La historia de uno de los mayores monstruos nazis, el aristocrático general Otto Gustav von Wächter

Tuvo a su cargo las gobernaciones de Cracovia y de Galitzia entre 1939 y 1944. Su vínculo con Himmler y su fría carta con Charlotte, su esposa. Se calcula que mandó a eliminar a 500 mil judíos

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Otto Gustav von Wächter con su uniforme de general de las SS junto a otros jerarcas nazis (Museo del Holocausto)
Otto Gustav von Wächter con su uniforme de general de las SS junto a otros jerarcas nazis (Museo del Holocausto)

El apuesto y aristocrático general nacido en Viena el 8 de julio de 1901 tenía a su lado, aún, a su más fiel soldado. Juntos sobrevivían en los alpes austriacos, escapando. Irónico: siempre habían sido feroces cazadores. Jamás las aterradas presas. Pero esta vez, después de cuatro años de huidas, el barón Otto Gustav von Wätcher y su ladero lograron llegar a la estación central de tren de Roma. Era abril de 1949. Habían estado ocultándose como roedores, pretendiendo ser invisibles.

Von Wätcher había sido alguna vez todopoderoso. Fue honrado por el mismísimo Adolf Hitler como gobernador de la provincia polaca de Galitzia, luego de su paso entre 1939 y 1942 en la administración de Cracovia. Con su pulgar que hacía subir y bajar -muchísimo más esto último- disponía de la vida de millones de seres humanos durante sus años de siniestro esplendor.

Durante sus años como dios de Cracovia y luego Galitzia envió a la muerte a medio millón de judíos. Fue tal su brutalidad e impiadosa misión en esa provincia polaca, que el gobierno en el exilio del país ocupado lo declaró en 1942 criminal de guerra. Cuando la caída de la Alemania nazi era inevitable, supo que sólo tenía un camino por seguir: el del escape.

Otto Gustav von Wächter nació en julio de 1901 en Viena, Austria. Se unió al partido nacional socialista austriaco en 1923 y participó del magnicidio del canciller Engelbert Dollfuss en 1934 (Alamy Stock)
Otto Gustav von Wächter nació en julio de 1901 en Viena, Austria. Se unió al partido nacional socialista austriaco en 1923 y participó del magnicidio del canciller Engelbert Dollfuss en 1934 (Alamy Stock)

Simon Wiesenthal -quizás el más famoso de los cazadores de nazi- afirmó que el barón von Wächter estaba "personalmente a cargo" del programa Aktion -el plan de aplicación de eugenesia contra judíos- en agosto de 1942 cuando su madre fue llevada y enviada a su muerte.

Durante sus años de gobernador intercambió cartas con su esposa, Charlotte. En ellas muestra el día a día de sus días que, decía, pasaba más preocupado por sus distracciones aristocráticas que por la situación de los judíos a los que masacraba. En sus líneas, pasa de un tema a otro con igual desgano.

"Las cosas van muy lentamente en el jardín, por desgracia. No hay mucho trabajo alrededor. Los judíos son deportados en un número cada vez mayor, y es difícil conseguir polvo para la cancha de tenis", se queja en la misiva expuesta en una serie de podcast presentados por la BBC que fueron aportados por su hijo, Horst.

Otra de esas cartas fueron mostradas por el hijo del genocida a un periodista del Financial Times en mayo de 2013. Es una de los tesoros mejor guardados de la familia. Es una que le dirigió el siniestro Heinrich Himmler el 8 de julio de 1944, cuando von Wächter estaba a punto de abandonar ya su misión en Galitzia. "Con los mejores deseos en tu cumpleaños". Firmado: "H. Himmler, 8 de julio de 1944".

Otto Gustav von Wächter junto a Heinrich Himmler (Horst Wachter)
Otto Gustav von Wächter junto a Heinrich Himmler (Horst Wachter)

Con el visto bueno de Hitler, Himmler fue uno de los más cercanos aliados que el general austriaco tuvo en su carrera militar en las SS. Fue de su máxima confianza y fue él quien alentaba sus promociones y destinos.

Von Wächter fue uno de los primeros jóvenes austríacos en abrazar el nazismo en los años 20. Más específicamente en 1923. Lo sintió como una llamada de su sangre, que consideraba purísima, dado su título de barón y su ascendencia aristocrática. Las SS eran un canto de sirenas que no podía desoír. Era su paraíso hipnótico. Lo mejor que podría hacer por Adolf Hitler y el nacional socialismo.

El 25 de julio de 1934 participó del asesinato del canciller austriaco Engelbert Dollfuss en uno de los primeros intentos nazis por hacerse con el poder del vecino país. El joven militar experimentaría por primera vez la clandestinidad a la que debería retomar 11 años después.

Su exilio fue en Alemania. Regresó a su amada Viena el 13 de marzo de 1938  y pronto consiguió un trabajo con su amigo, el líder nazi austriaco, Arthur Seyss-Inquart. A tal punto era su vínculo que éste era el padrino de Horst, cuyo segundo nombre es Arthur. Años más tarde, con Europa en paz, Seyss-Inquart sería condenado y colgado en los juicios de Nuremberg.

Esa segunda vez fue la más dramática. Fueron tres años que las tropas inglesas y norteamericanas rondaban por los alpes en busca de ratas nazis que habían escapado de la prisión y de los juicios por las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial y la construcción del Holocausto judío.

El historiador Guy Walters lo explicó en una nota publicada hoy por el diario inglés Daily Mail: "Después de la guerra, se rastrea la huida de von Wächter desde Galitzia a los Alpes austriacos y, finalmente, a Roma, donde termina asociándose con uno de los personajes más diabólicamente esquivos imaginables. Entre ellos se encuentra el célebre obispo Alois Hudal, jefe de la congregación austriaco-alemana en Roma, que ayudó a muchos nazis a fugarse".

Cuando ya estaba todo listo para que von Wächter escapara con destino incierto –Sudamérica era uno de los destinos más solicitados o donde mejor resguardarse para los jerarcas nazis- tuvo un inconveniente. Su salud comenzó a debilitarse durante su escondite en Roma. Tenía 48 años cuando una insuficiencia renal terminó con su vida. Sin que lo alcanzara la justicia.

El pomposo barón Otto Gustav von Wächter pasó sus últimos años escondido. En la oscuridad. Huyendo. Renegando de su pasado aristocrático. De su estirpe de pureza racial. De su título de barón. Sin lucir las calaveras de las SS. Negándose a sí mismo. Negándose como humano.

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