Desde San Pablo.-El nordeste de Brasil, donde están las playas más codiciadas, vive un tragedia ambiental. La mancha de petróleo, que se extiende a lo largo de miles de kilómetros, no solo no desapareció: nuevas oleadas del mar vuelven a traer toneladas de ese “aceite negro” viscoso, que tiñen de negro las arenas blanquísimas de esa costa atlántica. Especialistas consultados por Infobae recomiendan a los turistas “no entrar en el mar”. Advierten que las corrientes que bañan el litoral del norte brasileño son cálidas y, por consiguiente, dispersará el crudo por la superficie de las aguas: “Se trata de un material inflamable, volátil y, sobre todo, de alto potencial cancerígeno”.
La investigadora Soraya El-Deir, de la Universidad Federal Rural de Pernambuco, subraya: “Por más que se hayan limpiado las playas, el agua y los animales están contaminados”. Otra científica de la misma casa de estudios subrayó: “He visto a los pescadores traer sus redes con peces y crustáceos muertos. Esto no se resuelve en menos de 10 años”. Uno de los problemas mayores son los arrecifes de corales que abundan a lo largo de esa costa atlántica. “Es el ecosistema más vulnerable. Esas barreras de coral llevan mucho tempo para regenerarse y sus especies son extremadamente sensibles. Aquellos que queden cubiertos por el manto de óleo negro van a morir, y no se recompondrán en millones de años”.
Esas maravillosas aguas azules, que bañan también los manglares, permitirán que vuelvan a su estado de hace un mes y medio recién dentro de 3 décadas. “Para favorecer su restauración será preciso retirar desde sus raíces a la vegetación comprometida”. Lo más probable, dicen los científicos, es que “ese material tóxico se haya sedimentado en el fondo de los estuarios, en capas que pueden alcanzar los 40 centímetros. Al permanecer en esos lugares irán liberando progresivamente sustancias venenosas”.
Frente al colapso, el gobierno brasileño demora en dar respuestas. El vicepresidente Hamilton Mourao, que está en ejercicio de la presidencia (por el viaje de Jair Bolsonaro a Extremo Oriente), evaluó que las playas del Nordeste están en buenas condiciones para el turismo. “Están buenas para tomar baño. El petróleo ya fue recogido y creo que no hay ninguna playa sucia en el Nordeste”. Agregó, sin embargo, que “a medida que las manchas van apareciendo, mandamos especialistas que hagan la limpieza. Y con eso, listo”. Uno de los casos emblemáticos son las playas de Morro de San Pablo, una isla próxima a Bahía, preferida por el turismo argentino. “Esta había sido impactada por el petróleo. Pero se limpió inmediatamente y ahora está perfecta”.
Sin embargo, nuevas camadas de petróleo ensuciaron, este sábado, las célebres playas del Cabo de Santo Agostinho, en el litoral sur de Bahía. Allí, hace cinco días, habían recogido más de 30 toneladas de petróleo. En total, desde que comenzó el desastre hace un mes y medio, se cogieron en ese lugar más de 1.400 toneladas de crudo en el estado bahiano. Fue precisamente frente a ese Cabo que los investigadores encontraron en los arrecifes de coral una espesa capa de petróleo que ya había sedimentado. En cuanto al gobierno de Pernambuco, la agencia provincial de Medio Ambiente divulgó una lista con 18 playas que no deben ser visitadas, por el riesgo de la contaminación.
Lo cierto es que después de 50 días de la emergencia del derrame petrolero, el gobierno brasileño no consiguió aún identificar qué fue lo que produjo semejante catástrofe. Los especialistas alertan que la mancha no deberá detenerse: “No se sabe por cuánto tiempo más el petróleo seguirá llegando a los paraísos ecológicos nordestinos. Este derrame ya afectó a 150 localidades en 9 estados provinciales brasileños”. No deja de ser dramático que entre esos lugares haya una docena de unidades de conservación de la fauna marina. Según el oceanógrafo Jackson Krauspenhar “esta puede ser apenas la punta del iceberg”. Subrayó, también, que el crudo derramado afectará la vida marina y, tal vez, la salud humana.
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