Tiene una cicatriz que parece un río de sangre seca.
Le cruza la mejilla izquierda desde el pómulo hasta la boca, y sigue hacia abajo, desde la comisura hasta el mentón.
Se eleva un metro noventaitrés sobre el nivel del mar, pesa noventa kilos, y fuma con ansiedad casi demencial.
Es un hombre marcado. Pero no sólo por esos rasgos visibles.
Lo es por el miedo que infunde.
Criminal nazi y bestia mimada por Adolf Hitler, fue condecorado veinticuatro veces por el Tercer Reich.
Se ha ganado a sangre y fuego un título: "El hombre más peligroso de Europa".
Y esta es su historia…
Otto Rolf Skorzeny nace en Viena el 12 de junio de 1908. Clase media. Familia ultranacionalista.
Estudia ingeniería, como su padre y sus hermanos.
Violento, se inscribe en una sociedad de duelistas a espada. Combate trece veces…, pero en el décimo –1928– su rival le abre la cara como un melón… Su bautismo de sangre.
El eco de los discursos de Adolf el Vociferante cruzan la frontera, le llegan, lo alientan, se instala en Alemania y se inscribe en el Partido Nacionalsocialista. Número de ficha: 1.083.671.
Ya es un nazi. Solo le falta tener con qué. Y cumple como el mejor alumno. En 1938 ya es piloto, paracaidista, comando (agua y tierra), experto en explosivos, tirador de élite…
Entra en la Waffen-SS: el atroz Club de la Muerte.
Su unidad se llama Friedenthal. Y el 25 de julio de 1943 –la Gran Guerra entra en su cuarto año– Hitler lo cita en La Guarida del Lobo, en un bosque de Prusia Oriental, luego Polonia: uno de sus refugios preferidos:
–Hay que rescatar a Mussolini. Es mi amigo personal, y el último romano. Le ordeno que lo haga.
Respuesta: ¡Heil, Hitler!, y golpe de botas, taco contra taco.
El Duce está preso en el Gran Sasso, Hotel de Campo Imperatore, cima más alta de los Apeninos. Terreno escarpado, y carabineros italianos con una orden tajante:
–Si hay un intento de fuga, fusilarlo.
Skorzeny pone en marcha la Misión Roble.
El 12 de septiembre, volando en planeadores, un comando de paracaidistas aterriza…, y en minutos libera al grotesco mandamás italiano: los carabineros, antes del primer disparo, arrojan las armas y se rinden. El Duce parte, con Skorzeny como custodio, en una avioneta Storch que apenas puede despegar: exceso de peso.
Hitler, alegre y bailoteando sin gracia –un gesto habitual– lo felicita, le cuelga la Cruz de Caballero, y lo asciende a Sturmbannfürer (comandante de batallón) de las Waffen-SS.
Segunda operación secreta, 25 de mayo de 1944: orden de capturar vivo o muerto al jefe de los partisanos yugoslavos comunistas Josip Broz…, el mariscal Tito, que en futuro regiría a su país desde el fin de la Gran Guerra hasta su muerte, a los 87 años.
Skorzeny encabeza la Operación Rösselsprung. Otra vez, con comandos de paracaidistas lanzados al cuartel general de su presa.
Derrotan a los partisanos, pero Tito escapa…
Tercera operación secreta. Nombre: Puño de Hierro. Misión: apresar al almirante Miklós Horthy, regente de Hungría, decidido a rendirse ante el Ejército Rojo.
Idéntica táctica. Skorzeny y su banda cercan la colina Burgberg, atacan, capturan a Horthy, lo llevan a Alemania, y unos días después abdica.
El costo es bajo: en la lucha mueren cuatro alemanes.
Día clave: 20 de julio de 1944. El coronel nazi Claus von Stauffenberg y otros altos oficiales, convencidos de que el delirio de Hitler no puede continuar –la guerra está perdida–, tejen una conspiración para matarlo y negociar la paz con los aliados.
Nombre: Operación Valquiria.
Herr Adolf se reúne con su alto mando en La Guarida del Lobo.
Uno de los oficiales desliza un portafolio con una bomba debajo de la larga mesa, muy cerca de la presa…, pero un instante antes, el blanco se mueve hacia un extremo, y sólo recibe heridas leves.
Brama, aúlla. Skorzeny se entera en Berlín y se lanza para liquidar a los cabecillas, pero llega tarde. Los fusilan media hora antes…
Cuarta operación secreta.
Hitler lo cita a su cuartel general. Misión: ofensiva contra los aliados en las Ardenas –punto boscoso entre Bélica y Luxemburgo– para capturar el puerto de Amberes y debilitar el Frente Occidental…, ya que el Oriental empezaba a caer en pedazos.
Skorzeny cuenta con ochenta soldados que hablan inglés, catorce jeeps made in USA, sesenta carros camuflados como tanques Sherman –arma aliada de altísimo poder…, y disfraza a esos hombres con uniformes británicos y norteamericanos, mientras el grueso (tres mil quinientos combatientes) atacan aprovechando la confusión de ropaje.
En la mañana del 16 de diciembre de 1944, dos mil cañones alemanes recalientan sus bocas: fuego sin pausa.
Pero el engaño no tarda en ser descubierto.
Veinte alemanes disfrazados mueren en el paredón de fusilamiento.
No mucho después, "el hombre más peligroso de Europa" cae herido por las esquirlas de una granada. Grave, lo internan en un hospital de Berlín.
Su suerte empieza a cambiar…
Última orden desesperada. Enero 30 de 1945. Heinrich Himmler le ordena frenar a los rusos en el río Óder. Promete veinte mil hombres. Delirio: faltan tres meses para que en Berlín no quede piedra sobre piedra, y Hitler se suicide en su bunker: bala y veneno.
Ergo, no hay veinte mil hombres. Llegan apenas cinco mil, y se suman como fantasmas viejos pilotos, veteranos heridos y retirados, viejos, jóvenes… Los espectros de la derrota.
Mientras la bandera de la hoz y el martillo ondea en la cúpula del edificio del Reichstag, el Parlamento alemán, Skorzeny escapa a Viena.
El 8 de mayo de 1945 se entrega al ejército norteamericano.
Final del sueño. Pero no de la aventura.
Pasa dos años en centros para prisioneros de guerra.
Enfrenta al Tribunal de Núremberg, acusado de matar a soldados aliados en la Batalla de las Ardenas –matanza de Malmedy– y de usar uniformes del enemigo: un crimen de guerra.
Pero –insólito– se salva. Un famoso jefe de escuadrón y espía inglés, Yeo-Thomas, "Conejo blanco", lo defiende:
–Nosotros también hicimos lo mismo.
Nueva vida para el hombre de la cara tajeada. De un campo de desnazificación –algo imposible–, y ayudado por viejos oficiales SS, se refugia en España (27 de julio de 1948), se instala en Madrid, y protegido a capa y espada por el tirano Francisco Franco Bahamonde, gana buen dinero como representante de compañías de acero… ¡alemanas!
Además, es popular entre los fascistas de café: los deleita cada noche con la narración de sus hazañas, entre copa y copa.
En 1950 intenta una resurrección ideológica: crear un cuerpo militar anticomunista con nazis refugiados, apoyado por un ex capellán alemán de la Legión Cóndor y la División Azul: "el padre Conrado" (tal su apodo).
Franquistas desde el pelo a los pies, que todavía canturrean "Cara al sol, con la camisa nueva, que en España empieza a amanecer", mientras la hambruna post Guerra Civil obliga a comer cada vez menos y peor…
Y de pronto… ¡bingo!
Empieza a rondar por Buenos Aires. Conoce a Perón. Es asistente y custodio de Eva Duarte. Pero prefiere los aires de Irlanda y la crianza de caballos, aunque no logra visa permanente.
Eso hasta Madrid, 7 de julio de 1975, cáncer de pulmón, y final a sus 67 años.
Escribió un libro: "Vivir peligrosamente".
No es casual que "Vivere pericolosamente" fueran las dos palabras más exaltadas del fascismo italiano.
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