Radio Quito hizo historia en 1949. Desde entonces será recordada por alcanzar un sitio que ninguna otra radio ecuatoriana ha alcanzado nunca. Tal vez lo que se contará resulta todavía inédito incluso en América Latina.
Tras casi una década de transmisiones desde su fundación, la radio experimentó con intensidad el horror qué había sembrado sin que esa fuera jamás su intención.
Por entonces, Radio Quito, la “La Voz de la Capital”, empeñaba sus mejores esfuerzos para informar, entretener y acompañar a los quiteños. Su programación se componía de programas de noticias, segmentos musicales y, lo más importante, la distribución de series y novelas protagonizadas por su popular elenco de radioteatro.
Precisamente sería una parte del elenco de estas afamadas radionovelas y la adaptación de una obra de ciencia ficción británica las que interrumpieron trágicamente las transmisiones de la emisora por el periodo de dos años.
Todo ocurrió la noche del sábado 12 de febrero de 1949. Los directivos de la radio decidieron transmitir una adaptación ecuatoriana de “La guerra de los mundos” escrita originalmente por el novelista y padre de la ciencia ficción H. G. Wells, la misma obra que 11 años atrás había conmocionado a Nueva York y parte del este de los Estados Unidos en su versión radiofónica. Una maldición que se arrastraría hasta Sudamérica.
Durante la transmisión nocturna del habitual programa de música de Radio Quito se produjo una interrupción inesperada: varios actores del elenco de las radionovelas de la emisora protagonizaron a periodistas, militares, autoridades y ciudadanos que testificaban una terrorífica invasión extraterrestre.
El montaje arrancaba con los mismos elementos narrativos de la novela de ciencia ficción de G. H. Wells: un inesperado campo magnético creado por el descenso de un platillo volador procedente de Marte. En ese momento, la mayoría de los quiteños desconocían el trabajo de Wells. Esto fue aprovechado por la radio que ya había reportado el avistamiento de platillos voladores en las montañas cercanas a la ciudad de Pasto, en Colombia.
En el momento de la trasmisión de la obra pocas personas sabían lo que pretendían los actores de la radionovela, pese a que durante la transmisión los supuestos boletines informativos eran auspiciados por una empresa que promocionaba una gaseosa y pese a que en el diario de la época se habría anunciado, dentro de la programación radial, la radionovela. Los famosos cantores del dúo Benítez y Valencia quedaron atónitos cuando fueron interrumpidos en su intervención para dar paso a los testimonios sobre la invasión ficticia. Primero hubo un reporte de un avistamiento sobre las Islas Galápagos, después vino el reporte de Latacunga, casi al mismo tiempo llegó otro avistamiento a las afueras de Quito, en Cotocollao. Aquí es donde comenzó la radionovela. El elenco utilizó vasos de cristal, pedazos de bolsas de yute, pequeñas cajas de madera y telas para distorsionar su voz. Así se escucharon órdenes militares para responder a los invasores.
Los testimonios incrementaron su veracidad cuando llegaron supuestas llamadas de otras radios de todas partes del país: Radio Continental de Ambato, Radio La Voz de Tomebamba de Cuenca, Radio Cenit de Guayaquil y de otras que revelaban lo mismo. Todos insistían a cerca del peligro que corría el país.
La Policía Nacional confirmó que los cielos de Quito estaban despejados, que no vio nada en los alrededores de la ciudad, y al ver a las muchedumbres enfurecidas atacar el edificio donde operaba la radio, ignoró el problema. Otros testigos cuentan que cuando la multitud enardecida atacó la radio, los actores pidieron ayuda y los bomberos acudieron, sin embargo, no pudieron controlar el incendio porque los manifestantes los amenazaron de muerte si ayudaban a los actores.
Todo sonaba muy real. Había ruidos estruendosos, gente despavorida intentando huir del ataque y la ratificación de las autoridades sobre la gravedad del asunto. El montaje de radioteatro comenzó cuando la emisora interrumpió el apacible programa de música para informar el avistamiento de un objeto volador no identificado que gravitaba alrededor de las Islas Galápagos, y de otro que había sobrevolado la ciudad de Latacunga, que la había destruido en un ataque, y que se acercaba rápidamente a Quito.
Pero lo inesperado sucedió. Poco tiempo después muchos quiteños llenaron las calles de la ciudad y huyeron hacia las montañas de la capital andina con la firme convicción de que todo lo reportado por los periodistas de la radio era real. Otras personas también se agolparon en las iglesias para pedir perdón por sus pecados porque el fin del mundo se acercaba. Algunos incluso revelaban sus infidelidades y otros quemaban y regalaban su dinero. En Quito se vivía el fin del mundo. A pesar de ello, el programa de radio continuó durante otros 20 minutos más, hasta que se les informó de la gravedad de la situación en las calles. Solo entonces detuvieron la transmisión y aclararon al público que todo formaba parte de su programación de radionovelas.
Las multitudes que huyeron presas del pánico y otras que ocupaban todavía las calles de la ciudad pasaron del terror a la ira en unos minutos. Dieron la vuelta y se trasladaron a Radio Quito. Cuando llegaron, varios quiteños más se les unieron y comenzaron a tirar piedras al edificio donde funcionaba la radio. Algunos llevaron queroseno, líquido inflamable para encender estufas o lámparas de mesa, y lo arrojaron al edificio además de mechas o lienzos en llamas. Todo se combinó perfectamente con el papel, la tinta y los aceites de la imprenta del diario El Comercio, que todavía forma parte del mismo grupo de comunicación, creando una memorable llamarada que ascendió furiosamente a los cielos como queriendo alcanzar a las naves de los extraterrestres que nunca llegaron.
El fuego se propagó rápidamente por el edificio y la vida de todos los que estaban dentro corría grave peligro. En el interior del edificio estaban los actores de la radionovela, además de los locutores, periodistas, maquinistas, asistentes y el personal de limpieza. Muchos lograron salvarse saltando por las ventanas y por los balcones del edificio hacia el techo del edificio más cercano. Sin embargo, cinco personas murieron a causa del fuego y otras personas resultaron gravemente heridas. Esto, además de muchos suicidios que se produjeron por parte de algunos que creyeron que la invasión marciana era real.
El director artístico de la adaptación fue Leonardo Páez, quien luego del evento fue sobreseído de los cargos penales que le imputaron y decidió abandonar Ecuador y vivir en Venezuela, con su reputación muy afectada.
El daño se calculó en 8 millones de sucres, además de las personas que murieron en el incendio y otras que perdieron la vida debido a la noticia. Además, Radio Quito dejó de transmitir su programación durante dos años. El 30 de abril de 1951 reanudó su señal y hoy sigue siendo una de las principales estaciones de radio de la capital del Ecuador.
El evento será recordado como la invasión marciana que nunca sucedió y el incendio visto en Quito desde los cuatro puntos cardinales de la ciudad, como diría César Larrea, quien vivió personalmente la que llama “la noche funesta y doliente del sábado 12 de febrero de 1949″, en el libro Quito: Tradiciones y Nostalgia, de Edgar Freire. Para Larrea, ese sábado fue el día en que La guerra de los mundos llegó a Quito.
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