Hace 30 años los ecuatorianos se levantaron más temprano de lo habitual. Las actividades cotidianas iniciaban antes del alba y debían finalizar antes de que se ponga el sol. Aunque ahora los cánones para alcanzar mejores resultados en la productividad –como indica el libro superventas El club de las 5 de la mañana– sugieren que las personas despierten temprano, en 1992, la falta de lluvias llevó a que el gobierno de aquel entonces decretara que los días iniciarían una hora antes.
Sixto Durán Ballén, la persona más longeva en asumir la Presidencia de Ecuador, llevaba en el mandato apenas tres meses cuando pidió a los ecuatorianos incomodarse. El sacrificio, como lo calificó Durán Ballén, consistió en que todas las actividades iniciaran con una hora de anticipación. Por ejemplo, los niños ingresaban a las escuelas a las 07h00. Pero a partir del decreto presidencial del 25 de noviembre de 1992, las clases iniciarían a las 06h00. Esta medida buscaba evitar el racionamiento energético y ahorrar millones de dólares al país.
Los ecuatorianos acataron el decreto presidencial y lo llamaron “la hora de Sixto” o “sixtina”. Las imágenes de archivo de aquella época muestran a los ciudadanos listos para empezar la jornada laboral o estudiantil sin que siquiera haya luz solar.
Aunque el decreto disponía el cambio en el inicio de las actividades, muchos ecuatorianos decidieron adelantar una hora en sus relojes, para no confundir el inicio del día ni retrasarse a sus compromisos. Durante tres meses, la vida en Ecuador empezaba con la primera luz del sol. La práctica de modificar la hora en los relojes es común en países que tienen marcadas las cuatro estaciones, pero nunca se había implementado en un país como Ecuador donde la diferencia de luz solar es de apenas 25 minutos al día.
Entre el estiaje, las protestas y la crisis económica
Apenas Durán Ballén asumió la Presidencia, el político tuvo que enfrentar protestas y paralizaciones lideradas por sectores gremiales y estudiantiles. Según los archivos hemerográficos del diario El Telégrafo, el más antiguo del país, el primer paro que Durán Ballén tuvo que enfrentar fue el de los transportistas que pedían que se incremente la tarifa del pasaje de 80 a 100 sucres, la moneda ecuatoriana que regía en ese entonces. Para lograr su propósito el transporte se suspendió y las personas optaron por movilizarse en camionetas o caminar.
A las manifestaciones se sumaba la coyuntura política en el Congreso Nacional. Durán Ballén debía gobernar con una pugna entre los bloques de congresistas. El entonces presidente no tenía mayoría en el Legislativo.
Como si fuera poco, el gobierno de Durán Ballén tuvo que renegociar la deuda externa y, para cubrir las obligaciones de Ecuador, adoptó un paquete de medidas económicas. A pocos días de cumplir un mes en el cargo, el entonces presidente elevó las tarifas de telefonía y electricidad, ajustó las tasas de interés, creó un impuesto único para empresas e incrementó el precio de algunos combustibles: “Levantar el costo de la gasolina es necesario para mantener la estabilidad económica del país”, decía Durán Ballén en una de sus intervenciones televisadas.
En ese contexto, el 13 de octubre de 1992, el entonces gerente del Instituto Ecuatoriano de Electrificación, Alfredo Mena, alertó al gobierno que el caudal de la represa Paute registraba un nivel de casi la mitad del promedio de metros cúbicos por segundo. La falta de lluvias impedían que el caudal pudiera generar la energía eléctrica necesaria para abastecer la demanda del país.
Para finales de ese mes, los niveles en el caudal eran aún menores. El gobierno, entonces, se preparaba para hacer un plan de racionamiento energético. Antes de iniciar con ello, el Ejecutivo buscaba agotar todas sus cartas.
A inicios de noviembre de ese año, arribaron desde los Estados Unidos, tres turbinas para cubrir el déficit energético, según recogió El Telégrafo. Sin embargo, la instalación de las turbinas duraría tres meses. Para el 9 de noviembre, el ministro de Energía, Andrés Barreiro, socializaba el plan de racionamiento eléctrico.
A pesar del racionamiento, el déficit eléctrico parecía no tener solución. Ese mismo noviembre, Durán Ballén decretó adelantar 60 minutos la hora oficial del país, para aprovechar la mayor cantidad de luz solar. A esta disposición se sumaba la suspensión del servicio eléctrico por las noches para las instituciones públicas, fachadas de edificios, plazas, parques y canchas deportivas. La medida se mantuvo hasta el 30 de enero de 1993, cuando las lluvias aparecieron y el caudal del río Paute alcanzó sus niveles anteriores a la sequía.
Los datos oficiales mostraban que el Gobierno quería ahorrar en la importación de combustibles para las plantas termoeléctricas de propiedad del Estado cerca de 156.000 millones de sucres, aproximadamente USD 87 millones en ese momento. Los apagones ya habían causado pérdidas de USD 600 millones de sucres en los sectores público y privado.
Sin embargo, algunos opositores de la hora de Sixto han señalado la medida como una cortina de humo para que la agenda de la opinión pública se enfocara en la crisis energética y no en las protestas ni en la crisis económica que el gobierno enfrentaba.
En uno de sus discursos de enero de 1993, recogido en el libro A mi manera escrito por el propio Sixto Durán Ballén, el entonces presidente se refirió a la sixtina y pronunció: “La sequía más grande sufrida en los últimos 30 años la hemos enfrentado sin racionamiento de energía que hubiese costado por lo menos 400 millones de dólares, gracias al ejemplar sacrificio e incomodidad de muchos –en especial de los niños– y gracias también a que tomamos medidas urgentes para rehabilitar el parque termoeléctrico”.
Durante su presidencia, Sixto Durán Ballén tuvo que liderar las acciones durante la Guerra del Cenepa, de 1995, el conflicto bélico entre Ecuador y Perú por las diferencias al delimitar las fronteras de ambos países. En ese momento, Durán Ballén dijo su frase más recordada y que se convirtió en un símbolo de cohesión nacional: “Ni un paso atrás”.
Políticamente tuvo que enfrentar dos escándalos de corrupción. Uno de ellos conocido como el caso Flores y Miel, que involucraba a la nieta de Durán Ballén en una estafa colectiva. Sin duda, el momento más crítico en su gobierno fue el juicio político al ex vicepresidente Alberto Dahik, a quien se lo acusaba del manejo ilegal de fondos públicos. Aunque Dahik logró salvarse ante el congreso, al enterarse que la justicia ordinaria emitiría una orden de prisión en su contra, el entonces vicepresidente huyó del país en una travesía propia de una película. Entonces, Durán Ballén se quedó sin vicemandatario.
A pesar de los conflictos, Durán Ballén logró reducir la inflación y aumentar la reserva monetaria del país. Además, impulsó un referéndum donde el Sí ganó.
Con 95 años, Sixto Durán Ballén falleció en el 2016. El ex presidente pidió que no se llevara su féretro a Carondelet, la sede del gobierno, sino al Palacio Municipal. Esto porque no quería que su funeral se desarrollara en la casa presidencial que estaba “contaminada de corrupción los últimos años”, según relató a la prensa local su amigo, Carlos Larreategui.
Durante la ceremonia fúnebre de Durán Ballén, los asistentes repitieron en una sola voz “ni un paso atrás”. Mientras que otros, los más cercanos y los ciudadanos que recordaban la presidencia del político, contaban las anécdotas de Durán Ballén. No faltó quien recordara cuando el presidente decretó que todos se levantaran una hora antes, antes del alba.
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