La explosión de la Brigada Galápagos de 2002 aún permanece guardada bajo la sombra del misterio. Casi dos décadas después sus víctimas aún no han sido indemnizadas y otras simplemente se esfumaron.
La Brigada de Caballería Blindada N.º 11 Galápagos es un fuerte militar de las Fuerzas Armadas del Ecuador que se ubica en Riobamba, una ciudad de los Andes ecuatorianos ubicada a 203 kilómetros al sur de Quito, a 3500 metros sobre el nivel del mar de altura media, en la que hoy viven alrededor de 264.000 habitantes. El clima gélido y los volcanes nevados forman parte de la cotidianidad riobambeña.
Debido a su ubicación estratégica, la ciudad fue escogida por las Fuerzas Armadas como un lugar para la construcción de un depósito de armas el 27 de marzo de 1974 cuando se formó la Brigada Galápagos por decreto-ley del general Guillermo Rodríguez Lara, presidente de facto durante el gobierno militar entre 1972 y 1976.
En unas instalaciones subterráneas del fuerte, el Ejército almacenó armamento de caballería, tanques, municiones de todo tipo de calibres, granadas, trinitrotolueno, dinamita y pentolita, todos estos son altos explosivos de uso bélico. Con el tiempo junto a la Brigada se instalaron fábricas, condominios y parques.
Un miércoles 20 de noviembre de 2002, la paz de Riobamba se perturbó para siempre. Anita Andocilla fue a trabajar y dejó a sus dos hijos en casa. Esa tarde, a las 4:25 p.m., Anita y sus compañeros sintieron una poderosa explosión que los tiró al suelo. Anita bajó del edificio donde se desempeñaban y al llegar a la calle encontró una aterradora escena de cientos de personas llorando de pánico.
Anita se apresuró a volver a la oficina para llamar a sus hijos, pero nadie respondió en casa. Fue así como tuvo que caminar unos 5 kilómetros del lugar de la explosión por la falta de servicios de transporte paralizados por la calamidad. Fue desconcertante mirar durante su camino los centenares de personas que también buscaban a sus seres queridos, cuenta Ana quien tuvo la suerte de encontrar a su hija en medio del caos.
La disposición de las autoridades fue abandonar el perímetro a 15 kilómetros de Riobamba por un tiempo indefinido. Aconsejaron ir a pueblos vecinos como Chambo.
Laura Paulina Amaguaña estaba en casa con su madre y hermanos cuando aproximadamente a las 4:20 p. m., escuchó una explosión ensordecedora que sacudió su vivienda. Llamaron a la Brigada Galápagos, pero la línea telefónica se había caído. Estaban preocupados por su hermano militar que trabajaba en el fuerte.
Laura volvió a la habitación de su hermana, solo para ser sorprendida por una segunda explosión. El estallido la tiró al suelo y un parpadeo sintió que algo incandescente le había perforado la cara. Tumbada en el suelo, Laura pidió ayuda, pero su hermana también resultó herida. En ese instante se escucharon nuevas detonaciones.
Laura y su hermana fueron rescatadas después por su hermano. Debido a que la explosión dañó los hospitales de Riobamba y que había una orden de desalojar la ciudad, Laura tuvo que ir a Quito para recibir atención médica. Luego de viajar por más de 3 horas, fue hospitalizada e intervenida quirúrgicamente. Laura perdió uno de sus ojos. Ella es una de las 21 personas que perdieron la vista por causa de la explosión de la Brigada Galápagos.
En el libro “Explosión en Riobamba: testimonios del 20 de noviembre de 2002″ publicado por la Fundación Cultural Flores Franco en 2003, encontramos testimonios como el de Laura Paulina.
Vinicio Benavides y Flor Guamán eran dos profesores Riobamba. Ambos tenían un hijo de dos años y Flor estaba de 7 meses de embarazo. A las 16:40 ya había comenzado el caos de la primera explosión. La pareja cargó en brazos a su hijo Emanuel y mientras corrían por la calle un proyectil que viajó por más de 40 calles cayó muy cerca de la pareja. Según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el impacto del proyectil desató una tormenta de esquirlas, astillas y vidrios que mataron a Vinicio y a Flor. Milagrosamente sobrevivió Emanuel. Según el testimonio de Bolívar Guamán, padre de Flor, ante la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos en 2003 el niño fue encontrado en medio de sus padres que protegieron a su hijo formando un escudo.
En 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos conoció el caso de la familia Benavides Flor por las responsabilidades del Estado en la debida protección a sus ciudadanos. Sin embargo, el caso se mantiene en la impunidad.
La Fundación Cultural Flores Franco estimó que al menos 24.000 viviendas e infraestructuras resultaron afectadas. Bolívar y su nieto Emanuel fueron de esas víctimas. Además de la tragedia que sufrieron, para colmo el techo de su casa se derrumbó, las ventanas se rompieron y las paredes se agrietaron. Vivieron así durante más de cuatro años.
Según se informa unas 10.000 personas se alejaron caminando de la ciudad. Entre estas personas se encontraban Anita Andocilla y su hija que sobre las 23:00 regresaron al epicentro de las detonaciones para buscar a su hijo perdido. Llegaron a su edificio de departamentos alrededor de las cuatro de la mañana, pero los soldados no las dejaron entrar. Cuando Anita insistió en que vivía allí, la dejaron entrar y vieron que su casa estaba totalmente destruida.
Anita y su familia se encontraban entre las más de 124 familias cuyas casas fueron completamente destruidas por la explosión en la Brigada Galápagos. Muchas de estas nunca fueron indemnizadas por los daños y otras muchas personas resultaran heridos de forma irreversible como Laura Amaguaña. Según las evidencias reunidas en “Explosión en Riobamba: testimonios del 20 de noviembre de 2002″, hubo un total de más de 80 explosiones que afectaron al 60% de la infraestructura de la ciudad.
El entonces ministro de Defensa, Hugo Unda, avaló la versión que apuntaba a que esa tarde se realizaba un mantenimiento y repotenciación del arsenal militar a cargo de la fábrica Santa Bárbara, una empresa militar que aun fabrica armamento, municiones y estructuras metálicas de uso castrense. Esa misma tarde, sin embargo, se vio soldados retirando las bombas de los sótanos que no cumplían con los estándares de seguridad. Según esta versión, la pólvora y el gas acumulados en el hangar crearon un ambiente altamente inflamable que reaccionó a una chispa y explotó.
Investigaciones posteriores indican que no se trató de un accidente ya que 4 meses después, el 23 de marzo de 2003, explotó un depósito de municiones en la Base Sur de la Armada de Guayaquil.
El exdiputado Guillermo Haro denunció que armas y municiones habían sido robadas del depósito de la Brigada Galápagos para ser vendidas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Según Haro, la explosión tenía como objetivo distraer la atención de las actividades delictivas de la Brigada Galápagos.
Los daños de la explosión se calcularon en más de 14 millones de dólares, centenares de familias quedaron arruinadas, muchas personas sufrieron graves lesiones y enfermedades de larga duración. Pero, sobre todo, nadie ha recibido todavía ninguna explicación.
Anita pasó dos noches en el sitio del albergue improvisado hasta que se reunió con su hijo el sábado 23 de noviembre de 2002, cuatro días después del inicio de la tragedia. Así se supo que más de 172 niños habían estado desaparecidos de sus hogares durante todos esos días.
Hasta el día de hoy, casi 20 años después, lo ocurrido la tarde del 20 de noviembre de 2002 en la Brigada Galápagos es un misterio mientras Riobamba aún tiene esta herida abierta.
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