Los niveles de contaminación en China han aumentado por encima de los del pasado año al relajarse las medidas más estrictas para combatir la pandemia del coronavirus, después de que se redujese durante el confinamiento, asegura un estudio internacional publicado este lunes.
“Hay claras señales tempranas de advertencia de que la recuperación de China de la crisis provocada por la COVID-19 está revirtiendo las mejoras en la calidad del aire”, afirma el informe realizado por el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA, por sus siglas en inglés), con sede en Helsinki.
Durante el momento álgido de la propagación del virus en China en el mes de febrero, los niveles medios de algunas partículas contaminantes se redujeron significativamente respecto al mismo periodo de 2019.
Las drásticas medidas de prevención impuestas por el Gobierno chino, como el cierre de fábricas o el confinamiento de decenas de millones de personas, redujeron el consumo de electricidad y el tráfico rodado con el consiguiente descenso de la contaminación.
Según el informe, el confinamiento tuvo un "impacto dramático" en el consumo de gasolina y la calidad del aire en los 30 días posteriores a las festividades del Año Nuevo chino a finales de enero.
El 3 de febrero la media nacional de los niveles de partículas PM 2,5 (las más dañinas para la salud) cayó un 33 por ciento mientras que los de dióxido de nitrógeno (NO2) lo hicieron un 40 por ciento. Comparados con el mismo periodo postvacacional de 2019 las emisiones de dióxido de carbono (CO2) descendieron cerca de un 25 por ciento, al tiempo que caían la actividad de las centrales de energía de carbón, la manufactura de cemento y el consumo de gasolina.
Pero desde que las restricciones a la movilidad y a la producción industrial comenzaron a relajarse, los niveles de contaminación detectados entre el 8 de abril y el 8 de mayo fueron mayores que los del mismo período del año pasado, asegura el estudio, basado en datos de 1.500 estaciones de observación en toda China.
Se incrementaron especialmente los niveles de dióxido de nitrógeno, dióxido sulfúrico y las partículas finas, que provoca habitualmente la actividad industrial, un indicador de que para combatir el cambio climático la actividad contaminante de las industrias sería sustancialmente más importante que los hábitos individuales en los hogares.
Las zonas del país con grandes complejos industriales mostraron mayores incrementos de emisiones de dióxido de nitrógeno que las áreas urbanas densamente pobladas.
En cualquier caso, según el CREA, la preocupación por la transmisión del virus en el transporte público ha provocado que más personas hayan preferido utilizar los vehículos particulares, lo que ha contribuido también al aumento de la contaminación.
Según el informe, el repunte era esperado, pero lo que "no es evidente" es que la contaminación del aire supere los niveles de antes de la crisis, especialmente cuando muchos sectores económicos todavía no han recuperado completamente la actividad.
“Esto significaría una recuperación ‘sucia’ liderada por los sectores más altamente contaminantes”, destacan los expertos, a causa del énfasis en los objetivos de crecimiento, la construcción y los proyectos de manufactura.
El informe advierte de que algo similar ocurrió en 2008 con la política de estímulos del Gobierno chino ante la crisis financiera global, que conllevó "una oleada sin precedentes de proyectos de construcción" con cifras récord de consumo de carbón, cemento y acero.
“El programa de estímulos culminó en los horribles episodios de contaminación del aire del invierno de 2012-2013, comúnmente conocidos como el ‘airpocalypse’ (juego de palabras en inglés con las palabras aire y apocalipsis) en torno a Beijing”, recuerdan.
Asimismo, destacan que tanto las concentraciones de partículas finas, como de dióxido de nitrógeno, dióxido de carbono y de ozono “se encuentran muy por encima de los niveles de seguridad pese a los progresos en la calidad del aire” conseguidos desde 2013.
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