de la era industrial (1750) y que señala que “se prevé un aumento del 4,9 % este año, hasta alcanzar los 36.400 millones de toneladas (Mt) en total”.
En concreto, está previsto que la concentración de CO2 en la atmósfera alcance las 414,7 partes por millón (ppm) en 2021, lo que supone un 49 % más que en los niveles preindustriales, cuando era de 277 ppm.
Según los datos del informe anual de ese grupo de investigadores dirigido por el científico Rob Jackson de la Universidad de Stanford, las emisiones “derivadas del uso del carbón en 2021 superarán los niveles de 2019, pero siguen siendo inferiores a su máximo de 2014″.
También se prevé que las emisiones procedentes del uso del gas natural “rebasen los niveles de 2019 en 2021″, continuando una tendencia “constante” de aumento del uso del gas. Solo las emisiones de CO2 procedentes del petróleo se mantendrán en 2021 “muy por debajo de los niveles de 2019″.
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