“Cada persona que así lo desee será trasladada, ya sea grande, pequeña, joven o vieja. No tengan miedo, nadie les hará daño”. La mañana del 12 de julio de 1995 era un día soleado en Srebrenica, un enclave musulmán en una región de Bosnia con mayoría serbia y católica ortodoxa.
Rodeado de sus milicianos, el general serbio-bosnio Ratko Mladic explicaba a la población, agotada después de un largo sitio, que ningún habitante iba a ser dañado y que sus hombres estaban trayendo a la ciudad comida, agua y medicinas. Un video lo muestra amigable mientras habla con un niño musulmán de 12 años. “Sean pacientes”, se lo escucha decir.
Un día antes de esas palabras, el 11 de julio, Mladic ya había dado la orden de reunir y asesinar a todos los hombres de la ciudad en edad militar. En los siete días que siguieron, su tropas asesinaron a más de 8 mil personas, en la peor masacre ocurrida en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la única atrocidad de la sanguinaria guerra de Bosnia en ser calificada como un genocidio por un tribunal internacional.
Los combates alrededor de Srebrenica, un centro industrial rodeado por verdes colinas en el este de Bosnia, habían comenzado tres años antes. En 1992 la desintegración de Yugoslavia enfrentó entre sí a las tres principales facciones étnicas del país: serbios, croatas y musulmanes bosnios. Más de 100.000 personas murieron en el conflicto antes de que se negociara un acuerdo de paz en noviembre de 1995.
El conflicto en Bosnia fue especialmente brutal y sangriento. En los territorios de mayoría serbia del país había varios enclaves musulmanes contra los cuales los milicianos, apoyadas por el gobierno serbio de Slobodan Milosevic, practicaban la infame “limpieza étnica”. Las aldeas musulmanas fueron sistemáticamente destruidas y sus habitantes expulsados, en medio del silencio de la comunidad internacional. El objetivo de Milosevic y Mladic era crear un territorio homogéneo, donde solo vivieran serbios y fuera fácil de anexar a Serbia en las negociaciones posteriores a la guerra.
En poco tiempo, aproximadamente dos tercios de Bosnia habían caído bajo el control serbio. Sin embargo, Srebrenica y las aldeas en el valle de Drina se habían convertido en el principal obstáculo para la realización del proyecto serbio. La ciudad había acogido a miles de desplazados musulmanes y era defendida por el pequeño y desorganizado ejército bosnio y algunas milicias musulmanas locales.
Los serbios bosnios comenzaron un largo sitio. La crisis humanitaria que siguió, con miles de personas hacinadas en la ciudad sin agua y comida, conmocionó al mundo y llevó la ONU a declarar en 1993 Srebrenica como un “refugio seguro” bajo la protección del organismo internacional. Según los acuerdos, las dos partes debían detener las actividades militares. Para que se el acuerdo fuera respetado, la ONU envió al lugar un contingente holandés de Cascos Azules.
El ataque y la caída de Srebrenica
Esta era la situación cuando, en julio de 1995, el ejército serbio de Bosnia bajo el mando de Mladic lanzó el ataque final sobre Srebrenica. Las tropas entraron sin encontrar resistencia de las fuerzas de paz holandesas de la ONU.
Los Cascos Azules sellaron rápidamente a un acuerdo sobre los términos de la ocupación de la ciudad. El comandante holandés, Tom Karremans, lo celebró con un brindis con Mladic.
Por su parte, el líder militar serbio dio un discurso a sus conciudadanos: “El 11 de julio de 1995 estamos en la ciudad serbia de Srebrenica, estamos entregando esta ciudad al pueblo serbio”, dijo.
Conscientes del peligro inminente, unos 15 mil hombres y niños musulmanes bosnios huyeron a los bosques que rodean Srebrenica. Otras 30 mil personas se apresuraron a refugiarse en el complejo de la ONU, ubicado en una zona industrial a la entrada de la ciudad, con la esperanza de que los militares holandeses los protegieran.
Al día siguiente, mientras Mladic prometía que todos estarían a salvo, el personal holandés de la ONU observó inerte cómo las tropas serbias sacaban a cientos de hombres y niños del complejo para ejecutarlos mientras transportaban a las mujeres y niñas al territorio controlado por el gobierno bosnio.
El escritor bosnio Emir Suljagic, que por entonces tenía 17 años y que se salvó sólo porque trabajaba como intérprete de la ONU, dio cuenta en su libro Postales desde la tumba del “desinterés frío, casi burocrático” del personal civil y militar de la misión de la ONU. Fue, escribió, “una traición llevada a cabo por personas que, por donde se las mire, eran educadas e inteligentes, pero que en aquellos días no tuvieron coraje”.
En los siguientes 10 días, los militares serbios llevaron a cabo lo que los tribunales internacionales calificaron como una masacre “planificada y coordinada de alto nivel”.
Las atrocidades fueron brutales. Para llevar a cabo el genocidio fue fundamental la figura del coronel Ljubisa Beara, con la complicidad de al menos mil personas, según una minuciosa reconstrucción del escritor bosnio-croata Ivica Dikic. Miles de bosniacos, como también son llamados los musulmanes bosnios, fueron llevados lejos de la ciudad, alineados y asesinados con un tiro en la cabeza o cortando sus gargantas. En otros casos, los serbios hicieron explotar almacenes donde los habían encerrado y maniatados. Otro miles fueron cazados en los bosques. Unos 300 bosniacos, que habían encontrado refugio dentro de la base de la ONU, fueron entregados a los serbios por los mismos Cascos Azules (un hecho por el cual los Países Bajos fueron condenados por un tribunal internacional).
En un intento de ocultar la masacre, los cuerpos fueron empujados con excavadoras a fosas comunes y enterrados. En total, se estima que murieron más de 8.100 personas.
La caída de Srebrenica sigue siendo un episodio controvertido hasta el día de hoy. Para algunos observadores, los altos mandos de la misión de paz de la ONU reaccionaron con lentitud calculada. Podrían haber pedido la intervención de la fuerza aérea estadounidense para detener a los serbios, pero no lo hicieron. ¿Por qué? Una de las hipótesis es que la ciudad y sus habitantes fueron la moneda de cambio con la que el alto mando de la ONU pagó la liberación de un grupo de Cascos Azules retenidos por los serbios dos meses antes. Además, algunos creen que los gobiernos europeos veían de manera favorable la caída del enclave musulmán, pensando que sería más fácil llegar a una división territorial del país después del conflicto, algo que finalmente sucedió.
Las condenas a los responsables
El Tribunal de crímenes de guerra de la ONU para la ex Yugoslavia condenó y sentenció a Mladic, Breara y al líder político serbio bosnio Radovan Karadzic por el genocidio de Srebrenica, junto a más de 50 funcionarios, oficiales y policías serbios de Bosnia. Mladic y Karadzic están cumpliendo cadena perpetua. Breara murió en la cárcel en 2017. Milosevic murió en 2006 durante el juicio.
El parlamento de Serbia aprobó en marzo de 2010 una resolución con la que condenaba la masacre y se disculpaba con las víctimas. Los serbios de Bosnia, sin embargo, todavía niegan en gran medida el alcance de los asesinatos y se niegan a reconocer que cometieron un genocidio. Cuando la guerra terminó en un acuerdo de paz negociado por los Estados Unidos en noviembre 1995, se formó la República Srpska, una entidad dirigida por los serbios dentro de Bosnia, de la que Srebrenica pasó a formar parte.
En los últimos 25 años, los forenses han podido poner nombre a unos 6.600 restos humanos recuperados gracias a las pruebas de ADN.
El 11 de julio quedó marcado como el día para recordar a las víctimas de este genocidio. Cada año se encuentran y se les da sepultura a más cuerpos y los sobrevivientes, en su mayoría mujeres, regresan para conmemorar a sus padres y hermanos, esposos e hijos. Este año en el cementerio conmemorativo de Potocari serán enterrados nueve cuerpos: el más joven es de un bebé recién nacido, el mayor de un hombre de 94 años.
Veinticinco años después, Srebrenica sigue siendo una herida abierta en el corazón de Europa para un Occidente que asistió indiferente a la negación de sus valores.
Un libro: Postales desde la tumba, Emir Suljagic (Galaxia Gutenberg)
Una película: En la tierra de nadie (2001), de Danis Tanović
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