Mónaco, 13 de septiembre, 1982, diez de la mañana. El Rover P&B 3500 dorado y con cambio automático baja, veloz, por la sinuosa ruta que une la mansión campestre de verano La Turbie, en Rocagel, con el palacio real.
Es un auto con prosapia: regalo especial de la fábrica British Leyland en 1972. Último modelo ese año… pero con una década de antigüedad. Maneja la ex actriz Grace Kelly, de 52 años, Su Alteza Serenísima, princesa consorte de Mónaco, casada hace años con Rainiero III de la Casa Grimaldi, una de las más antiguas de Europa, y dueña de otros cuatro títulos: marquesa, duquesa, condesa y baronesa de otras tantos tierras nobiliarias. A su lado, su hija menor, la princesa Estefanía, de 17 años.
De pronto, el Rover se desvía bruscamente, sale de la ruta, rueda por la ladera de una montaña dando tumbos, y cae en un sembradío.
Un labriego, Sesto Lecchio, dueño del terreno, ayuda primero a salir a Estefanía "por la puerta delantera izquierda, la del conductor", declarará más tarde en la estación de policía, y después a Grace, gravemente herida.
Pero ese dato no significa que –como mucho se insistió– que la joven princesa, entonces de 17 años, estuviera al mando del volante…
El hombre llama a una ambulancia, que lleva a ambas al hospital municipal llamado… Princesa Grace.
Estefanía está ilesa. Pero la Gran Dama del Principado, golpeada y fracturada como por un martillo gigante, muere a las seis y media de la mañana siguiente, 14 de septiembre, apagada por una hemorragia cerebral y vascular.
Mientras todo Mónaco la llora y en el palacio se prepara febrilmente un funeral que une la majestad de la realeza con el glamour de Hollywwod, lejos de las murallas de conocen verdades y se tejen conjeturas.
Según el labriego Lecchio, "el auto venía a no menos de cien por hora cuando tomó esa peligrosa curva que debe ser encarada a diez…, por muy bien que quien conduce conozca de memoria el camino. Lamentablemente, ninguna de las dos tenía puesto el cinturón de seguridad".
Estefanía no perdió tiempo. Declaró "Manejaba mi madre", y sostiene esa afirmación hasta el día de hoy, a sus 53 años, dos matrimonios y tres hijos.
En 1989, durante una entrevista y mucho después de negarse a hablar de la muerte de su madre, dijo: "Hay demasiada presión sobre mí, porque todo el mundo dice que yo conducía el coche, que es mi culpa, que he matado a mi madre… No es fácil vivir con eso cuando se tienen 17 años".
Más tarde, en 2002 y ante periodistas de la revista Paris Match, volvió sobre el drama:
–No sólo tuve que pasar por el horrible trauma de perder a mi madre a una edad muy joven, sino también estar a su lado en el momento del accidente. Nadie puede imaginar lo que sufrí… ¡y lo que sigo sufriendo!
En realidad, dos vertientes confluyen para esa sospecha. En primer lugar, el carácter explosivo de la menor de las hijas de Rainiero y Grace, "la princesa rebelde", como la bautizó la prensa. Modelo y diseñadora, gimnasta y amazona, compositora y cantante (dos millones de copias vendidas de su canción Ouragan, y no menos del álbum completo), vivió amoríos precoces con Paul Belmondo (hijo de Jean Paul) y Alain Delon (hijo de Alain), se casó con su guardaespaldas, Daniel Ducruet (dos hijos con él), con el acróbata portugués Adans López Peres…, y vivió en un tráiler con el domador de elefantes Franco Knie.
Su comportamiento fue una perpetua fuente de tensión entre ella, su padre y Grace.
Al parecer, en la noche anterior a la mañana del accidente, madre e hija se trenzaron en una violenta discusión. Se supone que Grace le reprochó sus múltiples romances y la expulsión de varios colegios por mala conducta. Discusión que acaso continuó durante el viaje fatal.
El Rover fue llevado al garaje del Palacio de Roquebrune, en Mónaco, y jamás salió de allí.
Tampoco hubo información pública sobre el peritaje de los frenos, a pesar de las versiones de una falla que habría causado el accidente.
Desde luego, y como en todos los casos similares, no faltó la teoría conspirativa que culpó –vagamente y sin pruebas– a la Mafia…
En todo caso, lo único cierto es que ese amanecer en que murió Grace Kelly quedó destrozado y de luto un auténtico cuento de hadas: figura clishé (pero eficaz) de casi toda la prensa del mundo.
Auténtico, porque muchos definidos como tal son puro marketing o cómoda simplificación.
Recordemos por qué…
Grace Patricia Kelly, nacida en Filadelfia el 12 de noviembre de 1929, más allá de sus once películas y su Oscar por Angustia de vivir (1954), fue una de las mujeres más bellas de la factoría Hollydood, especialista en descubrirlas y moldearlas según las pautas del star system. Además, no necesitó que un jefe de prensa le inventara una vida dura (y falsa) sobre sus comienzos. El viejo Kelly (John Brendan, pura sangre irlandesa) empezó como albañil y llegó a poderoso fabricante de ladrillos. De ella y su gesto hierático, más de un periodista escribió que era "una belleza gélida". ¡Pobres de ellos! Porque esa mujer de hielo, según Gary Cooper, su compañero en el célebre film A la hora señalada, no usó mordaza al definirla:
–Da la impresión de ser un témpano de hielo… ¡hasta que le bajas la bombacha! Entonces es un volcán en erupción…
Confesión que suscribieron William Holden, Clark Gable, Ray Milland, Cary Grant, Bing Crosby, David Niven, Marlon Brando… y cuantos compartieron su almohada.
Y como si poco fuera, su madre –Margaret Katherine Majer–, poco antes de la ceremonia real y entusiasmada ante tantos periodistas, se sintió reina por un día y le agregó pimienta y tabasco: duplicó la lista de amantes, sin omitir detalle alguno…
La historia con Rainiero III empezó en 1955, mientras ella filmaba Para atrapar al ladrón, con Cary Grant y dirigida por Alfred Hitchcock.
Los presentó Pierre Galante, periodista de Paris Match. Un buen partido…
Rainiero, de 32 años y príncipe desde 1949, era una de las testas más coronadas de Europa: ¡24 títulos nobiliarios!, sin hijos, y por lo tanto, apurado por casarse a raíz de una cuestión política insoslayable: sin pronta descendencia, sin un heredero, Mónaco y su joya más deslumbrante y productiva, Montecarlo, perderían su independencia: Francia convertiría ese diamantino punto de la Costa Azul en un protectorado…
Marilyn Monroe estuvo a punto de ocupar ese trono, pero su inestabilidad emocional –o tal vez otras razones– le hicieron perder la candidatura.
Los primeros pasos fueron agridulces. Rainiero y el viejo Kelly congeniaron al toque: tenían los mismos gustos deportivos. Pero cuando –por historia, tradición, protocolo– le informaron que debía darle a Rainiero una dote de dos millones de dólares…, estalló:
–¡Mi hija no va a pagar para casarse con ningún hombre!
Pero al final, acaso porque calculó que era una inversión y no un gasto, fue al pie…
El compromiso fue anunciado el 5 de enero de 1956. En Hollywood, llanto de los fans al saber que la heroína de Mogambo, Alta Sociedad, Fuego Verde, La Ventana Indiscreta, no volvería a enfrentar las cámaras: exigencia de la Casa Real.
Hitchcock, triste por la pérdida de su actriz–fetiche, se permitió uno de sus sarcasmos:
–Se casó con un príncipe con la facilidad de un trapecista, pero la plataforma de aterrizaje puede ser demasiado estrecha…
El 4 de abril del 56, Grace, toda su familia, su caniche, sus damas de honor y más de ochenta baúles y valijas, se embarcó en el transatántico Constitution proa a la Riviera francesa. La despidió una multitud, y la recibió otra: 20 mil monegascos agitando banderas… ¡más 1.800 fotógrafos de medio planeta!
Llegaron los hijos: se salvó la independencia del principado. Primero Carolina (1957). Luego Alberto (1958). Y por último Estefanía (1965).
¿Fueron felices durante esos 26 años de compartir cama y palacio?
Nunca se supo. En todo caso, no fue un acierto de Cupido con la primera flecha. Hasta casi el ¡gong! Pasó muchas horas con el actor Jean–Pierre Aumont, uno de sus hombres íntimos.
El fasto de la boda la disgustó:
–¡Fue el carnaval más grande de Europa!
Pero mal que bien, bien que mal, cumplió todos los ritos de su papel. Viajes, obras de bien, recepciones, ropa adecuada para cada hora de cada día.
Y un refugio secreto: sus largas horas leyendo grandes textos en su biblioteca privada…
Algo es cierto: Rainiero la amó más allá de todo avatar o conflicto. Nunca se repuso de esa pérdida. Ni a los disgustos propinados por sus hijos. Por caso, la boda de Carolina con el cazafortunas Philippe Junot, las tormentas desatadas por Estefanía y sus exóticos y fugaces amores, y la indiferencia de Alberto por ocupar el trono…
El príncipe murió el 7 de abril de 2005, un poco antes de cumplir 82 años.
El funeral de Grace Kelly fue un injusto pero previsible mix: reyes, príncipes y jefes de Estado, con una algo más escasa legión de Hollywood. Porque muchos de sus amantes habían muerto, y las nuevas generaciones apenas la recordaban.
Ya era una sombra.
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