Una foto acompañaba las páginas del testamento. Era la de un niño, serio, pensativo, mirando la nada misma. Para algunos, muy parecido al macabro dictador. Para otros, un error de archivo que por casualidad arribó junto con el testamento.
El documento era nada menos que el de Adolf Hitler. Su hoja de ruta para cuando él ya no estuviera. Era un delirio póstumo sobre la posibilidad de la reinstauración de un régimen nazi en Alemania ideado desde el exilio de sus sobrevivientes.
Ese testamento fue revelado por la agencia Reuters el 1 de enero de 1946, cuando ya la Segunda Guerra Mundial había terminado y los secretos alemanes salían a la luz. "Ha sido hallada, junto con el testamento, la fotografía de un niño de unos doce años de edad, cuyo parecido con el 'Führer' indica, según la opinión de las autoridades norteamericanas, que podría ser hijo de este, anuncia el enviado especial de la agencia Reuters en esta ciudad", decía el cable.
La segunda página del documento, sobre el final, tenía un título sugestivo agregado por el agente que la analizó al detalle y que no salía de su asombro por lo que podría tratarse de un hallazgo histórico: "¿Trátase del hijo de Hitler?", se preguntaba el analista, cuyo nombre quedaría por siempre en el anonimato del mundo del espionaje.
"Las facciones del niño son afiladas y tiene el pelo negro; tiene la misma expresión que tenía Hitler en sus momentos pensativos", continuaba el agregado hecho por el agente que leía y releía aquel testamento.
Los servicios de inteligencia no pudieron descifrar nada. Pero los historiadores, a lo largo de las décadas, han dedicado horas de investigación a tratar de determinar si alguien heredó sus genes.
Mi hijo, en la Resistencia
Uno de ellos, Jesús Hernández, relató la historia de Jean-Marie Loret, un francés que aseguró toda su vida que era hijo del genocida nazi. Sus huellas fueron descritas y publicadas durante mucho tiempo por el diario inglés The Sunday Times.
Loret habría sido producto, de acuerdo con la publicación y a un libro que él mismo escribiera tiempo después, a un breve amorío que Hitler mantuviera durante la Primera Guerra Mundial con Charlotte Lobjoie. Fue cuando el futuro dictador era un simple soldado en Fournes-en-Weppe, oeste de Lille. El lenguaje que los unió fue el del sexo y la pasión, ya que ni el militar hablaba francés ni la joven de 19 años pronunciaba una palabra en alemán.
"Cuando tu padre estaba cerca, lo que era muy raro, le gustaba llevarme a pasear al campo", narró Loret que le contaba su madre durante sus años de inocente infancia. Al nacer, su madre lo abandonó y huyó a París, dejándolo al cuidado de sus padres.
Los años los tendrían separados, hasta que Hitler ya se había convertido en la mayor amenaza de Europa. El Ejército Alemán nazi superó la Línea Maginot, ingresó a Francia y el supuesto hijo del máximo genocida… ¡se unió a la Resistencia!
Loret murió hace tiempo, en 1985, pero sus hijos quieren saber si por sus venas corre la sangre de Hitler. En abril de este año se iniciaron los trámites de ADN para determinar si lo que su padre les contaba era cierto, pese a las dudas que existen al respecto.
Es que los soldados que durante la Gran Guerra compartían las jornadas con ese hombre obsesionado con los judíos y la política decían que lejos estaba de él buscar mujeres francesas con las cuales acostarse y tener sexo. "Me moriría de vergüenza si buscase relaciones con una francesa", le habría dicho Hitler a su camarada Balthasar Brandmayer en alguna ocasión, de acuerdo con el historiador Hernández.
Sexo olímpico
Sin embargo, la historia de sexo y amor que tiene más sentido es la que habría mantenido con Ottilie Tilly Fleischer, la atleta ganadora de un oro en lanzamiento de jabalina durante los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.
El dictador fue a su premiación. La invitó al palco. Y la relación habría continuado durante un largo tiempo. Era un verdadero ejemplo alemán. "Según algunos autores, como el francés Jacques Robinchon, aquella esbelta joven llegó a convertirse en amante de Hilter. Los rumores se extendieron por las altas esferas de Berlín", relata Hernández al diario ABC.
Fruto de ese vínculo habría nacido Gisela Heuser. El apellido era el de un conocido odontólogo al que obligaron a casarse con Fleischer. El hombre era nazi, perteneciente al partido, y sabía que esa era una misión que debía cumplir.
La leyenda en torno a Gisela Heuser como hija de Hitler nació a partir de un libro que generó controversia. Algunos se lo atribuyeron a la propia mujer. Otros, a un ex novio suyo, Philippe Krischer.
En el libro Adolf Hitler, mi padre, aparecido a mediados de los años 60, se afirmaba que la joven era hija del genocida y que en alguna ocasión, cuando supo que Fleischer estaba embarazada, el supuesto padre le dijo: "Si nuestro hijo es varón, haré de él un mariscal del Ejército". La joven inició diversos juicios en 1966 para que retiraran de la venta los ejemplares y contra un diario que dio por cierto la versión.
La última amante
Sigrid von Laffert, 17 años al tiempo de conocerlo en 1939. A ella señalan la mayoría de las crónicas de los historiadores como la que más posibilidades tuvo de darle un hijo al monstruo alemán, al que conquistó con su belleza.
Hitler había ayudado a su padre, un malogrado barón y quedó fascinado con la belleza de su hija, a quien no dudó en frecuentar. La relación quedó revelada por las memorias de Galeazzo Ciano, canciller de Benito Mussolini.
"Tiene ojos claros, unos ojos claros y unas facciones correctas y un cuerpo magnífico. Se llama Sigrid von Lappus. Se ven muy a menudo, incluso a solas", plasmaría el italiano al recordar con su pluma los años de su alianza con la Alemania nazi. El nombre no coincide, pero todos los documentalistas afirman que se trata de la misma mujer.
Otro italiano, más explícito en su descripción, fue Dino Alfieri, también ministro de Mussolini. "Tenía un busto provocativo, las piernas largas y la boquita más pequeña del mundo. Nunca se pintaba. Llevaba la cabellera rubia recogida de un modo parecido a una corona".
Al tiempo de conquistar el corazón del genocida, Laffert se mudó a Berlín, donde recibió el trato privilegiado de una elegida. La ubicaron en una vivienda de lujo de la calle Tauentzienstrasse.
De acuerdo con el historiador Pere Bonin, autor del libro Eva Braun y Hitler, amor que mata, Hitler sabía de su embarazo y le envió un ramo de rosas rojas cuando fue internada para dar a luz. Lógicamente, no podía hacerse presente en el hospital para recibir a su supuesto hijo. Ya estaba casado.
Las versiones sobre esta joven belleza son disímiles. Hernández cree que murió durante el parto y que su descendencia no duró más de dos horas. También falleció. "El 23 de febrero de 1940, (Joseph) Goebbels y (Heinrich) Himmler fueron informados de que Sigrid estaba embarazada. Tras un período de reposo en Garmisch-Partenkirchen, el episodio no pudo acabar de forma más dramática. Pese a estar asistida por los mejores doctores, el 23 de septiembre murió durante el parto. La niña solo sobrevivió dos horas", escribió el historiador español.
Bonin por su parte, es menos dramático en su apreciación. Según él, Laffert sobrevivió al parto, dio a luz al descendiente de Hitler y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial prefirió el anonimato. La vergüenza le impidió confesar que el vástago que acunaba era del mayor monstruo de la historia moderna.
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