Rebelión contra las mascarillas y falsas curas: las reacciones a la pandemia de gripe de 1918 que se repiten hoy con el COVID-19

Los archivos históricos de Estados Unidos y el Reino Unido muestran cómo fue la resistencia al uso del barbijo que se hizo en San Francisco y una enormidad de productos que prometían efectos milagrosos o poderes de prevención

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"¡Oh! Venga y dígaselo al
"¡Oh! Venga y dígaselo al juez": el arresto de un hombre en San Francisco, en 1918, por no usar mascarilla. (Biblioteca Estatal de California)

¿A alguien no le ha llegado por WhatsApp el reenvío bienintencionado de un video con un presunto médico que recomienda gárgaras de bicarbonato de sodio —o sal, o vinagre, o alguna otra sustancia corriente, invisible de tan obvia— para curar o prevenir el COVID-19?

Hay otras opciones, en otras redes sociales, de desinformación con remedios milagrosos contra el coronavirus: desde blanqueador o lavandina hasta orina de vaca, pasando por suplementos para el sistema inmunológico, la medicina tradicional china shuanghuanglian, productos con plata coloidal o derivados del cordón umbilical humano, toda clase de consejos delirantes han bombardeado a la población atemorizada por una pandemia que, hasta el momento, carece de cura y de vacuna para prevenirla.

Un efecto colateral de internet, se podría especular; del mismo modo que la resistencia a usar mascarilla que se ve en muchos lugares de los Estados Unidos —incluidos comercios que, como parte de su política para admitir clientes, piden que la gente se quite el barbijo o tapabocas— podría pensarse como una consecuencia indeseada de la polarización política en un país sensibilizado por la proximidad de las elecciones presidenciales y más de 2,1 millones de contagios y casi 120.000 muertos por el SARS-CoV-2.

"Estamos abiertos / a la
"Estamos abiertos / a la verdad. No se permiten mascarillas. Los apretones de manos están bien. Los abrazos están muy bien": los carteles que puso en la reapertura una tienda en Simi Valley (David Parsons/@davidlparsons)

Pero si la historia deja alguna lección, ni la tecnología ni las guerras culturales explican esos fenómenos: acaso habría que pensar en la naturaleza humana porque, durante la epidemia de gripe de 1918-1919, sucedió exactamente lo mismo.

El brote más letal de la historia —mató a unas 50 millones de personas en el mundo; otros cálculos hablan del doble— despertó el ingenio de comerciantes que ofrecieron nuevos productos mágicos como el antitusígeno Veno’s o las tabletas del Dr. Cassell, o simplemente adaptaron el marketing de otros ya existentes, como la leche malteada Borden’s, que se empezó a vender como un refuerzo de vitalidad. La resistencia al uso de máscaras generó desde ordenanzas hasta campañas públicas para contrarrestarla, y llegó a reunir a 2.000 personas en un mitin de la Liga Anti Mascarillas en San Francisco, California.

“¡Use  mascarilla y salve
“¡Use mascarilla y salve su vida!": un aviso de la Cruz Roja en el Berkeley Daily Gazette. "Usted debe usar una mascarilla, no sólo para protegerse a usted mismo contra la gripe, la neumonía y la muerte. sino también a sus hijos y su vecino”.

De manera similar, apenas pasó el primer pico de contagio del coronavirus, las calles de las ciudades en los Estados Unidos comenzaron a llenarse de gente que, tanto por disfrutar del aire en los días cálidos del año como para protestar contra el racismo, se expuso a nuevos contagios. El uso de mascarillas faciales, por ejemplo, que hasta abril había aumentado de manera constante, se estancó en junio en menos del 70% de las personas, según datos de YouGov. Y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha cesado de enviar cartas de advertencia a quienes promocionan falsamente productos contra el COVID-19.

El historiador J. Alex Navarro, quien participó con el Centro de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) en los esfuerzos de preparación contra epidemias que se hicieron durante el gobierno de George W. Bush, es también codirector —con Howard Markel— de la Influenza Encyclopedia, una enciclopedia en línea sobre la gripe de 1918-1919, y con ese conocimiento habló con Mother Jones sobre “la tendencia humana a rebelarse contra la autoridad, aun si significa poner en peligro la salud”.

“Un zángano peligroso”

La FDA no ha cesado
La FDA no ha cesado de enviar cartas de advertencia a quienes promocionan productos contra el COVID-19 (fda.gov/FDA Flickr).

En aquel momento, todavía impactado el planeta por la Primera Guerra Mundial en curso, había un sentido de patriotismo que se fusionó con el combate de la pandemia. “Por ejemplo, en lugares donde se aprobaron ordenanzas sobre el uso de mascarillas, la Cruz Roja imprimió un anuncio en los periódicos que básicamente decía ‘Salve una vida, use mascarilla. Cumpla con su parte’. De hecho utilizó la palabra ‘zángano’, que se había empleado para hablar de personas que no hacían lo que les tocaba en el esfuerzo de la guerra”.

El aviso decía: “El hombre, la mujer o el niño que no lleve mascarilla será ahora un zángano peligroso".

Con la velocidad de un
Con la velocidad de un rayo prometía curar la tos el antitusígeno Veno’s. (Archivo Británico de Periódicos)

No obstante, hubo “actos notables de resistencia, desde desafíos legales hasta desobediencia abierta”, siguió Navarro. “Por ejemplo, a tres semanas de la epidemia en Atlanta, un grupo de comerciantes habla con el alcalde, Asa Candler, y le dice: ‘Necesitamos reabrir’. Él era un político pro-comercio, y decidió de manera unilateral, contra la objeción de la junta sanitaria, que se reabriría Atlanta cuando la epidemia no había terminado. De hecho no sabemos cómo fue realmente el curso de la epidemia en Atlanta, porque la ciudad dejó de reportar los casos como hacía antes”.

La rebelión de San Francisco

La empresa Germ Killer Medicine
La empresa Germ Killer Medicine buscaba vendedores para un “nuevo descubrimiento” contra “el catarro y la gripe”, que pronosticaba que seria un best-seller. (Biblioteca del Congreso de los EEUU)

Existen registros de las órdenes de usar mascarilla en Denver, Seattle y Oakland, entre otras ciudades del oeste de los Estados Unidos, y “en todas las odiaron”, sintetizó Navarro. Pero en una sola ciudad hubo una rebelión: San Francisco. Cuando se emitió la primera ordenanza que las imponía, “hubo cientos de personas arrestadas por no usarlas”, recordó Navarro. No se puede establecer las razones: puede ser por desafío a la autoridad, porque creían que el gobierno no podía indicarlo como una orden sin violar la Constitución, porque creían que no las necesitaban, porque creían que no eran efectivas, porque pensaron que podían ahorrarse la incomodidad sin ser detectados o porque se olvidaron de salir con una, especuló.

"¡No me diga! Joven, consígase
"¡No me diga! Joven, consígase una mascarilla o vaya a la cárcel": no había argumentos posibles contra la policía de San Francisco en 1918. (Biblioteca Estatal de California)

Sólo el 27 de octubre de 1918, según la Enciclopedia de la Gripe, la policía arrestó a 110 personas en San Francisco por no tener mascarilla o por usarla de manera inapropiada. “Cada una fue acusada de ‘perturbación de la paz’ y la mayoría recibió una multa de USD 5 dólares, dinero que se destinó a la Cruz Roja. Nueve almas desafortunadas fueron acusadas ante un juez en particular, quien decidió sentencias con breves periodos en la cárcel”. El 28 de octubre hubo otros 50 arrestos —cinco personas terminaron encarceladas y otras siete recibieron multas de USD 10—, y la resistencia siguió en los días siguientes. “La cárcel de la ciudad se llenó de gente y los jueces de contravenciones se vieron obligados a trabajar hasta bien entrada la noche y los domingos para resolver los casos”.

"¡Use el pañuelo y cumpla
"¡Use el pañuelo y cumpla con lo que le toca para protegerme!: un mensaje del público en un afiche del gobierno de EEUU que se ofrecía gratuitamente en 1918 a todas las jurisdicciones que quisieran explicar que “los resfríos, la gripe, la neumonía y la tuberculosis se transmiten así”. (Administración de Archivos y Registros Nacionales)

“Eso llevó a una segunda orden de uso de mascarillas, en enero de 1919, cuando hubo un resurgimiento de casos, y esa vez sin dudas hubo desacato”, agregó Navarro. “A la gente no le gustaba usar los barbijos. Y hasta hubo oposición de médicos prominentes. Un miembro de la Junta de Supervisores de California fue miembro de la Liga Anti Mascarillas”.

Las pastillas del Dr. Cassell y otras ilusiones

“La salud arruinada por la
“La salud arruinada por la gripe: una víctima del gran flagelo explica los espléndidos efectos en el fortalecimiento de la salud de las tabletas del Dr. Cassell”. (Biblioteca del Congreso de los EEUU)

The Wall Street Journal (WSJ) hizo una compilación de publicidades difundidas en los periódicos durante la gripe de 1918-1919, con imágenes tomadas de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la Administración de Archivos y Registros Nacionales, el Archivo Británico de Periódicos y la Biblioteca Estatal de California. “Muchas empresas trataron de sacar rédito de la epidemia, exagerando sus ofertas en avisos”, explicó. “'Algunos eran estafas', dijo John Barry, de la Escuela de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans. ‘Algunos de ellos probablemente eran sinceros con respecto a lo que creían’”.

Milton, un antiséptico para la
Milton, un antiséptico para la garganta, prometía que “si se usa como enjuague bucal y aerosol nasal, por la mañana y por la noche, y como gárgara, usted será inmune”. (Archivo Británico de Periódicos)

Por ejemplo, una empresa apeló al terror de las familias: los niños morían en camino a la escuela, señaló, y había que protegerlos con su “Cura india”. Y había que apurarse a comprarla: el producto ya escaseaba. Un poco más sobrios, pero solo un poquito, los fabricantes de Milton, un antiséptico para la garganta, alertaron sobre “los estragos de la gripe que se disemina por todas partes” y las bondades de su producto que podía volver a alguien “inmune”.

Soldados en Camp Dix, Nueva
Soldados en Camp Dix, Nueva Jersey, hacen gárgaras con agua con sal en septiembre de 1918: una forma del pensamiento mágico para protegerse contra la mortífera gripe. (Coleccion Everett/Archivos Nacionales)

El fabricante de las Tabletas del Dr. Cassell citó el efecto milagroso que tuvieron en G.A. Parmenter, de Londres, quien se sintió mal en un tren, mientras le subía la fiebre y “comenzaba a hablar de manera incoherente”. La empresa también destacó que las pastillas trataban las crisis nerviosas y el insomnio, que había sido su objetivo original, antes de que la epidemia forzara un nuevo marketing.

Personal de la salud, ausentismo y solidaridad

La resistencia al uso de
La resistencia al uso de mascarillas no es un fenómeno nuevo: ya sucedió en la epidemia de gripe de 1918-1919. (Administración de Archivos y Registros Nacionales)

“La gripe española tuvo tres olas en los Estados Unidos: una primavera y un verano relativamente suaves, un otoño devastador, por fin una ola final de noviembre a febrero de 1919 provocada por la relajación de las medidas de seguridad luego del fin de la Primera Guerra Mundial”, recordó WSJ. “Todo el mundo salió a la calle y se besó con completos desconocidos”, dijo al periódico Sandra Opdycke, autora de The Flu Epidemic of 1918.

“Dos niños murieron camino a
“Dos niños murieron camino a la escuela”, evocó el aviso de “la Cura India” que “hace magia con la fiebre”, según sus promotores. (Archivo Británico de Periódicos)

Pero había, sin embargo, conciencia de que existía el peligro de un resurgimiento. Una farmacia de Arkansas advirtió contra el exceso de confianza en septiembre de 1919: ofrecía a sus clientes un kit de sanidad para estar preparados en caso de nueva ola. Y el propietario de la cafetería The Murfette, de Brinkley, también Arkansas, aseguró a sus clientes que no debían preocuparse por volver a su local: la higiene garantizaba que no se contagiarían.

"Aquí no hay peligro", promocionó
"Aquí no hay peligro", promocionó la cafetería The Murfette. “Cada vaso que usamos se lava dos veces, en agua corriente, se seca y se le saca brillo”. (Biblioteca del Congreso de los EEUU)

“La pandemia creó una gran demanda de trabajadores de la salud, legítimos y no tanto”, siguió WSJ. La Escuela de Enfermería de Chicago aprovechó para promocionar sus cursos a distancia en una mayor escala, para todos quienes buscasen “una vocación amable y respetada”.

“Sea enfermera. Gane USD 15
“Sea enfermera. Gane USD 15 a USD 25 por semana. Miles están adoptando esta amable y respetada vocación”, invitaba a usar su “sistema simple y perfeccionado” para “aprender desde la casa” la Escuela de Enfermería de Chicago. (Biblioteca del Congreso de los EEUU)

Por último, las publicidades de la época también reflejan que el cierre de comercios, si bien fue limitado, terminó forzado por la cantidad de gente que dejó de ir al trabajo, bien porque estaba enferma o bien por temor al contagio. “Según el profesor Barry, el ausentismo llegó al 60% en los astilleros, por ejemplo”, explicó WSJ. “La Compañía Telefónica de Nueva York le pidió a sus clientes que limitaran al mínimo las llamadas, de modo tal que los operadores que todavía iban a trabajar pudieran lidiar con las comunicaciones esenciales”.

“Piense antes de usar el
“Piense antes de usar el teléfono: ‘¿Es necesaria esta llamada?’”: ante “la grave escasez de nuestro plantel de operadores debido a la gripe española”, la Compañía Telefónica de Nueva York solicitó: “Se deben hacer todos los esfuerzos para restringir el uso del teléfono a llamadas que sean indispensables”. (Biblioteca del Congreso de los EEUU)

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