Ceausescu en Buenos Aires: folklore en la Quinta de Olivos y el consejo de Perón sobre el dinero

El dictador rumano visitó Argentina junto a su esposa en 1974, luego de haber establecido una relación con el líder argentino durante su exilio en Europa. Qué se dijeron los presidentes y las primeras damas

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Nicolae y Elena Ceausescu al
Nicolae y Elena Ceausescu al desembarcar en el Aeroparque de Buenos Aires, recibidos por Juan Perón y su esposa, Isabel. (Crónica)

Un argentino abre alguno de los diarios más importantes del país, cualquier diario, su preferido, y se topa con una enorme solicitada firmada por la Secretaría de Prensa y Difusión de Presidencia de la Nación. “Bienvenido Nicolae Ceausescu”, lee en una tipografía inevitable. Abajo aparecen los rostros sonrientes del mandatario rumano y del entonces presidente Juan Domingo Perón acompañados por un breve texto que describe a la visita como “un hito de significativa importancia dentro de la trayectoria de paz y de amistad que vincula a su país con el nuestro”. Algunas páginas más allá, una publicidad del Canal 7 (el canal de TV estatal) anuncia que esta noche se transmitirá el informe especial “Rumania en Marcha”. Y En la sección de arquitectura e ingeniería aparece un artículo titulado “Bucarest: ciudad en plena transformación”. Es el 5 marzo de 1974 y la visita de Estado de Ceausescu aparece en cada una de las portadas de hoy, pero también en las de los próximos cinco días.

Todos miran a Rumania, la tierra socialista que se desplantó a Moscú, y a su líder, que ya recibió en los últimos años al presidente estadounidense Richard Nixon y al francés Charles de Gaulle en Bucarest. El autoproclamado “Conductor” rumano es un actor internacional de peso. Aún falta mucho para la navidad de 1989 y para que las balas del pelotón de fusilamiento terminen con la vida de Ceausescu y de su esposa Elena. Y falta mucho, demasiado, para que diciembre de 1991 marque formalmente el final de la República Socialista de Rumania.

Elena Ceausescu e Isabel Perón
Elena Ceausescu e Isabel Perón en Olivos, con sus maridos de fondo. (Revista Las Bases)

Poco más de un año antes y aún en el exilio, Perón visitó Bucarest y se entrevistó con Ceausescu. Norma López Rega, hija de José López Rega, quien sería Ministro de Bienestar Social, recuerda que el viaje se dio a partir de un encuentro en Madrid con la doctora rumana Ana Aslan, que ofrecía por entonces tratamientos antienvejecimiento. Pero también hay otra versión de aquella primera reunión: Ion Pacepa fue un oficial de inteligencia con rango de teniente general del régimen rumano, hombre de confianza de Ceausescu y especialmente de su esposa, y que desertó a Estados Unidos en 1978. En 1987 publicó Horizontes Rojos: Crónicas de un Jefe Espía Comunista y allí afirma que la razón de la visita era económica: “El viejo amigo Juan Perón vino a Bucarest rogando por asistencia financiera. Perón necesitaba urgentemente fondos para movilizar a sus bastiones sindicales (…), y también para mantener su elegante residencia en uno de los suburbios más de moda en Madrid y para sostener las pretensiones de su esposa”. Pacepa cuenta que a partir de entonces se enviaron mensualmente paquetes diplomáticos con efectivo desde Bucarest a Madrid. Y que, en gratitud, Perón invitó a la pareja Ceausescu a visitar Buenos Aires tan sólo dos semanas después de su asunción.

Difícil saber si la prioridad de Perón fue entrevistarse con Aslan o con Ceausescu. Aun así aquella primera reunión entre el argentino y el rumano sentó las bases de una relación tan estrecha como breve. En septiembre de ese mismo 1973, Ceausescu se convirtió en el primer líder de un país miembro del Pacto de Varsovia en viajar a América Latina. Junto a su esposa Elena realizaron visitas oficiales a Cuba, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, pero debieron cancelar el resto de la gira después del golpe de Estado en Chile. Argentina quedaría pendiente por apenas seis meses.

Reunión de gabinete en presencia
Reunión de gabinete en presencia de Ceausescu e Isabel. )Revista Las Bases)

Antes de asumir el poder en 1965, Ceausescu había dicho que su país se proponía sostener relaciones económicas con todos los Estados, sin tener en cuenta sus posiciones ideológicas, sin importar si eran o no socialistas. Sus primeros años al frente de Rumania estuvieron marcados por un notable crecimiento económico, alivio a la censura, una menor persecución a las disidencias y una importante crítica a la Unión Soviética, especialmente después de la invasión de Moscú a Checoslovaquia en 1968. Ceausescu pretendía mostrarse como un líder fuerte y autónomo, como el más liberal del bloque socialista, capaz de entablar relaciones a ambos lados de la Cortina de Hierro, con Nixon, con el chino Mao Zedong o con quien fuera. Y veía en América Latina una oportunidad de crecimiento gracias a las afinidades de lengua y cultura con Rumania, un país latino.

Con la asunción de Perón en septiembre de 1973, ahora sí todo estaba dado para concretar el viaje postergado. Fue una visita con una agenda sumamente cargada para toda la comitiva rumana y que incluía reuniones privadas con Perón y sus ministros, con representantes de la oposición, visita al Congreso, recepciones de honor en la Quinta de Olivos y en el Hotel Sheratón, viajes a Mar del Plata, Balcarce y San Nicolás y la firma de convenios entre ambos Estados.

Primera reunión entre Perón y
Primera reunión entre Perón y Ceausescu, en 1973 en Bucarest. Perón aún estaba exiliado en Madrid. (Las Bases)

Ceausescu era en ese momento una figura sumamente relevante de la política internacional, no sólo por aquella muestra de autonomía que fue el desplante a la Unión Soviética en 1968, sino también porque lideraba un país cuya industria había crecido desde 1965 a un ritmo anual del 12,8%, mientras que la producción agropecuaria se había duplicado.

No es de extrañar entonces que la visita de Estado tuviera una amplia repercusión en medios argentinos. Un diario de Buenos Aires destacaba que el líder rumano “ha sido tenaz defensor de una política exterior basada en los principios del respeto a la soberanía a la independencia nacionales, a la igualdad de derechos, la conveniencia mutua y la no injerencia en los asuntos internos”. Ni siquiera los medios más conservadores cuestionaban al régimen de Bucarest y tan sólo un funcionario público argentino habló de “democracia”. En el marco de la visita de Ceausescu a la planta siderúrgica de SOMISA en San Nicolás, el Ministro de Defensa Ángel Robledo dijo: “Creemos que el hombre tiene derecho a vivir en libertad, en democracia y a realizar los grandes objetivos de su destino”. Pero no era una crítica a Rumania ni a su líder, sino la reivindicación de una política internacional autónoma en un contexto de Guerra Fría, con dos sistemas político-económicos en pugna.

Brindis en la recepción oficial
Brindis en la recepción oficial en Olivos. (Crónica)

Todas las declaraciones oficiales mantenían la misma línea: la necesidad de promover lazos diplomáticos y comerciales salteando la división bipolar entre oriente y occidente, entre socialismo y capitalismo. Cuando el Ministro de Cultura y Educación Jorge Taiana le entregó a Ceausescu y a su esposa el título de Doctor Honoris Causa, destacó “el deseo de la Argentina de establecer contacto con pueblos de distintas ideologías para que los hombres tengan acceso a todas las fuentes científicas”. Al mismo tiempo, la afinidad entre dos líderes carismáticos fuertes, sumada a las similitudes en los procesos de desarrollo a los que ambos aspiraban, pesó más que las diferencias de regímenes políticos. Tanto es así que José Embrioni, intendente de Buenos Aires, dijo al momento de la recepción oficial que tanto Perón como Ceausescu “son ejemplos vivos de conductores que luchan permanentemente por la dignificación del hombre y la felicidad de sus pueblos”. Por otro lado, en Las Bases, publicación partidaria del Justicialismo dirigida por Norma López Rega, se afirmaba que la visita de Ceausescu adquiría “una tremenda gravitación en momentos en que, en lo interno, los advenedizos tildan al gobierno de ‘derechista’ o de ‘izquierdista’, y en lo externo la Argentina pugna por librarse del bloqueo de los imperialismos”.

La repercusión de la visita fue tan unívoca que incluso se mantuvo en igual sintonía Ricardo Balbín, Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical y principal referente de la oposición argentina. Tras su reunión privada con Ceausescu y con Stefan Andrei, Secretario de Relaciones Exteriores del Comité Central, Balbín dijo que “las barreras ideológicas han sido superadas por la marcha de la historia”.

Perón, Ceausescu, Isabel y Elena
Perón, Ceausescu, Isabel y Elena en Olivos. El rumano luce el Collar de la Orden del Libertador San Martin que acaba de recibir, Elena con la Gran Cruz de la Orden del Libertador San Martín, Perón lleva la condecoración de la Estrella Rumana Socialista Clase 1° e Isabel, la Orden 23 de Agosto Clase 1°. (Archivo Nacional de Rumania)

Nadie quería ser ajeno a la promesa de crecimiento que significaba Rumania por entonces. Especialmente Perón. Por eso ofreció a Ceausescu una recepción oficial en Olivos, con espectáculo folklórico incluido, y le entregó el Collar de la Orden del Libertador San Martin, máxima condecoración del Estado argentino. Los mandatarios se reunieron en privado en tres ocasiones a lo largo de los cuatro días de visita, oficialmente para discutir los convenios comerciales que se firmarían. Pero Pacepa aporta una curiosidad: “Yo estaba en el palacio presidencial cuando Perón le dijo a Ceausescu: La primera vez que fui presidente, pensé que duraría para siempre. Ahora he aprendido que todo es efímero menos el dinero’.”

Por esos días Elena Ceausescu, doctora en química y directora general del Instituto de Investigaciones Químicas de Bucarest, tuvo tiempo de comprar joyas y de entrar en confianza con Isabel Perón. “Mi trato con los Ceausescu fue protocolar, no conversé en forma particular casi nada. Mi madre fue con Isabelita a un almuerzo con la Señora Elena, ellas estuvieron más cercanas”, recuerda López Rega. Violeta Nastasescu, traductora de la primera dama rumana, cuenta en su libro Confesiones sin Fronteras que Elena “siguió de cerca cómo se movía, la actitud, los gestos y el estilo de la primera dama argentina.” Cuando las dos mujeres se reunieron, la rumana le preguntó a Isabel cómo organizaba su horario diario y descubrió que “siempre reservaba tiempo para un tratamiento cosmético, deportes de tiempo libre y otras cosas así'. “Me gusta estudiar a mujeres de este tipo”, le confesó Elena a su intérprete.

Perón y Ceausescu en la
Perón y Ceausescu en la quinta de Olivos. (Crónica)

El viaje a Buenos Aires fue un quiebre para Elena. Fascinada por el rol institucional y por las ambiciones de poder de Isabel, decidió lanzarse a la vida política activa. A partir de entonces no sólo pasó a ocupar importantes cargos públicos, sino que además creó a su alrededor un culto a la personalidad comparable al que su marido imponía sobre sí mismo desde 1971. Si Ceausescu era el Dios del pueblo rumano, Elena debía estar a su lado en el Olimpo. Pacepa cuenta que “cuando Isabel asumió la presidencia de Argentina, escuché a Elena decir, como hablando consigo misma: ‘Si una puta de una discoteca de Caracas pudo hacerlo, ¿por qué no una mujer de ciencia?’”

Antes de regresar a Rumania, Ceausescu y Perón firmaron seis convenios relativos a cooperación económica y técnica en distintas áreas, incluyendo petróleo, minería, siderúrgica, turismo y telecomunicaciones. Además Bucarest otorgaría una línea de crédito por 100 millones de dólares para la compra de bienes de capital rumanos. El presidente argentino se despidió destacando que por primera vez un jefe de Estado de un país socialista se acercara a América Latina y resaltando sus coincidencias con el rumano: “Verifico en nuestros dos países un arraigado sentimiento por la defensa de la dignidad nacional y de la independencia, y la modernización de sus economías e industrias.” Luego le obsequió a Ceausescu un fusil, un reloj y una fotografía autografiada del mismo Perón. Y el viaje finalizó con la invitación de la pareja Ceausescu a la pareja Perón a realizar un visita, esta vez sí oficial, a la República Socialista de Rumania.

Perón y Ceausescu en Aeroparque.
Perón y Ceausescu en Aeroparque. (Revista Gente)

Pero eso nunca ocurrió. Perón murió apenas 4 meses más tarde, mientras que el final de Ceausescu y de su régimen estuvo marcado por la violencia. Hacia fines de los 70, el sueño de crecimiento rumano implosionó y la deuda externa aumentó exponencialmente. Los ajustes y recortes afectaron a toda la sociedad y se tradujeron en escasez, pobreza, cortes de luz, protestas y una durísima represión a lo largo de la década siguiente. Pero Ceausescu debe haber escuchado aquel consejo de Perón al que refiere Pacepa porque, en medio de la crisis, el rumano se negó a sacrificar su vida de lujos.

Finalmente las manifestaciones de diciembre de 1989 terminaron expulsando a Ceausescu después de 24 años en el poder. En la navidad de ese año, Nicolae y Elena Ceausescu fueron condenados a muerte por “genocidio, daños a la economía nacional, uso de la fuerza contra civiles y enriquecimiento injustificable”. Las imágenes de los fusilamientos recorrieron el planeta. Dos años después, en diciembre de 1991, desapareció formalmente la República Socialista de Rumania y comenzó la difícil transición hacia una democracia plena, completamente opuesta a la dictadura de los Ceausescu.

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