En los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más grande en la historia de la humanidad que arrasó con Europa y partes de Asia durante seis años y dejó casi 50 millones de muertos, los aliados victoriosos (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética) coquetearon con la posibilidad de disolver completa y definitivamente al ejército alemán.
Después de todo, la guerra en el continente europeo había empezado en septiembre de 1939 con la invasión de Polonia por parte de las tropas de Adolf Hitler y había concluido con la caída de una Berlín acéfala, tras el suicidio del dictador, en mayo de 1945.
En 1914, y a pesar de que aquel conflicto se había iniciado en los Balcanes en medio de una disputa imperial, fueron también las tropas alemanas las que invadieron Bélgica y Francia y la Primera Guerra Mundial acabó en octubre de 1918 cuando Berlín, casi al borde del quiebre, solicitó un armisticio.
La era de la hegemonía militar prusiana, iniciada con la invasión de Francia dura la guerra francoprusiana y su derrota en 1871, había terminado 70 años después con un mundo sacudido y desorientado, forzado a unificarse temporalmente para contener su avance.
Así, tras pactar en Potsdam los detalles de la ocupación de Alemania en cuatro zonas, la alianza también consideró la posibilidad de desmembrar al país y evitar que pudiera volver a resurgir y acumular semejante poder.
Pero el eje de la nueva hegemonía se estaba moviendo. Las tensiones entre los aliados occidentales, capitalistas y democráticos, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, y la Unión Soviética euroasiática, comunista y unipartidista, ya habían comenzado a sentirse al final de la Segunda Guerra Mundial, y el día después Alemania, partida en cuatro zonas de ocupación, fue el principal escenario de esta cuna de lo que sería la Guerra Fría.
El bloqueo terrestre y fluvial de Berlín Occidental, ocupada por los aliados occidentales y rodeada de territorio soviético, fue el hecho que cerró en 1948 cualquier posibilidad de entendimiento y el año siguiente nacieron dos nuevos estados.
El 23 de mayo de 1949 en la zona occidental se fundó la República Federal de Alemania (BDR, en alemán), bajo un gobierno democrático parlamentario y con capital en Bonn. El 7 de octubre fue el turno de la República Democrática de Alemania (DDR), un régimen comunista de partido único, en el sector soviético y con capital en Berlín Oriental.
Aunque las dos Alemanias fueron militarizadas desde el principio por las potencias de ocupación en preparación para un posible conflicto, el recuerdo de las carnicerías y el autoritarismo de las Schutstaffel (SS) pero también de la Wehrmacht (la fuerza armada alemana durante los años del nazismo) siguió pesando durante seis años más, en los que Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron al borde del conflicto nuclear durante la Guerra de Corea (1950-1953).
Así, en 1955 la BDR obtuvo la aprobación para ingresar a la Alianza del Atlántico Norte (OTAN) y fundó finalmente su nuevo ejército, el Bundeswehr (Fuerza Federal, en alemán). Un año después, la DDR ingresó en el Pacto de Varsovia y creó el Nationale Volksarmee (Ejército Nacional Popular, o NVA).
Dos ejércitos cuyas tropas venían del mismo pueblo alemán, enfrentados en trincheras a lo largo de una nueva frontera artificial, se convertían, así, en uno de los mayores símbolos de la Guerra Fría sin haber llegado a disparar nunca.
El Bundeswehr, el “ejército ciudadano” formado por antiguos nazis
Aunque a comienzos de la década de 1950 Estados Unidos y el Reino Unido ya estaban convencidos de la necesidad de rearmar a Alemania Occidental e incorporarla al sistema de defensa de Europa, la mayor resistencia a este proceso fue ejercida por Francia.
El país había sido invadido por Alemania en 1871,1914 y 1945, y en dos de esas ocasiones París había caído y resultó ocupada durante años.
Pero la postura gala fue cediendo por el crecimiento militar de la Unión Soviética (en 1949 probó su primera bomba atómica), la violencia inconclusa de la Guerra de Corea y las campañas francesas en Argelia e Indochina, que sobrecargaron a las fuerzas armadas del país europeo y aumentaron la necesidad de contar con un aliado en el centro del continente.
El primer paso en esta dirección fue la firma del tratado de la Comunidad Europea de Defensa en 1952, que llamaba a formar un ejército europeo, y luego llegó el ingreso de la BDR a la OTAN en 1955.
En junio de ese mismo año se creó el Ministerio de Defensa de Alemania (occidental) y luego el nuevo Bundeswehr, que adoptó un nombre distinto a sus predecesores (Wehrmacht y Reichswehr) en un intento de lavar el pasado que acompaña aún a toda su historia.
El canciller de la BDR, Konrad Adenauer, se había estado preparando para ese momento al menos desde 1949, cuando los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, tenientes generales Adolf Heusinger y Hans Speidel, futuros jefes del Bundeswehr, comenzaron a asesorarlo.
El plan inicial llamaba a la formación de un ejército de tierra (Deutsches Heer) de 12 divisiones o 370.000 soldados, una fuerza aérea (Luftwaffe) de 70.000 hombres y 1.326 aviones, y una marina (Deutsche Marine) de 20.000, explica Dermot Bradley en su reciente artículo “El Bundeswehr y la reunificación de Alemania, 1955-91”.
Previamente, el camino tuvo que ser allanado con un giro en la apreciación del soldado alemán durante la Segunda Guerra Mundial, hasta ese momento visto como un engranaje más en la maquinaria de destrucción y exterminio montada por los nazis.
Para poder generar una buena imagen en el naciente Bundeswehr y atraer reclutas para unirse a la defensa de Europa, comenzó una larga campaña propagandística de separación entre los jerarcas nazis y los altos mandos militares, que siguieron siendo considerados responsables, y los soldados conscriptos y los oficiales de carrera.
Fue el mismo presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, quien firmó un comunicado en 1951 declarando que los soldados alemanes habían peleado “valiente y decentemente” por su país en la guerra y separando a los nazis de los militares de carrera en la Wehrmacht, como recuerda Bradley. Un primer paso para que Washington se convirtiera en el principal promotor del rearme alemán.
Esta limpieza histórica fue fundamental para la formación del Bundeswehr y determinó que su cuerpo de oficiales y buena parte de las filas de soldados se llenaran de experimentados veteranos de guerra, en muchos caso ex miembros del partido nacional socialista, siempre y cuando no estuvieran denunciados ni condenados por crímenes de guerra.
Al mismo tiempo, el gobierno de Adenauer tomó una serie de medidas revolucionarias para tratar de “blindarse” ante el resurgimiento de un ejército poderoso y con posibles aspiraciones políticas. En primer lugar la administración del Bundeswehr y sus recursos humanos fue entregada exclusivamente a civiles, un hecho inusual en los ejércitos de la época, que además respondían al gobierno del canciller.
Además, se creó una nueva doctrina por la cual el Bundeswehr no servía a la nación alemana, sino a su constitución, y se impulsó el concepto de “Innere Führung” (liderazgo interno) que llamaba incluso a los soldados de más bajo rango a cuestionar órdenes ilegales e inhumanas (rehabilitando al coronel Von Stauffenberg y a sus colaboradores, implicados en el intento de asesinato de Hitler en 1944) y promovía la idea de “ciudadanos en uniformes”, en contraposición al “ejército con un país adosado” de la era prusiana.
El Bundeswehr recibió a sus 1.000 primeros miembros en enero de 1956 y para 1962 contaba ya con 250.000 tropas. En su punto álgido llegaría a contar con 495.000 soldados y 170.000 civiles.
El desarrollo de esta fuerza tuvo lugar desde sus comienzos en un contexto europeo y bajo el paraguas de la OTAN, adoptando un perfil netamente defensivo y con la mirada puesta siempre en la invasión que vendría del este. Convivió, además, con las fuerzas estadounidenses, británicas y francesas desplegadas en Alemania y llegó a contar en sus arsenales con armas atómicas provistas por Estados Unidos, incluyendo misiles Pershing y bombas B-61.
Las tensiones con su pasado problemático nunca se disiparon del todo, y por momentos la celebración de una historia selectiva de la Wehrmacht (usando los nombres de militares destacados en la Segunda Guerra Mundial para bautizar barracas y buques), generó escozor en más de un aliado. Incluso en 2006 las tropas alemanas desplegadas en Afganistán causaron un escándalo al pintar una palmera en sus vehículos blindados, símbolo del famoso Afrika Korps que combatió entre 1941 y 1943 en el norte de África.
Más aún, en 2014 la revista alemana Der Spiegel develó al respecto un hecho inquietante. En los años anteriores a la creación del Bundeswehr, un grupo de 2.000 ex oficiales de la Wehrmacht liderados por Albert Schnez formaron un ejército clandestino para defender a Alemania ante una invasión soviética. Los miembros de las Schnez-truppe decían contar en 1949 con el apoyo de otros 40.000 alemanes dispuestos a tomar las armas cuando fuera necesario, y pronto comenzaron a crecer como una peligrosa organización paramilitar dedicada incluso a hacer inteligencia interna clandestina.
Al parecer el gobierno alemán supo de su existencia en 1951 y desde entonces comenzó a monitorear sus acciones de cerca. Los reportes sobre las Schnez-Truppe desaparecieron poco después y el hecho quedó en la nada. Pero lo cierto es que muchos de sus más prominentes miembros fueron luego a parar a posiciones de gran importancia en el Bundeswehr.
Pero más allá de esta situación, desconocida por el gran público hasta 2014, y especialmente durante los tiempos de la Guerra Fría, cuando las tropas alemanas se convirtieron en la primera línea defensiva ante un eventual ataque soviético, el prestigio del Bundeswehr fue creciendo integrado al sistema defensivo de la OTAN en base a sus oficiales experimentados, su entrenamiento y sus capacidades operativas.
También la industria de armas de Alemania, que se había destacado en la década de 1930 y 1940, volvió a reactivarse y el Bundeswehr pasó de armarse casi exclusivamente con equipo estadounidense a desplegar los famosos tanques Leopard 1 y 2, los transportes de tropas Marder, los fusiles de asalto G3 y las ametralladoras MG3, entre muchos otros sistemas.
La mirada del Bundeswehr estuvo siempre en el este y justamente en los mismos alemanes que formaban las filas del NVA, a quienes consideraba traidores al servicio del antiguo enemigo de Alemania, la Unión Soviética, en otra referencia más al problemático pasado reciente. Para los soldados de la RFA, las batallas de Stalingrado, Kharkov y Kursk en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial eran los antecedentes a los combates para los que se preparaban nuevamente.
La caída del Muro de Berlín, de la que se cumplen esta semana 30 años, y la reunificación posterior significó que un gran número de soldados del NVA debieron ser absorbidos por el Bundeswehr, un nuevo problema que marcó el complicado desarrollo reciente de esta atípica fuerza armada. De cualquier manera, el Bundeswehr pudo sortear este proceso y también el retiro final de las fuerzas de ocupación aliadas y soviéticas, y se ha convertido en el único ejército sobre el territorio alemán.
El Nationale Volksarmee, brazo armado del Partido Comunista
Aunque los políticos que forjaron las dos Alemanias hicieron enormes esfuerzos por cuestionar la experiencia fascista del nazismo y establecer mecanismos pero evitar que algo así se repitiera, sus formas de concebir al nuevo estado fueron muy distintas.
La BDR trató de mostrarse como un retorno a las tradiciones conservadores de una Alemania anterior, al mismo tiempo con la mirada puesta en el desarrollo democrático y la unidad europea. En el caso del Bundeswehr, se hizo hincapié en la tradición militar prusiana que combatió contra Napoleón a comienzos del siglo XIX, invocando las figuras de Gerhard von Scharnhorst, el gran reformador del ejército prusiano, August von Gneisenau y el teórico militar Carl von Clausewitz.
Mientras que la DDR buscó, hasta cierto punto, romper con el pasado, ya fuera el nazismo o el capitalismo conservador del Imperio Alemán, y crear un estado completamente nuevo, socialista e igualitario bajo el modelo de la URSS.
Esto implicaba imponer un sistema comunista de partido único en el que el Partido Socialista Unificado (SED) sería la única fuerza legítima y legal, y toda representación y participación política estarían subordinadas a la ideología oficial.
En el caso del Nationale Volksarmee (NVA) las figuras referentes serían también alemanas, pero de otro tipo: los nombres de Karl Marx y Friedrich Engels adornarían las barracas y oficinas de la nueva fuerza. Aunque también Scharnhorst sería rehabilitado como uno de los pocos puentes al pasado prusiano.
Para convertirse en oficial del NVA, cuyo desarrollo se dio casi en simultáneo con el del Bundeswehr, era casi obligatorio ser miembro del SED y la solvencia ideológica de sus cuadros se convirtió en el principal requisito para avanzar en una carrera dentro de la institución.
Sus orígenes comienzan en 1949 y ante las señales de la posible conformación de un ejército en la BDR. El empate entre fuerzas de la ONU y de las de Corea del Norte y China en la Guerra de Corea también impactó seriamente en las consideraciones defensivas de la Unión Soviética, que por entonces comenzaba también a armar a diferentes países dentro de su esfera, como Polonia y Hungría, para hacer frente a una inminente guerra con las potencias occidentales.
Así, el NVA fue diseñado como una fuerza de apoyo para las operaciones del Ejército Rojo y una herramienta de política exterior soviética, señalaron Diedrich, Ehlert y Wenzke en su libro “Al servicio del partido”.
A diferencia de las preocupaciones francesas en Occidente ante el surgimiento del Bundeswehr, Moscú no admitió críticas a la creación del NVA por parte de antiguas víctimas orientales de la Wehrmacht, como Polonia o Checoslovaquia.
Esta postura fue defendida alegando que las nuevas élites comunistas que gobernaban a los países del Pacto de Varsovia nada tenían que ver con los antiguos líderes capitalistas que habían estado detrás las guerras pasadas, y todos ahora convivían dentro de un proyecto soviético común.
Sin embargo, cuando tropas del NVA fueron enviadas a Checoslovaquia en 1968 para aplastar la revuelta en el marco de la “Primavera de Praga”, los recuerdos de la invasión de la Wehrmacht en 1938 fueron tan fuertes que Moscú debió retener en la frontera a estas fuerzas y evitar que marcharan sobre la capital checa, tarea que quedó en manos de tropas soviéticas.
Las implicaciones ideológicas en la formación del NVA llevaron al gobierno de Alemania Oriental a valerse del Nationalkommitee Freies Deutschland (Comité Nacional para una Alemania Libre), un grupo creado en la Segunda Guerra Mundial por la Unión Soviética y compuesto de oficiales alemanes capturados que habían desertado al bloque comunista, señala Andrew Bickford en su artículo “Soldados, ciudadanos y el estado: oficiales de Alemania Oriental en la Reunificación de Alemania”.
Estos hombres, militares veteranos con experiencia, forjaron al NVA y llevaron también la impronta de la Wehrmacht a la nueva fuerza, como ocurrió con el Bundeswehr, en especial su disciplina.
Incluso los uniformes y el casco adoptado por el NVA surgieron de desarrollos alemanes de la década de 1940, lo cual, y en contraste con los uniformes estadounidenses del Bundeswehr, les otorgó un aspecto más similar a las tropas de Hitler, potenciado por el “paso de ganso” prusiano adoptado por los soldados a la ahora de marchar.
Estaba, sin embargo, equipado casi exclusivamente con armamento soviético, incluyendo fusiles de la familia Kalashnikov, tanques T-55 y T-72 y cazas Mig-29. Y contó con seis divisiones de fuerzas terrestres listas y cerca de 175.000 soldados en su momento álgido, número que podía crecer hasta el medio millón contando a reservistas y paramilitares de las Kampfgruppen der Arbeiterklasse (Grupos de combate de la Clase Obrera, dependientes directamente del SED).
Además de las tradicionales fuerzas terrestres (Landstreitkräfte), aéreas (Luftstreitkräfte) y marítimas (Volksmarine), su cuerpo más infame fue el de los Grenztruppen, los guardias de frontera que entre sus funciones estaba el controlar el Muro de Berlín y quienes fueron responsables de al menos 600 ejecuciones de alemanes que intentaban cruzar al oeste.
Así, el NVA estaba creado como un clásico ejército popular soviético (para muchos, el más efectivo en todo el Pacto de Varsovia), leal al Partido SED y no a la nación, ordenado según los principios tácticos y operacionales del ejército rojo y sometido a los dictámenes de Moscú, que lo había incorporado a su sistema defensivo en el continente.
Incluso, y siguiendo parámetros soviéticos, en la fuerza se hacía énfasis en la necesidad de seguir órdenes y cumplir con mandatos precisos, marcando una diferencia con el tradicional estilo militar prusiano de la Auftragstaktik (táctica de misión, o el enfoque en la iniciativa de los mandos intermedios y su libertad para adaptar los medios en el cumplimiento de una directiva) como señaló el experto en el NVA de la Universidad de Hanover, Gunnar Digutsch, en una entrevista con la Deutsche Welle. Este enfoque implica que los soldados reciben un objetivo y se espera que cuenten con la iniciativa para decidir ellos mismos cómo alcanzarlo, y ha sido una constante del modelo militar alemán.
Es quizás por esta razón que cuando la Unión Soviética, atravesando en 1989 una crisis interna, cortó su apoyo político y económico a este ejército de alemanes orientales y poco después el gobierno de la RDA se disolvió y abrió las puertas a la unificación, el NVA se negó a resistir este proceso y participó activamente en la disolución del estado al que había jurado defender, como explica Bickford. Sus miembros parecían ansiosos por convertirse en soldados del Bundeswehr y en ciudadanos de una Alemania unificada. Pero el proceso de integración, como el de todo el país, no sería tan fácil.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: