Bajo el lema “Tiempo de Actuar”, más de 20.000 personas -entre ellas al menos 50 jefes de Estado, ministros y líderes de los principales organismos multilaterales y de la sociedad civil- confluyeron en Madrid para la COP25, la conferencia de la ONU sobre el cambio climático. El evento iba a tener lugar en Chile, pero el país renunció a la organización -pero no a su presidencia- debido a las graves protestas que allí se desarrollan.
La cumbre tendrá lugar hasta el 13 de diciembre, días durante los cuales los participantes buscarán avanzar en los principales objetivos que los llevaron a la mesa: la efectiva implementación del Acuerdo de París del 2015 en general y tres de sus aspectos en particular.
El objetivo general es una reducción de gases del 45% para 2030 respecto de 1990, y que todos los países en condiciones anuncien un compromiso de neutralidad de carbono para 2050. Y los aspectos particulares que jugarán un rol central durante los próximos días son: la presentación de los Estados miembros de sus avances en sus planes de reducción de emisiones en 2020; la implementación por parte de los países desarrollados de su compromiso de destinar USD 100.000 millones anuales en iniciativas relacionadas; y el debate sobre el artículo 6 del Acuerdo, que busca establecer la manera en que se generan bonos de carbono y otros mecanismos para que haya menos emisiones.
Sin embargo, los últimos estudios publicados determinaron que las metas están lejos de ser logradas. Como telón de fondo de la cumbre aparece un 2019 que ha visto numerosos desastres naturales cuya magnitud lleva la impronta del avance de la crisis climática. Los incendios en Australia, California y el Amazonas, así como los niveles de deshielo, sobre todo en el ártico, son algunos de ellos. Los distintos estudios publicados a lo largo de los últimos meses han confirmado la tesis y advertido acerca de los niveles récord de las emisiones y los efectos catastróficos de no reducirlas drásticamente.
Los dos oradores que dieron el puntapié inicial a la cumbre fueron el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, y la ministra de Medio Ambiente chilena, Carolina Schmidt. En su discurso, Guterres aseguró que existen los medios técnicos y económicos para luchar de manera eficiente contra la crisis climática, pero la carencia principal es la falta de acción política.
“Las tecnologías que son necesarias para hacer esto posible ya están disponibles. Las señales de esperanza se multiplican. La opinión pública se está despertando en todos lados. Los jóvenes están mostrando una enorme muestra de liderazgo y movilización. Pero necesitamos voluntad política para ponerle un precio a las emisiones de carbono, voluntad política para terminar con los subsidios a los combustibles fósiles y comenzar a gravar la contaminación, no a las personas”.
Por su parte, Schmidt pidió en su discurso de apertura “aspirar a una transición justa, sin dejar a nadie atrás”. También hizo referencia a la crisis que atraviesa su país y la relacionó con la cumbre: “La crisis social y ambiental que enfrenta hoy el mundo son las grandes crisis del siglo XXI y no podemos enfrentar una sin hacernos cargos de la otra”.
También se pronunció el presidente Sebastián Piñera, aunque lo hizo mediante un mensaje grabado desde Chile. Aseguró que el compromiso del país con la premisa de la cumbre es “claro, firme y contundente”. “Por eso duele, pero mi deber es estar en Chile”, añadió.
Fuera de la Feria de Madrid, donde transcurre el evento, comenzaron las protestas. Distintas organizaciones realizaron respectivas demostraciones criticando lo que ven como una falta de acción por parte de los líderes mundiales para combatir la crisis.
Mientras tanto, la cara más visible del movimiento de protestas, la sueca Greta Thunberg, se encuentra en camino hacia Madrid. Luego de que Chile renunciara a la organización de la cumbre, Thunberg atravesó los Estados Unidos -donde se encontraba después de la última cumbre climática de la ONU, en Nueva York- y logró cruzar el Atlántico con una pareja australiana que viaja alrededor del mundo en bote. La joven indicó que llegará a la capital española el martes, y se espera que el viernes lidere una de las icónicas marchas contra la crisis climática.
Establecer objetivos más ambiciosos que los del Acuerdo de París
Firmado en 2015, los Estados parte del Acuerdo se comprometieron a tomar las acciones necesarias para que la temperatura medio del planeta no supere los dos grados centígrados respecto de los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, se mantenga por debajo de 1.5°: esa es la cifra de consenso en la comunidad científica para evitar los efectos más catastróficos de la crisis.
Sin embargo, los informes indican que se está lejos de siquiera acercarse a ese objetivo. Las emisiones no dejaron de aumentar desde 1992, año en que casi 200 países firmaron la convención marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Y de hecho, el boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero ha mostrado que la concentración media mundial de dióxido de carbono llegó en 2018 a los niveles más altos de su historia.
El informe anual del PNUMA sobre la brecha de emisiones, en tanto, dice que incluso si se implementan todos los compromisos incondicionales actuales en virtud del Acuerdo de París, se espera que las temperaturas aumenten en 3,2°C para 2100. Esto traerá impactos climáticos de mayor alcance y más destructivos.
En consecuencia, el estudio indicó, la ambición colectiva debe multiplicarse por más de cinco con respecto a los niveles actuales para lograr los recortes necesarios en la próxima década para mantener el número igual o por debajo de 1,5°C.
El Artículo 6
En 2020 se termina el plazo para definir el reglamento que regirá el Acuerdo de París. Uno de los principales puntos de contención de la cumbre será la efectiva implementación del artículo 6 del Acuerdo. El mismo establece un mecanismo de “bonos de emisión” mediante el cual los países que no logren sus objetivos de reducción de emisiones compren cupo a aquellos que sobrecumplan sus metas. El artículo juega un rol preponderante, además, porque es el único que hace referencia a las emisiones generadas por el sector privado y abre la puerta a que puedan adquirir estos bonos.
La Ambición
El Acuerdo establece una revisión periódica de los avances de los Estados en sus compromisos. La primera tendrá lugar en 2020, por lo que se espera que los países presenten su compromiso para presentar sus planes para disminuir sus emisiones.
Los representantes de los Estados deberán discutir también la implementación del compromiso de los Estados desarrollados de contribuir USD 100.000 millones por año a partir del 2020 para contribuir a los esfuerzos globales, más allá de sus fronteras.
Sin embargo, este y los otros objetivos se enfrentan con la renuencia de las principales potencias a tomar acción. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que sacará al país, segundo en cantidad de emisiones, del Acuerdo de París. Brasil renunció a ser anfitrión de la cumbre en diciembre de 2018, lo que llevó a que Chile se ofreciera a reemplazarlo. Y, en general, solo el 20% de los países -la mayoría de ellos de la Unión Europea- está en la senda para cumplir con el Acuerdo de París. China e India, dos de los tres principales emisores tienen planes de recortes insuficientes. Y Rusia no ha presentado el suyo.
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