Aunque nació en Kansas, Estados Unidos, el corazón de la artista Carla Rippey es mexicano, y en agradecimiento a todo lo que le ha dado México, ahora comparte sus conocimientos, su arte y todo lo que le es posible.
“Con la idea de hacer una contribución a México; de estar aquí, tener hijos aquí, de ser parte de la cultura, de dirigir una Escuela de Arte, de exponer en museos locales, y hasta de cuidar mi jardín, quiero tratar de devolver a México algo de lo que México me ha dado a mí”, dijo la artista plástica en el programa Yo También Soy Mexicano, televisado por ADN 40.
Por el trabajo de su padre, su infancia estuvo llena de mudanzas, sin embargo, su educación nunca fue descuidada; le enseñaron a tener una visión humanista, sin roles de género, priorizando que fueran seres pensantes y de mente abierta.
Al concluir la preparatoria fue a estudiar a París, más tarde fue alumna en una escuela experimental de Nueva York, en donde se inició en el feminismo. Ahí conoció a su primer esposo, Ricardo Pasco, con quien más tarde fue a Chile e hizo carteles para la corriente política de izquierda; cuando salió del poder el entonces presidente, Salvador Allende, tuvo que salir del país y llegó a México.
Labró su camino desde abajo
Con el apoyo de Pasco y su cuñado comenzó a grabar madera en un taller dentro de un molino. Cuando nacieron sus hijos comenzó a trabajar desde casa mientras su marido se metía de lleno en la política. Tiempo más tarde se divorciaron.
“Hice grabado para poder comer porque realmente estaba viviendo de lo que pude vender, apenas empezaba. Y en eso llegaron al molino buscando un maestro del grabado para la Universidad Veracruzana; me apunté, fui a Xalapa cinco años con mis hijos y con Adolfo Patiño, que ya era mi pareja”, dijo.
Entonces comenzó seriamente su carrera como artista, pues trabajó cerca de Roberto Bolaño, escritor y poeta chileno. Pese a ello, su oportunidad como artista no tenía más cabida en Veracruz, por lo que en 1985 migró al entonces Distrito Federal.
“Volvimos al DF porque era muy difícil construir una carrera desde Xalapa, entonces llegamos a México a vivir justamente cuando ocurrió el terremoto del 85, y hasta los 90″.
Apenas llegó a la capital se separó de Patiño. Pese a ser una época difícil se dedicó a trabajar hasta lograr exponer en el Museo de Arte Moderno, Museo de Monterrey, Museo del Chopo, entre otros. Y en el año 2000 comenzó a trabajar en La Esmeralda en donde siguió creciendo con la retroalimentación de sus alumnos.
El feminismo y Rippey
La artista con corazón mexicano recordó los valores que le dejó el feminismo, entre los que destacó el apoyo entre mujeres, quienes históricamente están en desventaja de los hombres.
Apuntó que anteriormente el movimiento no era muy tomado en cuenta en el arte, pero esto ha dado un giro de 360°, ya que ahora el feminismo “es un asunto muy fuerte, una manifestación muy fuerte”.
“Para realmente tener éxito, necesitas tu energía y la energía de otras personas que existen pulsando, apoyando [...] el feminismo finalmente, requiere ese movimiento de apoyar a las mujeres para que algún día sea normal, y obvio, que todo el mundo tenga las mismas oportunidades”, aseveró.
Gracias a que lleva más años viviendo en México que en cualquier otro país ha logrado sentirse “más de acá que allá”, pero también ha aprendido a reconocer dos realidades; una de Estados Unidos y otra de México, que le permiten compaginar ambas situaciones.
Reveló que hay mucha creatividad en México, y que quizá se deba a que “hay más descontrol, hay más impacto en las formas de hacer las cosas, hay en México una gran tradición de enriquecer la cultura por adopción. Por ejemplo la que contribuyeron a México los españoles después de la guerra civil. Entonces me gustaría pensar que soy mexicana en ese sentido, que soy parte de esa gran tradición de personas que llegan a México”, finalizó.
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