El mundo va camino de alcanzar unos niveles de calentamiento global desastrosos, muy por encima de los límites establecidos en el acuerdo climático de París y de la opinión científica generalizada. El Climate Action Tracker (CAT), la coalición de análisis climático más respetada del mundo, presentó su informe anual en la cumbre de medio ambiente de Glasgow, la COP26, en el que asegura que si tenemos en cuenta los objetivos de corto plazo que se fijaron los países más contaminantes de la Tierra, antes de fin de siglo tendremos un devastador aumento global de la temperatura de 2,4 grados centígrados con respecto a los niveles previos a la industrialización.
Esto significaría el derritimiento de los hielos en los polos, el aumento de los mares que inundarán todas las zonas costeras y harán desaparecer islas, sequías extendidas y tormentas de gran magnitud que harán muy difícil la vida en el planeta.
La evaluación pone el calentamiento global por encima de lo que se considera el punto límite máximo de 2C para evitar una catástrofe y del límite más seguro de 1,5C que se pretende incorporar en la legislación internacional y los acuerdos en esta cumbre que se realiza en Glasgow. En el marco del Acuerdo de París de 2015, los países se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global a un nivel “muy inferior” a 2C.
La estimación contrasta fuertemente con las previsiones optimistas publicadas la semana pasada, que sugerían que el calentamiento podría mantenerse en 1,9C o 1,8C, gracias a los compromisos anunciados en esta COP26. Pero estaban basadas en los objetivos a largo plazo establecidos por países como la India, el tercer mayor emisor del mundo, que aspira a tener cero emisiones netas en 2070.
Los cálculos del CAT se basan en los compromisos ya contraídos y que deberían ponerse en práctica a partir de 2030. Y si se analiza lo que los países están haciendo realmente (no las propuestas), el aumento previsto es aún mayor, situándose en 2,7C. El CAT también hizo un informe paralelo con el “escenario más optimista”, en el que dice que, si todos los objetivos prometidos por los países se cumplieran en su totalidad y antes de 2070, la temperatura igual aumentarían 1,8C.
“Este nuevo cálculo es como un telescopio dirigido a un asteroide que se dirige a la Tierra. Es un informe devastador que, en cualquier mundo cuerdo, haría que los gobiernos de Glasgow dejaran inmediatamente de lado sus diferencias y trabajaran con un vigor inflexible para llegar a un acuerdo que salvara nuestro futuro común. En cambio, estamos viendo la subversión, el sabotaje y el egoísmo de los poderosos, mientras los países vulnerables luchan por sus vidas y los jóvenes activistas claman por la justicia. Hay que preguntarse, ¿dónde está la empatía?”, dijo en una conferencia de prensa en Glasgow la directora ejecutiva internacional de Greenpeace, Jennifer Morgan.
Bill Hare, director ejecutivo de Climate Analytics se quejó de esta disparidad en las proyecciones de las cifras: “Nos preocupa que algunos países traten de presentar aquí, en la COP26, como si el límite de 1,5C estuviera casi conseguido. Pero no es así, está muy lejos de serlo, y están restando importancia a la necesidad de conseguir objetivos a corto plazo para 2030 en línea con el 1,5C”. Según el CAT, en 2030 las emisiones serán el doble de lo necesario para no superar el 1,5C, según las promesas hechas en Glasgow. Los científicos advierten que más allá de ese aumento de la temperatura de 1,5C, algunos de los daños al clima de la Tierra serán irreversibles. Los analistas también encontraron un abismo entre lo que los países han dicho que harán sobre las emisiones de gases de efecto invernadero y sus planes reales. Los resultados deberían servir de “control de la realidad” para las conversaciones, dijo Niklas Höhne, uno de los autores del informe. “Las intenciones de los países a largo plazo son buenas, pero su implementación a corto plazo es inadecuada”, agregó en una entrevista con The Guardian.
A los 197 países que firmaron el acuerdo de París de 2015 se les pidió que acudieran a Glasgow con dos objetivos: una meta a largo plazo de alcanzar las emisiones netas globales a mediados de siglo; y planes nacionales a más corto plazo, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), que fijan las reducciones de emisiones para 2030. Los científicos afirman que las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 45% en esta década para que la temperatura mundial no supere los 1,5ºC de los niveles preindustriales. Los países responsables del 90% de las emisiones mundiales se comprometieron a objetivos de cero emisiones netas a partir de 2050, es el caso de los más desarrollados, hasta 2060 en el caso de China y 2070 en el de la India, pero las NDC para las acciones de la próxima década son muy dispares. El clima responde al carbono acumulado en la atmósfera, por lo que si las emisiones son lo suficientemente elevadas en las próximas dos décadas, el mundo podría superar el límite de 1,5C incluso si el carbono llega a ser neto cero más tarde. “Es fantástico que los países tengan objetivos de “cero neto” a largo plazo, pero tienen que cerrar la brecha con medidas a corto plazo, con las que tomarán en 2050 no alcanza”, dijo Bill Hare de Climate Analytics.
Por su parte, Stephen Cornelius, asesor jefe de clima de WWF, una de las organizaciones ambientalistas más antiguas, dijo: “Aunque es alentador ver algunos avances en el marco del acuerdo de París, las proyecciones de calentamiento global publicadas hoy ponen de manifiesto lo débiles que son realmente los objetivos de los países para 2030″. Y agregó que “es imposible alcanzar el 1,5C sólo con las promesas hechas hoy. Necesitamos urgentemente que nuestros líderes adopten medidas creíbles, políticas potentes y una financiación ambiciosa ahora, si queremos que las personas y el planeta prosperen mañana. No olvidaremos qué líderes dieron un paso adelante cuando lo necesitábamos”.
La primera semana de las conversaciones de la COP26 estuvo dominada por una avalancha de anuncios con compromisos para detener la deforestación antes del fin de la década, cortar las emisiones de metano y la financiación del sector privado para las energías limpias. Pero los compromisos empezaron a desvanecerse rápidamente cuando algunos comenzaron a aclarar puntos oscuros de los acuerdos y otros, directamente, renegaron de lo que sus delegados habían firmado. En el comienzo de la segunda semana de las conversaciones están apareciendo fuertes divisiones entre los países que quieren una acción más dura, en concreto obligar a los países a revisar sus NDCs anualmente si no están en línea con el 1,5C, y otros que quieren mantener el calendario de París de revisiones quinquenales. También hay disputas sobre cómo deben controlar los países las emisiones, y sobre la financiación del clima para los países pobres.
Las organizaciones ambientalistas creen que muchos de los objetivos a largo plazo que los países han establecido carecen de credibilidad. Y en los pasillos de la COP se señala por sobre todo a Brasil, Australia y Rusia que “firman, pero después no cumplen”. Y hasta reconocen que China, el mayor contaminador está haciendo esfuerzos para descarbonizarse. Posee los campos de energía renovable (eólica y solar) más extendidos de la tierra, pero al mismo tiempo sigue dependiendo del carbón para producir la energía que necesita su industria. El líder chino, Xi Jinping, ni siquiera se presentó en la cumbre y cuando tenía que enviar un mensaje grabado terminó publicando un comunicado muy vago.
“Tenemos hasta el fin de semana para darle la vuelta a esto. Eso significa que los países se pongan de acuerdo en cómo van a volver el año que viene y todos los años siguientes hasta que se cierre la brecha de 1,5C. Los ministros no deberían abandonar esta ciudad hasta que lo hayan conseguido”, insistió Jennifer Morgan de Greenpeace. “También necesitamos ver una señal de eliminación de los combustibles fósiles en el texto de la decisión final, y los países más ricos deben cumplir su promesa de destinar dinero a los países menos desarrollados para que se adapten a los impactos de la crisis climática, desarrollen sistemas de energía limpia y realicen la transición lejos de los combustibles fósiles. Nos acaban de decir lo que nos depara el futuro. Todo el mundo sabe lo que tenemos que hacer para cambiarlo. Se acabaron las excusas, se acabó el tiempo, nuestros líderes tienen que cumplir, y ahora”
Todos los dedos señalan en este momento hacia el primer ministro británico, Boris Johnson, y su par escocesa, Nicola Sturgeon, que en su carácter de anfitriones podrían meter presión sobre las principales delegaciones para que se alcancen acuerdos más concretos y efectivos. La incógnita se resolverá, probablemente, en la madrugada del sábado. Las deliberaciones deben terminar a última hora del viernes y, como sucedió ya en otras cumbres, todo se alarga por unas cuantas horas en las que los delegados terminan exhaustos y en que los gobiernos tienden a hacer algunas concesiones.
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