La insólita historia de cómo el cine mexicano y la música de los mariachis conquistaron la Yugoslavia de Tito

Una crisis política entre la ex república socialista y la Unión Soviética abrió las puertas del país balcánico a cintas mexicanas de la Época de Oro y luego a su música

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Cartel de la película “Un día de vida”, de Emilio Fernández, en la ex Yugoslavia. (Foto: Especial)
Cartel de la película “Un día de vida”, de Emilio Fernández, en la ex Yugoslavia. (Foto: Especial)

Hubo una vez un país llamado Yugoslavia que a finales de los años 40 se convirtió en uno de los mercados más importantes para el cine mexicano de la llamada Época de Oro.

Aquel país, que luego de la Segunda Guerra Mundial quedó detrás de la "cortina de hierro" bajo la bandera del comunismo, en 1948 tuvo la osadía de insubordinarse al liderazgo político-ideológico de la Unión Soviética.

Habrá que pasar de largo los detalles del conflicto, tan intrincados como extensos. Pero fue una crisis que enfrentó al entonces presidente yugoslavo, el mariscal Josep Broz, "Tito", con el todopoderoso José Stalin.

Una de sus consecuencias políticas fue la expulsión de Yugoslavia de la llamada Kominform (Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros), sucesora nada menos que de la antigua Komiterm (Internacional Socialista).

Este cisma, el primero en el mundo comunista, alejó a Yugoslavia de la URSS y sus aliados, y la dejó en un ambiguo territorio político-ideológico. El país de Tito rechazaba por igual la influencia del comunismo al modo soviético y el capitalismo de Estados Unidos.

Como resultado de aquella crisis, el régimen de Tito tuvo que resolver un dilema que a la distancia parece irrelevante, pero que en su momento fue un tema de debate político: qué proyectar en sus salas de cine que no fueran las "adoctrinantes" películas soviéticas o las "imperialistas" producciones de Hollywood.

La solución la puso sobre la mesa Moša Pijade, un guerrillero comunista serbio, traductor de El Capital al serbocroata y pintor que había pasado por París en sus años de estudiante de artes.

En la capital francesa, al parecer, Pijade había conocido algunas cintas filmadas en México y le pareció pertinente proponer que Yugoslavia importara aquel cine que había conocido en su juventud.

Había dos razones: las películas eran baratas y estaban llenas de referencias a la Revolución mexicana de 1910 –la primera del siglo XX, por cierto.

Moša Pijade, a quien atribuyen la idea de la importación de cine mexicano a Yugoslavia. (Foto: Wikipedia)
Moša Pijade, a quien atribuyen la idea de la importación de cine mexicano a Yugoslavia. (Foto: Wikipedia)

Aunque no se conoce documentación escrita respecto del origen de aquella iniciativa, afirmó en una entrevista con la BBC el escritor esloveno Miha Mazzini, la idea de Pijade encajó perfecto con la circunstancia política de Yugoslavia, que apenas iba recuperándose de la Segunda Guerra Mundial y acomodándose al nuevo régimen socialista.

Coincidió además que en aquel momento –finales de los años 40–, México había consolidado una importante industria cinematográfica que proyectaba un país rural, trabajador, con reminiscencias revolucionarias y de justicia social, y gobernado por un solo partido (PRI). Qué mejor modelo cultural para el régimen de Tito.

Así comenzó la "invasión" del cine mexicano a la entonces Yugoslavia, que se extendió después hacia la música con el llamado género "yu-mex", una combinación de música ranchera y mariachi, adoptada por los yugoslavos al punto de convertirse en uno de los géneros favoritos del propio mariscal Tito.

"Canté para Tito 102 veces en 33 años", dice Nikola Karovic, uno de los artistas del género más famosos en la ex Yugoslavia, en el documental Yu-Mex. "Él prefería escuchar canciones mexicanas y sudamericanas", asegura ante la cámara.

El "Hollywood" de Latinoamérica

Aunque fortuito, el desembarco del cine mexicano a la Yugoslavia de Tito hubiera sido imposible si en México no hubiera despegado el cine nacional como una industria de exportación.

Carteles de películas mexicanas en Yugoslavia (Gentileza Miha Mizzani)
Carteles de películas mexicanas en Yugoslavia (Gentileza Miha Mizzani)

Entre la década de los 30 y 40 del siglo pasado, México se convirtió en un imperio de la cinematografía de habla hispana, durante la llamada Época de Oro, de acuerdo con la investigadora Maricruz Castro, coautora del libro El cine mexicano se impone, escrito con el investigador estadounidense Robert McKee, en el que destacan el impacto que tuvieron las producciones mexicanas en el mundo.

Su investigación rescata precisamente la influencia de la música mexicana a través del cine en Yugoslavia, donde hubo grandes y muy famosos grupos que tomaron la influencia de los mariachis mexicanos.

"Estamos ante una influencia cultural global, en momentos en que este concepto ni siquiera existía", dijo al presentar su libro en Los Ángeles. "Esta fue la etapa más brillante de la industria cinematográfica mexicana en términos de presencia, prestigio internacional e impacto cultural".

Castro afirma que en aquella época dorada del cine nacional México fue una especie de Hollywood, y especialmente para los países de habla hispana. "Influyó en las identidades nacionales, pero también en el extranjero, pese a la distancia cultural".

Yugoslavia fue el ejemplo. Entre la larga lista de películas mexicanas que se proyectaron a lo largo y ancho de su territorio, una en particular se arraigó en el gusto de aquel país: la cinta Un día de vida, dirigida en 1950 por Emilio "El Indio" Fernández y protagonizada por Columba Domínguez, Roberto Cañedo y Fernando Fernández.

Esta película pasó casi desapercibida por las pantallas mexicanas, a diferencia de otras del mismo director que sí tuvieron un rotundo éxito internacional. Entre ellas María Candelaria (1943), protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz, que en 1946 ganó el premio Palma de Oro del Festival de Cannes.

La película Un día de vida se estrenó en Yugoslavia en 1952. (Gentileza Miha Mizzani)
La película Un día de vida se estrenó en Yugoslavia en 1952. (Gentileza Miha Mizzani)

Si en México Un día de vida tuvo un discreto paso por las pantallas, en Yugoslavia alcanzó el cielo. Traducida allá con el impronunciable nombre de Jedan dan života, hay quienes afirman que se convirtió en la película más taquillera durante los años de Tito y aun después.

"Entre 1952 y 1953 se proyectó en Zagreb (capital de Croacia) al menos 200 veces de forma ininterrumpida", asegura el músico y editor discográfico croata Sinisa Skarica, en el documental Yu-Mex, dirigido por el escritor esloveno Miha Mazzini, autor también de la novela "Paloma Negra", ambientada en la época dorada de la música "yu-mex".

"Toda Yugoslavia lloró" con aquel drama ambientado en la Revolución mexicana, relató la pintora y poeta serbia Ljubinca Siba Fimic al periodista mexicano José Juan de Ávila, al recordar la primera vez que vio la cinta en su estreno, en 1952.

Siba Fimic incluso transformó su recuerdo de aquella película en una serie de aproximadamente 100 obras que expuso en Belgrado en octubre de 2015. "Fue la primera película que vi en mi vida", recordó la artista y poeta.

Inspiración revolucionaria

Un día de vida es un melodrama muy al estilo mexicano de la época, lleno de referencias revolucionarias y dedicado por su director, "El Indio" Fernández, "A Cuba y a Martí".

La película incluso tiene como uno de sus personajes principales a una periodista cubana que lleva el nombre de Belén Martí.

El drama mexicano Un día de vida se convirtió en un clásico en Yugoslavia. (Gentileza Miha Mizzani)
El drama mexicano Un día de vida se convirtió en un clásico en Yugoslavia. (Gentileza Miha Mizzani)

Ambientada en 1919, ya durante el ocaso de la Revolución mexicana, aquella periodista llega a México para conocer la situación del país y escribir un libro.

Sus días coinciden con la trágica suerte de Lucio Reyes, un combatiente que será fusilado por defender la causa zapatista y sublevarse por la traición y el asesinato de Emiliano Zapata.

Su muerte significará dejar sola a su madre, Mamá Juanita, a quien podrá abrazar una última vez en la víspera de su fusilamiento, luego de que el general Felipe Gómez –su amigo de la infancia–, le permite visitarla en la celebración de su Santo.

Lucio no llegará a tiempo para cantarle, como cada año, la tradicional canción de Las mañanitas, que suena para Mamá Juanita mientras ella guarda la esperanza de ver por última vez a su hijo, que morirá por sus ideales revolucionarios.

Rade Marić y Slavko Perović, en la particular versión Yu-Mex de "Si Adelita se fuera con otro"

"Mire, Belén. Esto es México. Hace nueve años que estamos luchando por una causa y todas las grandes causas son duras y tardan en triunfar. 'Los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre', escribió Martí, recuérdelo", le dice Lucio Reyes a la periodista cubana, cuando se entrevista con él.

Junto con la cinta, que se convirtió en un clásico en Yugoslavia, este país del este europeo adoptó también la canción de Las mañanitas, que en México se entona con motivo de los cumpleaños y los yugoslavos adoptaron para la celebración del Día de la Madre con el nombre de "Mamá Huanita", de acuerdo con Robert Irwin, profesor de la Universidad de California y coautor del libro Cine mexicano global: la edad de oro del cine mexicano.

La versión croata de las mañanitas

La película y sus canciones –Las mañanitas, La Adelita y El son de las olas, entre otras– fueron la simiente de una corriente musical que adoptó la música mexicana y los trajes típicos de mariachi, conocida como "yu-mex" (fenómeno yugomexicano), la cual floreció en los años 50 y 60.

Un día de vida fue la joya de la corona del cine mexicano en Yugoslavia. Todavía hoy, en ese país ahora dividido en seis naciones (Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro, Macedonia) y una zona autónoma (Kosovo), su influencia y gusto se mantiene.

La Cineteca de Belgrado, hoy capital de Serbia, guarda además la única copia original de Un día de vida, cinta que desapareció de la memoria cinematográfica en México, durante el incendio de la Cineteca Nacional en 1982.

Así fue como el cine y la música tradicional de México conquistaron la Yugoslavia de Tito, colándose en los entresijos de la Guerra Fría.

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