Una investigación encarada por el historiador polaco Jan Grabowski documenta nuevas evidencias del rol activo de la policía de Polonia durante la “Solución Final” encarada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, una posición que ha sido fuertemente rechazada por el gobernante partido ultranacionalista Ley y Justicia.
Recientemente publicado en Polonia, el libro “Na Posterunku. Udział polskiej policji granatowej i kryminalnej w zagladzie Zydów” (De guardia: el rol de la Policía Azul en el Holocausto) ha causado un gran revuelo en el país, como relata el periódico israelí Haaretz.
Grabowski dedicó una década de trabajo y visitó los archivos generales de Polonia, Alemania, Estados Unidos e Israel para documentar su investigación. También se entrevistó son sobrevivientes del Holocausto que habían sido testigo de los horrores.
Muchos de estos documentos, que incluyen los registros de la policía polaca, no habían sido nunca consultados y demuestran que aún hay mucho por investigar y conocer, 75 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
“Me sorprendió descubrir el rol que tuvo la policía polaca en el asesinato de judíos”, expresó Grabowski en una entrevista con Ofer Aderet, de Haaretz. “Asesinato, violaciones, robo, la escala es inabarcable”, agregó.
La Alemania nazi invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 y un mes después el estado polaco había dejado de existir. En lugar de establecer un gobierno títere con simpatizantes locales del nazismo, como se había hecho en otros países conquistados, el país fue de hecho ocupado y mantenido bajo una administración militar alemana durante el resto de la guerra, y todas las instituciones de gobierno fueron disueltas por los invasores.
Excepto una.
Poco después del colapso polaco, las autoridades alemanas decidieron reconstituir a las fuerzas de seguridad locales, en lo que sería conocido como la “Policía Azul”. Los que habían sido agentes de policía antes de la invasión fueron nuevamente llamados a las filas de esta nueva agencia, cuya nómina de unos 18.000 miembros se completaría luego con nuevos reclutas.
La medida fue tomada, en un principio, ante la necesidad de proveer seguridad en aquellos territorios polacos que Alemania no anexó, entre ellos Varsovia y Cracovia.
Con el tiempo, sin embargo, la “Policía Azul” comenzó a ocuparse de otras tareas.
“Bajo las órdenes de Alemania, la policía polaca se convirtió en una organización criminal y asesina que fue un elemento clave en la implementación de la Solución Final” explicó Grabowski al Haaretz.
La participación de Polonia en el Holocausto ha sido un tema polémico en el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Quienes rechazan de cuajo cualquier insinuación de colaboración insisten en que el estado había sido disuelto por los alemanes y que toda la responsabilidad debe caer en los nazis, más allá de algunos individuos que sirvieron para los invasores. Destacan además la intensa resistencia clandestina encarada por los ex soldados polacos contra la ocupación.
Pero muchos otros resaltan el rol que tuvieron diferentes organismos polacos en la matanza, no sólo la policía si no también las compañías ferroviarias, que fueron instrumentales en el traslado de judíos y otras minorías a los campos de exterminio. También recuerdan el antisemitismo imperante en Polonia (como en casi toda Europa en aquella época) y los pogromos contra comunidades judías.
En la Polonia actual, la sola mención de este debate puede generar tensión. El partido gobernante Ley y Justicia (PiS) ha lanzado una campaña en los últimos años para prohibir y castigar penalmente a la sola mención de Polonia en el Holocausto, que tiene su caso más extremo en la veda al uso del término “campo de concentración polaco”, que referencia la ubicación geográfica. La justificación se basa precisamente en rechazar cualquier participación sistematizada de polacos en la matanza de judíos, concediendo sólo que algunos individuos aislados lo hicieron.
Consultado por estos esfuerzos del gobierno actual, Grabowski sabe que corre un riesgo al hablar de “policía polaca” en relación a la agencia que participó del Holocausto. Pero el historiador asegura tener los documentos y la evidencia para referirse de esa manera a la “policía azul": tanto los alemanes como los judíos en los campos hablaban de la “policía polaca”.
Así, Grabowski mantiene una postura opuesta a la del gobierno actual y su investigación sostiene la tesis de que los polacos participaron institucional y sistemáticamente en la matanza de judíos, y lo hicieron en forma organizada.
En el libro se muestra cómo la policía polaca seguía órdenes precisas de los alemanes, pero también cómo mostraban iniciativa y fervor en la matanza de judíos. Estas tareas incluían montar guardia en los ghettos, montar operativos para terminar con el contrabando de comida, así como también el asesinato de judíos que intentaban escapar.
“Sin la policía polaca, los alemanes no habrían tenido éxito en su plan”, indicó Grabowski a Haaretz.
Tal es el caso de Kazimierz L., un oficial de policía polaco que junto a un colega secuestró a una mujer judía en la ciudad de Tarnow. La violaron y luego la asesinaron, como reconstruye el libro, y no fue la primera vez que lo hacían.
Stanislaw Mlynarczyk, en cambio, regularmente arrestaba judíos escondidos en hogares polacos y los entregaban a los alemanes, que los asesinaban en el acto.
Una de las principales razones por las que los alemanes empleaban a polacos, señala Grabowski, es que se les hacía difícil distinguir a los polacos judíos de los que no lo eran. Muchos judíos de hecho se aprovechaban de este hecho para escapar: al quitarse la banda identificatoria y cambiarse la ropa, podían pasar desapercibidos.
Pero los policías, especialmente los de pequeños pueblos y ciudades, conocían a las familias y vecino, y se dedicaban precisamente a encontrarlos.
No todos los policías trabajan capturando judíos para luego entregarlos a los alemanes. Algunos directamente los masacraban con sus propias mansos Así relata un joven polaco que presenció la llegada de cuatro policías polacos a un domicilio donde residía judíos. Los mataron a todos y ordenaron al testigo que los sepultara, a pesar de que no había ningún alemán cerca.
Aleksander Kampf, por ejemplo, sobrevivió a la guerra, pero su familia no lo hizo. Fueron sorprendidos en 1943 por tres policías polacos en el granero en el que estaban escondidos. Los hombres mataron a su esposa en el acto y torturaron y masacraron a sus hijos el día después.
Las ejecuciones sumarias de judíos por parte de miembros de la policía eran recurrentes, como reconstruye el libro. “No puedo decir que todos fueran asesinos, pero todos ellos hicieron sus contribuciones, con muy raras excepciones”, explicó Grabowski.
En total, el historiador estima que al menos 200.000 judíos fueron asesinados directamente por polacos durante la Segunda Guerra Mundial, aunque el investigador considera que el número real podría ser muy superior.
A estos datos se suma otro hecho que genera polémica. Hasta el momento Polonia había concedido la matanza de judíos durante la guerra por parte de algunos pocos polacos sin educación y exclusivamente en áreas rurales.
Pero los jefes de la policía polaca durante el conflicto eran ciudadanos respetados y miembros destacados de la sociedad. Muchos policías formaban parte también de la resistencia clandestina y llegaron a ser considerados héroes nacionales en la posguerra.
“El hecho de que muchos de ellos fueran héroes de la resistencia polaca y al mismo tiempo perversos asesinos de judíos, que estas dos posiciones fueran compatibles, es algo chocante para mi como historiador polaco”, señaló Grabowski.
Desempolvar esta dura evidencia y cargar contra héroes establecidos no ha sido fácil para el historiador, especialmente con el partido PiS en el gobierno. “Hay momento estresantes. Recibo correos electrónicos llenos de odio y llamadas telefónicas amenazantes, hay encuentros físicos desagradables”, explicó Grabowski.
“Mucha me gente me miró con odio después de que la televisión estatal polaca me llamara un ‘falsificador de la historia’”, agregó, sin mostrar intenciones de dar marcha atrás.
“Los nacionalistas no entienden que si estudias el Holocausto ya no se trata de tus elecciones. Es un camino que ha sido tomado por tí, no puedes dar la vuelta y decir: ‘me conformaré’. Tienes una obligación para con los vivos y los muertos”, concluyó.
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