Moscú, 1941: cuando alemanes y rusos pelearon hasta la muerte y el mundo observó en primera fila

Este lunes se cumple el 77° aniversario de la derrota de las tropas del régimen de Adolf Hitler en los suburbios de la capital de la Unión Soviética, un punto bisagra en la Segunda Guerra Mundial

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La batalla de Moscú comenzó el 2 de octubre de 1941 y para el 7 de enero de 1942 ya no había amenazas sobre la capital soviética
La batalla de Moscú comenzó el 2 de octubre de 1941 y para el 7 de enero de 1942 ya no había amenazas sobre la capital soviética

¿Cuál fue el punto de quiebre de la Segunda Guerra Mundial, el momento en el que el mito de la invencibilidad de las potencias del Eje se cayó y la victoria de los aliados se convirtió en una cuestión de tiempo? ¿Cuán cerca estuvo la Alemania del genocida Adolf Hitler de cumplir con sus planes de conquista y establecer un dominio duradero de Europa?

Cada potencia victoriosa tiene una elección propia. Para los británicos, este momento podría ser junio de 1940 en Dunquerque, cuando lograron evacuar a su ejército de Francia, o en noviembre de 1942, cuando en El Alamein se puso freno al avance alemán en Egipto.

Los estadounidenses suelen hablar del choque naval en junio de 1942 en Midway, tumba de la flota de portaaviones japonesa en medio del océano Pacífico, Guadalcanal en el mismo año o incluso el desembarco en Normandía, Francia, que en junio de 1944 marcó el comienzo del fin del dominio alemán de Europa occidental.

Los alemanes y sus aliados invadieron la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. En la imagen una columna de infantería alemana junto a un tanque 38(t), de fabricación checa
Los alemanes y sus aliados invadieron la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. En la imagen una columna de infantería alemana junto a un tanque 38(t), de fabricación checa

Para los rusos, en cambio, este momento podría haber llegado tras la batalla de Kursk en agosto de 1943, cuando derrotaron la última gran ofensiva alemana en el este, en Stalingrado ese mismo año, o bien durante la operación Bagration en agosto de 1944, que aniquiló al grupo de ejércitos centro de la Wehrmacht.

Este lunes se cumple el 77° aniversario de otro de estos posibles aspirantes a ser el punto de quiebre en el conflicto más violento y destructivo de la historia de la humanidad, el momento en el que dos futuros radicalmente distintos parecían verse la cara en una trinchera de hielo: Moscú, o "la batalla más grande en la campaña más grande de la historia", como la llamó el New York Times.

Aunque este combate iniciado en octubre de 1941 y finalizado en enero de 1942 no tiene tanta fama como otros de la guerra, ni ha sido el objeto de tantas películas, videojuegos o libros, concentró en aquel momento la atención de todo el mundo que observaba el desenlace entre dos regímenes inmensos y totalitarios sin saber realmente qué hacer.

Tropas soviéticas en un desfile en la Plaza Roja, Moscú, justo antes de la guerra
Tropas soviéticas en un desfile en la Plaza Roja, Moscú, justo antes de la guerra

"Si vemos que Alemania está ganando, deberíamos ayudar a Rusia; y si Rusia está ganando, deberíamos ayudar a Alemania, y de esa forma dejarlos que se maten entre ellos todo lo que puedan", señaló en junio de 1941 y en diálogo con el New York Times el entonces senador Harry S. Truman, que llegaría a la presidencia de Estados Unidos en 1945 tras la muerte de Franklin Delano Roosevelt. "Aunque bajo ninguna circunstancia querría ver una victoria de Hitler", matizó.

Fue, también, una batalla brutal y de dimensiones casi inconcebibles: más de tres millones de soldados enfrentados, casi 6.000 tanques, 20.000 cañones y 2.000 aviones, aproximadamente, con un saldo de cerca de 300.000 muertos, desaparecidos y heridos.

Las tropas alemanas venían de victoria en victoria tras el lanzamiento de la Operación Barbarroja (Unternehmen Barbarossa), la invasión de la Unión Soviética (URSS), en junio de 1941.

Josef Stalin, el temible dictador que marcó el rumbo de la Unión Soviética
Josef Stalin, el temible dictador que marcó el rumbo de la Unión Soviética

Habían tomado millones de prisioneros, destruido enormes cantidades de material y matado a cientos de miles de rusos. Como antesala de lo que vendría, habían arrasado ciudades enteras, masacrado civiles y deportado y fusilado a decenas de miles de judíos.

Objetivos estratégicos

Los atacantes estaban divididos en tres inmensos grupos de ejércitos. El Grupo de Ejércitos Centro era el principal, y tras cruzar la frontera entre la Polonia ocupada por alemanes y la ocupada por soviéticos (se la habían repartido en 1939, cuando ambos países mantenían aún una limitada alianza), encaró en dirección a Moscú.

El Grupo de Ejércitos Norte se encaminó por los países Bálticos, coordinado con los finlandeses en las costas del Mar de Barents para detener las rutas comerciales en el ártico, y con objetivo final Leningrado, hoy San Petersburgo.

Y el Grupo de Ejércitos Sur, asistido por los ejércitos de Rumania, Hungría, Bulgaria e Italia, se lanzó hacia Kiev y el Cáucaso.

Aunque Moscú era el centro industrial, político, comunicacional y ferroviario de toda la Unión Soviética, un régimen comunista centralizado y de economía planificada, el alto mando alemán no la consideró, en un principio, el principal objetivo de la invasión.

En primer lugar buscaban destruir al Ejército Rojo, donde quiera que estuviera. Luego esperaban capturar Leningrado, la icónica ciudad sobre el Mar Báltico. Y los campos petrolíferos del Cáucaso figuraban como el otro gran objetivo estratégico.

El dictador y genocida Adolf Hitler, líder supermo de la Alemania nazi
El dictador y genocida Adolf Hitler, líder supermo de la Alemania nazi

Las motivaciones para el ataque eran varias. Los nazis consideraban al comunismo como su principal competidor ideológico y buscaban destruir al principal país que lo mantenía como sistema, en el medio intentando a reclutar a Europa en su "cruzada contra los bolcheviques". También, buscaban tierras fértiles para colonizar bajo el modelo del Lebensraum (Espacio vital), movidos por pretensiones de superioridad racial y dispuestos a deportar o aniquilar a los pobladores eslavos. Finalmente, anticipaban un conflicto bélico contra el enorme país basado en tensiones geopolíticas históricas, que llevaron a alemanes y rusos a pelear numerosas veces en los siglos XX, XIX y XVIII, y querían decidir el momento y el lugar.

El punto de referencia territorial para el máximo avance esperado, que debía alcanzarse antes del invierno, estaba delimitado por la línea "A-A" entre Arkhangelsk, en el helado Mar Blanco y al norte, y Astrakhan, en el sur y en la boca del Mar Caspio, y no por Moscú.

Pero ante la dura resistencia soviética de los primeros meses y los muchos retrasos en el avance, la entonces la capital del dictador Josef Stalin pasó a convertirse en la obsesión de los alemanes, que vieron la posibilidad de descabezar a la URSS de un sólo golpe.

La portada del “New York Times”  del 23 de junio de 1941, tras la invasión alemana: “Potentes ataques aéreos en seis ciudades rusas, choques en un frente amplio dan inicio a la guerra entre nazis y soviéticos. Londres ayudará a Moscú, Estados Unidos dilata una decisión”
La portada del “New York Times”  del 23 de junio de 1941, tras la invasión alemana: “Potentes ataques aéreos en seis ciudades rusas, choques en un frente amplio dan inicio a la guerra entre nazis y soviéticos. Londres ayudará a Moscú, Estados Unidos dilata una decisión”

En 1941 les sobraba la confianza para pretender tener éxito. Las fuerzas armadas alemanas habían derrotado a Polonia en 1939, a Noruega, Francia y el Reino Unido en 1940, habían ocupado los Balcanes en 1941 y se encontraban avanzando en el norte de África en esa misma época.

Sólo el Reino Unido, vapuleado en Francia pero atrincherado en la islas británicas y en sus colonias, seguía en pie y preparado para ayudar a la URSS desde el principio. Los Estados Unidos aún no habían entrado en la guerra.

En el extremo oriente, Japón, aliado de Alemania e Italia, se encontraba avanzando en China y muy cerca de lanzar sus ataque contra la marina estadounidense en Pearl Harbor, Hawaii.

Al comienzo de la Operación Barbarroja Estados Unidos era aún un país neutral. Los japoneses atacarían Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, y para lo alto de la batalla de Moscú ya habría un estado de guerra entre Berlín y Washington (Reuters)
Al comienzo de la Operación Barbarroja Estados Unidos era aún un país neutral. Los japoneses atacarían Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, y para lo alto de la batalla de Moscú ya habría un estado de guerra entre Berlín y Washington (Reuters)

Comienza la invasión

Barbarroja inició el 22 de junio de 1941, cuando 3,8 millones de alemanes, rumanos, húngaros, italianos, finlandeses, eslovacos y croatas atacaron con casi 4.000 tanques y 3.000 aviones. También participaron, en números marginales, franceses, suecos y noruegos simpatizantes del fascismo y movilizados por el odio al comunismo.

El dictador Adolf Hitler era el comandante supremo, aunque compartía algunas funciones con el general Walther von Brauchitsch. Los grupos de ejércitos estaban al mando de Fedor von Bock, Gerd von Rundstedt y Wilhelm Ritter von Leeb

La Unión Soviética se defendió inicialmente con unos 3 millones de soldados, también una fuerza multinacional compuesta por rusos, ucranianos, bielorrusos, uzbekos, kazajos y mongoles, entre muchos otros, y armados con 11.000 tanques y 7.000 aviones. Estaban en desigualdad numérica en tropas pero en superioridad en equipos, aunque sus reservas eran inmensas y no tardarían en ser movilizadas para dar vuelta el balance de tropas.

Una columna blindada alemana en Rusia, incluyendo Panzer II, Panzer III y semiorugas Sd.Kfz. 250
Una columna blindada alemana en Rusia, incluyendo Panzer II, Panzer III y semiorugas Sd.Kfz. 250

Josef Stalin lideraba las fuerzas soviéticas, y entre sus principales generales estaban Georgy Zhukov, Aleksandr Vasilyevskiy e Ivan Konev, parte de una oficialidad sacudida por la ola de desconfianza interna y purgas políticas a las que el autócrata georgiano la había sometido en los años anteriores a la guerra.

Tal fue el desastre de los primeros días que los prisioneros soviéticos se contaban en los millones y los muertos en los cientos de miles, y para septiembre Leningrado estaba bajo asedio y Kiev en manos alemanas.

Pero para las tropas del Eje tampoco había sido fácil. Las bajas habían sido también enormes y el territorio conquistado era menos del esperado, con la sombra del invierno que se acercaba. En el caso de Leningrado, parecía evidente que no se tomaría antes de la llegada de la nieve y que la esperanza de derrotar a los soviéticos para diciembre, según el plan inicial, se escapaba y sería necesario pasar a la defensiva hasta la primavera.

Tropas soviéticas operando un fusil antitanque PTRD-41 en la defensa de Moscú (Deutsches Bundesarchiv)
Tropas soviéticas operando un fusil antitanque PTRD-41 en la defensa de Moscú (Deutsches Bundesarchiv)

En ese contexto la atención de Hitler se concentró en Moscú como un atajo para sus planes, una oportunidad de descabezar a la Unión Soviética. Y el 2 de octubre se lanzó la Operación Tifón (Unternehemn Taifun), una ofensiva de dos "pinzas" sobre la capital.

Las primeras semanas de Tifón fueron similares a las del comienzo de Barbarroja, y las tropas alemanas mataron o capturaron a medio millón de soldados soviéticos en su avance hasta Moscú a través de Vyazma y Bryanks.

Los ejércitos de Hitler llegaron a unos 80 kilómetros de la ciudad, y una avanzada de reconocimiento alcanzó los suburbios, pero Stalin no quiso evacuar la ciudad y decidió concentrar todos sus recursos en la defensa.

Tras el desfile en la Plaza Roja, al frente. La tienda Gum y la basílica de San Basilio pueden verse en segundo plano (Ria Novosti)
Tras el desfile en la Plaza Roja, al frente. La tienda Gum y la basílica de San Basilio pueden verse en segundo plano (Ria Novosti)

Es ya famosa la anécdota de las tropas soviéticas desfilando en la Plaza Roja, frente al Kremlin y la catedral de San Basilio, no con ropa de parada si no con todo el equipo listo ya que desde allí marchaban al frente.

"Si quieren una guerra de exterminio, ¡la tendrán!", arengó Stalin en la Plaza Roja, como reporta el historiador Robert Kirchubel en su libro "Operación Barbarroja: la invasión alemana de la Unión Soviética".

Es difícil anticipar si la caída de Moscú habría tenido el efecto de desintegración política y colapso hasta la rendición esperado por los alemanes, como ya se había visto en otras campañas como Polonia y Francia.

(Reproducción de una trinchera defensiva y material de guerra capturado a los alemanes, en el museo dedicado a la defensa de Moscú)

"Sólo hace falta patear la puerta y toda la estructura podrida se derrumbará", había dicho Hitler en junio de 1941.

Sin embargo, cuando Napoleón Bonaparte invadió Rusia en 1812 y derrotó categóricamente a sus enemigos en la batalla de Borodino, la capital fue abandonada (e incluso incendiada) a la ocupación francesa sin demasiadas consideraciones, para luego derrotar finalmente a los invasores cuando las condiciones mejoraron y con la ayuda del clima.

La realidad de una nación casi industrializada del siglo XX y en el auge de la revolución de los medios masivos de comunicación es muy distinta a la de la Rusia agraria del siglo XIX, sin embargo, por lo no se puede desestimar fácilmente el efecto que hubiera tenido la captura de Moscú, capital de un país nuevo y un proyecto.

Napoleón Bonaparte marchando en la Plaza Roja mientras Moscú arde en llamas, en el invierno de 1812 (Viktor Mazurovsky)
Napoleón Bonaparte marchando en la Plaza Roja mientras Moscú arde en llamas, en el invierno de 1812 (Viktor Mazurovsky)

Ocupando el territorio hasta la línea "A-A", incluyendo Moscú, la Alemania Nazi se aseguraba controlar la parte más poblada y rica de la URSS, incluyendo sus principales centros industriales y sus tierras más fértiles. Pero aún quedaría la mayor extensión del país, los puertos en el lejano este y una zona industrial más a allá de los Urales desde donde resistir.

Defensa y contraataque a -28°C

De cualquier manera, ante la poderosa maquinaria de guerra alemana los soviéticos lanzaron todo lo que tenían disponible, incluyendo reclutas casi sin instrucción pero también tropas de élite traídas desde la Siberia, luego de que el mariscal Zhukov derrotara a una avanzada japonesa en Mongolia y quedara claro, luego del ataque del 7 de diciembre sobre Pearl Harbor, la ausencia de amenazas serias en el extremo oriente.

Además, las tropas desplegadas utilizaron por primera vez en masa un arma que se había mostrado antes en escasos números pero con enorme éxito: el nuevo tanque T-34/76, superior cualquier cosas que los alemanes pudieran ofrecer en ese momento.

Dos soldados alemanes intentan hacer frente al frío sin el equipo apropiado. El invierno de 1941-1942 fue el más frío del siglo XX, con temperaturas cercanas a los -30°C
Dos soldados alemanes intentan hacer frente al frío sin el equipo apropiado. El invierno de 1941-1942 fue el más frío del siglo XX, con temperaturas cercanas a los -30°C

La desesperada y suicida defensa hasta el último hombre en torno a la línea Mozhaisk desaceleró la ofensiva alemana lo suficiente para que a mediados de diciembre llegaran finalmente la nieve y el frío, en el invierno más extremo registrado en el siglo XX y que arrojó en torno a Moscú temperaturas de -28°C (algunos reportes de la era hablaban incluso de picos de- 36°C).

Y cuando los alemanes, que no habían llevado ropa invernal esperando una campaña corta, se estancaron en la rasputitsa, el hielo mezclado con barro del principio del invierno que luego se congela, los soviéticos salieron de las trincheras y contraatacaron.

Esta vez les tocó a los invasores encarar una desesperada y suicida defensa, por orden expresa de Hitler, que logró frenar la avanzada soviética.

Una carreta de suministros alemanas se empantana en la “rasputitsa”, que ocurre otoño y primavera cuando las nieves derretidas se convierten en un barro denso
Una carreta de suministros alemanas se empantana en la “rasputitsa”, que ocurre otoño y primavera cuando las nieves derretidas se convierten en un barro denso

Para el 7 de enero las tropas alemanas, exhaustas, habían sido repelidas y se encontraban a 300 kilómetros de Moscú. Habían tenido decenas de miles de muertos, habían perdido gran parte de su equipo, tenían pocas municiones, comida y ropa, y por lo tanto ya no podían atacar y se atrincheraron.

Los soviéticos se habían desangrado en el contraataque, y tampoco podían seguir. Pero Moscú había sido salvada y las tropas alemanas ya nunca más avanzarían un metro más en dirección a la capital.

En los años siguientes el foco de los combates se trasladaría al sur, en torno a Stalingrado y Kharkov y los campos petrolíferos del Cáucaso, en dirección a Baku, pero la expectativa de una victoria rápida del régimen nazi en el este parecía ya casi perdida luego de Moscú. Tras la derrota en Kursk, en 1943, la iniciativa pasaría totalmente a los soviéticos.

Se invierten los roles. Luego de capturar a millones de soviéticos en los primeros días de la campaña, los alemanes ahora comienzan a rendirse tras la derrota en Moscú
Se invierten los roles. Luego de capturar a millones de soviéticos en los primeros días de la campaña, los alemanes ahora comienzan a rendirse tras la derrota en Moscú

Y con la entrada de Estados Unidos en la guerra el 7 de diciembre de 1941, muchos generales alemanes consideraron que la guerra estaba casi perdida, lo que quedó materializado con la apertura de un segundo frente en Italia en 1943 y un tercero en Francia en 1944.

Aunque aún quedarían tres años y millones de muertes antes de concluir el conflicto, salvar a Moscú bien podría haber significado ganar la guerra. Y en la actualidad la ciudad sigue repleta de símbolos y homenajes referidos a aquella victoria de 1941/1942 sobre el Tercer Reich, aún cuando la URSS tampoco ha sobrevivido y es la Federación Rusa la que abreva en el pasado de lo que siguen llamando la "Gran Guerra Patriótica".

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