Que estamos en el Titanic. Que ya se sabe cómo terminó esa travesía. Que no habrá botes salvavidas, ni para los más pujantes. Lo dice la francesa Marie-Monique Robin. Hace treinta años que trabaja como periodista y cineasta, y quince que investiga cuestiones relacionadas con el medio ambiente. Publicó libros y realizó documentales que la llevaron por el mundo, desde el reino de Bután hasta la pampa argentina.
La entrevista es en un hotel del barrio de San Telmo, en Buenos Aires, donde el lobby se convirtió en sala de prensa. Robin es, junto con la activista india Vandana Shiva, la invitada del Festival Internacional de Cine Ambiental (FINCA). Para la tercera edición del encuentro, están programadas 56 películas de 24 países distintos. Tres son de la francesa: Le monde selon Monsanto (El mundo según Monsanto), Les moissons du futur (Las cosechas del futuro) y, la que finalmente sería galardonada con el premio al mejor largometraje internacional, Sacrée croissance! (Crecimiento sagrado).
Sentada en una mesa del lobby, la periodista Robin responde, en lugar de ser la que pregunta, en una entrevista tras otra. Más tarde, le espera una proyección. Al día siguiente, hablará con Vandana Shiva de soberanía alimentaria ante el Senado de la Nación Argentina. Dice que no haría nada de eso si no fuera porque es madre de tres niños y cree que lo peor, en cuanto al medio ambiente, todavía se puede evitar.
–Realmente, ¿se puede?
–Estamos contra la pared, cortos de tiempo. El cambio ya está en marcha. Fuimos demasiado lejos, pero existen opciones. Es necesario mostrar que se puede hacer algo distinto.
Marie-Monique Robin nació en 1960 en una zona rural de Francia, de padres agricultores y orgullosos de serlo. Allí es donde empezó su relación con la tierra, que la llevaría de más grande a investigar la cadena agroalimentaria desde la semilla hasta el plato.
–El crecimiento económico del que habla en el documental Sacrée croissance!, ¿qué tiene que ver con el medio ambiente?
–La forma en que vivimos no cayó del cielo. Es parte de un modelo más global, productivista. Se sigue promoviendo un crecimiento económico ilimitado, con recursos que tienen un límite. ¿Qué sería de una sociedad liberada de esa obsesión?
– Las alternativas al rumbo actual, ¿cuáles son?
– La transición ecológica tiene tres pilares. La relocalización de la producción y el consumo es uno. En Europa, un alimento en venta en un supermercado recorrió un promedio de 3.000 kilómetros. Es delirante. La misma soja transgénica que parte del puerto de Rosario sirve para la cría intensiva en Francia. La transición hacia energías renovables es el segundo pilar. Y el tercero es el desarrollo de monedas locales, en un mundo donde el 95% de las transacciones son pura especulación.
–¿Cambió algo desde su primer documental sobre la soja en 2005?
–Los ciudadanos tienen una mayor conciencia, aunque no dejan de ser minoría. Diez años atrás, estos temas no le importaban a nadie. Las cosas ya no son así. Los funcionarios a nivel local son más fáciles de convencer. Están en primera línea, viven la realidad de más cerca. Entienden de qué se trata. El máximo bloqueo se mantiene a nivel del Gobierno, de todos los Gobiernos, por la cercanía con los intereses privados, que a su vez tienen intereses -valga la redundancia- en mantener el actual sistema. También sucede en el mundo financiero, que tiene una vista a corto plazo.
–El ciudadano común, ¿cómo puede iniciar un cambio?
–Abrir su heladera y mirar qué hay dentro. Privilegiar la agricultura regional y orgánica, y tomar iniciativas dentro de la comunidad. No hay que subestimar el poder de los consumidores, es muy grande.
–¿De qué manera los comunicadores pueden contribuir a una mayor conciencia?
–Hay que decir la verdad. Los ecosistemas seguirán sin nosotros. Nosotros somos los que necesitamos de ellos. Qué inmensa arrogancia la de esa pequeña especie llamada homo sapiens. Hay que decir la verdad: la situación es grave, pero no como para desalentarse.
–¿Cuál es su reflexión sobre los problemas ambientales y climáticos que enfrentamos hoy?
–En la preparación de Sacrée Croissance!, leí cantidad de libros sobre la teoría del colapso, y cómo civilizaciones antes que la nuestra llegaron a su fin. Civilizaciones que fueron las más avanzadas de su tiempo, como los mayas, los asirios o los de la Isla de Pascua. Los investigadores encontraron tres factores comunes a todas ellas: la falta de respeto a los recursos de los que dependía su sobrevivencia, un problema climático sostenido en el tiempo -como los mayas que se enfrentaron a una gran sequía-, y las élites, sumidas en la obsesión del parecer, que no toman cartas en el asunto. Sin lugar a dudas, es para meditar.