Una nueva cumbre de medio ambiente crucial para la humanidad y con muy bajas expectativas de éxito

La COP-26 de las Naciones Unidas comienza el 1 de noviembre en Glasgow, Escocia. No se prevén sustanciales avances a pesar de las catastróficas consecuencias de la crisis climática. Cuáles son los principales países en deuda

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Soldados del ejército mexicano rescatan a un bebé que había quedado atrapado por las inundaciones en Tlaquepaque, Jalisco, a principios de septiembre. ULISES RUIZ / AFP.
Soldados del ejército mexicano rescatan a un bebé que había quedado atrapado por las inundaciones en Tlaquepaque, Jalisco, a principios de septiembre. ULISES RUIZ / AFP.

(Chicago, especial para Infobae) – En el barrio de Rogers Park, al norte de esta ciudad, los vecinos tienen tres recipientes diferentes para separar la basura, así como días designados para que pase el camión municipal a recogerlos. Los lunes, la basura biodegradable, los miércoles el de reciclables (mayormente plásticos y cartones) y cada dos semanas el de los desechos orgánicos secos (hojas y ramas de los árboles, el césped cortado). Los vecinos cumplen a rajatabla con estas consignas. No sólo respetan las reglas básicas de convivencia, sino que son en su enorme mayoría verdaderos “militantes” del cuidado del medio ambiente. Una escena que se repite por los otros 76 barrios de Chicago y miles de ciudades y pueblos de Estados Unidos y en otros millones más en todo el mundo.

Una buena acción, una contribución importante para mitigar el calentamiento global, pero no suficiente. Ese reciclado implica también un consumo enorme de energía. Todavía se siguen desperdiciando enormes cantidades de recursos. En ese mismo barrio de Rogers Park se puede ver todos los días a centenares de repartidores dejando en cada casa las compras on-line del supermercado envueltas en contenedores descartables para los productos que necesitan frío y el resto repartido en una enorme cantidad de bolsas de papel o de plástico. Inmediatamente después llegan los camiones de DHL o Amazon con otras compras de ropa o accesorios, siempre con aparatosos envoltorios. Y unos minutos más tarde, el clásico carrito del cartero que deja una buena cantidad de papel en buzón. Sí, se recicla, pero a un ritmo más lento que el de los millones de toneladas de productos contaminantes o depredadores del medio ambiente que se generan. Seguimos muy por detrás de la necesidad imperiosa que tenemos para no dejar un planeta invivible a nuestros hijos y nuestros nietos.

Esa dicotomía entre el hacer para cumplir sin llegar a una real solución, es una actitud muy humana. Y se reproduce tanto en Rogers Park como en Miraflores, en Lima, en Tepito de la Ciudad de México o en la favela de Complexo do Alemão de Río. Y va a ser el fondo del debate de la COP26, la nueva cumbre del medio ambiente de las Naciones Unidas que este año se realiza en Glasgow, Escocia, a partir del 31 de octubre. Entendemos el sufrimiento que está provocando el cambio climático con millones y millones de personas que pierden todas sus posesiones por las inundaciones o los incendios, sabemos lo que hay que hacer para detener el calentamiento global que provocan esos fenómenos, pero seguimos procastinando. Esperamos la llegada de una solución mágica sabiendo que eso no va a suceder y que más tarde o más temprano vamos a sufrir consecuencias nefastas.

La joven militante ambientalista, Greta Thunberg, hablando a una multitud congregada en Berlín en un acto en demanda de resultados concretos para la COP-26. REUTERS/Christian Mang
La joven militante ambientalista, Greta Thunberg, hablando a una multitud congregada en Berlín en un acto en demanda de resultados concretos para la COP-26. REUTERS/Christian Mang

La discusión de Glasgow es crucial para el presente y el futuro de todos los que habitamos el planeta. Sin embargo, las expectativas de lo que vaya a suceder allí son muy bajas. Lo denunciaron este último fin de semana cientos de miles de adolescentes liderados por la joven activista Greta Thumberg: “la crisis climática está empeorando, y sólo una acción radical será suficiente para evitar la catástrofe y asegurar un futuro justo y sostenible para todos”. Desde Pakistán hasta Italia, pasando por Alemania y Filipinas, las manifestaciones llamando a “Uproot the system” (desmantelar el sistema) fueron las mayores desde que la pandemia de coronavirus obligó a los ambientalistas a limitar sus acciones a las redes sociales.

Greta Thunberg y otros oradores de las manifestaciones también expresaron su escepticismo sobre la COP-26 que congregará a 30.000 diplomáticos y expertos en la capital escocesa. No creen que producirán el avance necesario para cumplir la aspiración del acuerdo de París de 2015, de mantener el aumento promedio de las temperaturas globales por debajo de los dos grados centígrados, idealmente 1,5º C.Dicen que la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de las principales economías no alcanzarán a bajar a la mitad en esta década, el límite necesaria para mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados centígrados.

En la cumbre del clima de París, celebrada en diciembre de 2015, 196 países acordaron mantener el aumento de la temperatura global “muy por debajo de 2C”, con la aspiración de limitar el aumento a 1,5C por encima de los niveles preindustriales. Pero las promesas de emisiones -conocidas como contribuciones determinadas a nivel nacional, o NDC- que llevaron a la capital francesa no fueron suficientes para cumplir ninguno de los dos objetivos, y estarían conducido a un calentamiento catastrófico de al menos 3C. Por ello, los anfitriones franceses incluyeron en el acuerdo un “mecanismo de trinquete” que obligaría a los países a volver a la mesa de negociaciones cada cinco años con nuevos objetivos para cumplir las metas de temperatura. La COP-26, que se aplazó un año debido a la pandemia del Covid, es la quinta conferencia de las partes desde París.

El primer ministro británico, Boris Johnson, junto al ambientalista histórico, David Attenborough, en una conferencia previa a la COP-26 que se realiza el próximo mes en Glasgow, Escocia. Chris J Ratcliffe/Pool via REUTERS
El primer ministro británico, Boris Johnson, junto al ambientalista histórico, David Attenborough, en una conferencia previa a la COP-26 que se realiza el próximo mes en Glasgow, Escocia. Chris J Ratcliffe/Pool via REUTERS

Cop26 debe ser un “punto de inflexión para la humanidad” dentro de tan sólo 40 días, dijo el primer ministro británico, Boris Johnson, en una llamada de atención a sus colegas líderes mundiales durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York. “Es hora de que escuchemos las advertencias de los científicos -y miren lo que sucedió con la epidemia de Covid, si quieren un ejemplo de científicos pesimistas a los que se les ha dado la razón- y de que entendamos quiénes somos y qué estamos haciendo”, dijo. “El mundo -esta preciosa esfera azul con su corteza de cáscara de huevo y sus briznas de atmósfera- no es un juguete indestructible, un muñeco de plástico hinchable contra el que podamos lanzarnos a gusto”, añadió.

La realidad indica que es muy difícil que terminemos con esa actitud adolescente que denigró Johnson. Un alto funcionario de la ONU lo explicó de esta manera a The Guardian: “No vamos a llegar a una reducción del 45% como se pensaba, pero va a haber algún nivel de contribuciones sobre la mesa para mostrar la tendencia a la baja de las emisiones”. Los anfitriones escoceses esperan que se produzcan avances concretos en la eliminación progresiva del carbón como fuente de energía, la aportación de financiación para reducir las emisiones de los países más pobres y la mejora de la protección de los bosques. Para Mary Robinson, ex enviada de la ONU para el clima y ex presidenta de Irlanda “es decepcionante que los líderes no hayan sido capaces de dar un paso adelante”.

Marcha en Buenos Aires de estudiantes en protesta por las insuficientes acciones para detener el cambio climático. Franco Fafasuli
Marcha en Buenos Aires de estudiantes en protesta por las insuficientes acciones para detener el cambio climático. Franco Fafasuli

China sigue siendo la potencia que se niega a cumplir con los recortes en las emisiones de gases. Todavía se rige por esta lógica: “si los otros se desarrollaron contaminando el medio ambiente, no pueden venir a que todos paguemos ahora la factura…Ellos tiene que hacer más que ninguno”. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea ya se comprometieron a realizar recortes mucho más estrictos que los propuestos en París. China sólo indicó que hará que sus emisiones alcancen un punto máximo en 2030 para comenzar a bajar desde ese momento. Algo que los expertos creen no es suficiente para que el alza de la temperatura global se mantenga en 1,5 C. En los pasillos donde se realizan los encuentros preparativos de la cumbre se comenta que China va a poner todo en la misma bolsa de su enfrentamiento con Estados Unidos y su oposición a la alianza estratégica que Washington selló con el Reino Unido, Australia, India y Japón. También señalan que hay varios otros países que tampoco están cumpliendo con los recortes de emisiones comprometidos como Australia, Brasil, México, Indonesia, Rusia, India y Arabia Saudita.

Y como siempre sucede en vísperas de las COP, comienzan a darse a conocer nuevas evidencias científicas de lo que está sucediendo. De acuerdo al estudio publicado ayer en la revista Science “los que están naciendo en estos días sufrirán a lo largo de su vida muchas más olas de calor extremas y otras catástrofes climáticas que sus abuelos”. Esta investigación es la primera que evalúa la experiencia contrastada de los extremos climáticos por parte de los distintos grupos de edad y pone de manifiesto la injusticia intergeneracional que plantea la crisis climática. El análisis muestra que un niño nacido en 2020 sufrirá una media de 30 olas de calor extremas a lo largo de su vida, incluso si los países cumplen sus compromisos actuales de reducir las futuras emisiones de carbono. Es decir, siete veces más olas de calor que un niño nacido en 1960. Estos bebés también crecerán experimentando el doble de sequías e incendios forestales y tres veces más inundaciones fluviales y pérdidas de cosechas que alguien que tenga hoy 60 años.

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