Los héroes míticos no tienen edad. Se parecen. Nunca mueren…, aún muertos. Entre Superman, nacido en 1932 de la pluma del dibujante Joe Shuster –acaso inspirado en Moisés–, volando sobre New York, deteniendo trenes y aviones con una sola mano y castigando a los malos (al Mal), y Sansón derribando las columnas del templo y aplastando a tres mil filisteos en el 1.200 Antes de Cristo… solo hay tiempo. Pero la fantasía y la ilusión son las mismas.
Demos una vuelta por la Roca de las Edades y lleguemos al elegido, enamorado, traicionado, desdichado y triunfante Sansón…
Su nombre, del hebreo, significa más de una cosa: "Sol o Del Sol", y también "el que sirve a Elohim". Por cierto, Elohim es Dios.
Su vida, hazaña y tragedia, si el lector toma los hechos del Antiguo Testamento al pie de la letra, está entre los capítulos 13 y 16 del Libro de los Jueces…, y también –por citar un ejemplo entre decenas– en un film de 1949 dirigido por Cecil B. DeMille que se alzó con dos Oscars.
Allí, Sansón es Victor Mature, un actor con más suerte que talento, y Dalila –su amor y su perdición–, Hedy Lamarr: una de las cinco más bellas de la historia del cine Made in Hollywood.
Según el libro sagrado, Dios le confirió a Sansón una fuerza sobrehumana para luchar contra los filisteos.
¿Quiénes eran? Un pueblo antiquísimo de la zona del mar Egeo, guerrero, temido, y calamidad de las costas de Palestina, Egipto y Turquía, que en el siglo XII antes de Cristo se instaló cerca de Canaán, la Tierra Prometida de los hebreos.
¿Cuántos? En un principio, alrededor de treinta mil, gobernados por reyes –o señores– en cinco ciudades: Gaza, Gat, Azoto, Ascalón y Acarón.
De cultura agrícola y ganadera, eran maestros en dominar el bronce y el hierro para urdir sus armas, y su furia conquistadora enfrentó a los hebreos y les robó el Arca de la Alianza.
En el 722 de la era cristiana los diezmaron los asirios, y Alejandro Magno les dio el golpe final.
Desaparecieron…
Primer misterio. ¿Por qué Dios todopoderoso necesitó a Sansón y lo dotó de una fuerza colosal? ¿Por qué crear un héroe, si Él, como creador, podía acabar con los filisteos de un soplido?
La respuesta es una cuestión de fe…
Al parecer, los israelitas abandonaron a Yahveh –el otro nombre de Dios–, se tornaron idólatras, y como castigo, Él los entregó a los filisteos a lo largo de cuarenta años…, hasta que se apiadó y les envió un ángel con un mensaje para Manoa y su mujer, Hatzlelponi (estéril): "Tu hijo liberará a Israel de los filisteos".
Pero bajo extrañas condiciones: la mujer "no debía tomar ni vino ni sidra ni comer nada impuro, y el hijo que le nacería no debía cortarse el cabello".
Y ese hijo llegó, creció, se tornó recio y fornido, partió de su pueblo para ver las ciudades filisteas, y en Timnat se enamoró y decidió casarse con una joven mujer de esa tribu…, a pesar de la oposición de sus padres. Que –obvio– preferían bajo su techo a una israelita.
En pocas palabras, un conflicto eterno. En ese remoto pasado "y en el dos mil también", si nos atenemos a Discépolo y su "Cambalache".
Sin embargo, a juzgar por el Antiguo Testamento, ese conflicto habría sido parte de un plan de Yahveh para atacar a los filisteos.
Extraña vuelta de tuerca…
De todos modos, Sansón se pone en marcha. Su sandalia apunta a la casa de su enamorada filistea. Misión: pedir su mano. Pero a mitad de camino, un león le salta encima con la más que clara intención de devorarlo. Sin embargo, nuestro héroe, sin más armas que sus manos, lo desgarra. Lo divide en dos…
Y lo imposible, lo sobrenatural, se duplica. Tiempo después, mientras Sansón va a su boda, encuentra entre los huesos del león un enjambre de abejas y mucha miel, y se la ofrece a su padre como ofrenda de paz, ya que éste se opone a esa unión…
Pero las cosas se complican más. En la fiesta, el héroe forzudo, acaso pasado de copas, le propone a treinta jóvenes filisteos un acertijo:
–Si lo resuelven, les daré treinta piezas de lino fino y otros tantos vestidos. Pero si no lo resuelven, ustedes me darían lo mismo a mí.
–¿Cuál es el acertijo? –preguntan los jóvenes.
–"Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura" –Respuesta: el león desgarrado, y la miel encontrada entre sus huesos.
Los jóvenes se devanan los sesos durante tres días, no dan pie con bola, y al cuarto amenazan a la flamante señora Sansón… ¡con quemarla viva!, junto con la casa de su padre, si no revela el enigma.
Llorando, ella le ruega la respuesta a su marido, él obedece, y ella calma la furia de los jóvenes al darles la solución. Pero el musculoso héroe no tiene piezas de lino ni vestidos: ha faroleado como un avezado jugador de póker…
Solución: va hasta un pueblo vecino, mata a treinta hombres, les roba los vestidos, y paga así su deuda.
Pero otros desastres se avecinan. De pronto, sin explicación alguna, su suegro le entrega su hija –la señora Sansón– a otro hombre, y le ofrece como compensación a la hermana menor… ¡más bella!
La trampa enfurece al despechado marido. Que, rojo de furia, caza trescientas zorras, las ata en parejas por la cola, pone una antorcha encendida en el espacio libre, las suelta a campo abierto, y hace arder todas las cosechas de los filisteos.
La venganza no tarda… Los filisteos incineran a la nueva esposa y la casa de su padre. Sansón les da feroz tunda a muchos de ellos, huye, y se refugia en una roca de Etán…
Pasado el tiempo, sale de Etán, llega a Gaza, y se refugia en la casa de una prostituta: la única chance, para un israelita desconocido, en el mapa filisteo.
Sus enemigos lo persiguen hasta la entrada de la ciudad con una idea fija: ¡matarlo! Pero otra vez los músculos de Sansón les dan el esquinazo a los asesinos: en medio de la noche arranca las enormes puertas de la ciudad, y la deja indefensa y a merced de cualquier pueblo invasor…
Además, se enamora de una bellísima filistea. Pero, hombre y mujer de tribus irreconciliables, sólo prometen desgracia. Un grupo de filisteos le prometen 1.100 siclos (63 kilos de monedas de plata), si logra arrancarle el secreto de su fuerza sobrehumana…
Dalila, con sus encantos y en el lecho, empieza maniobras envolventes:
–¿Cómo podrás ser atado y dominado?
–Si me ataran con siete mimbres verdes me debilitaré, y seré como cualquiera de los hombres.
Los príncipes de los filisteos llevaron los mimbres, Dalila lo ató… pero el rompió los mimbres como se rompe una cuerda de estopa (Jueces 16:6-9).
Nuevo intento de la ramera:
–Me has engañado. Te ruego que me digas cómo hay que atarte.
–Fuertemente y con cuerdas nuevas.
Ella así lo hizo mientras los filisteos acechaban… pero Sansón las rompió como un débil hilo.
Tercer intento:
–¿Cómo?
–Teje siete guedejas de mi cabeza en el telar y asegúralas con la estaca.
Dalila lo hace. Pero es el tercer fracaso…
Meliflua, trata una vez más:
–Yo te amo. ¿Por qué me mientes? ¿Porqué tu corazón no está conmigo?
–Bien. Nunca a mi cabeza llegó navaja. Soy nazareo (consagrado) de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuera rapado, mi fuerza se apartará de mí.
Dalila lo hace dormir en sus rodillas… y le corta el pelo. Cuando despierta, Sansón apenas tiene fuerzas.
Los filisteos lo rodean y le arrancan los ojos. Por las dudas, lo atan con cadenas. Y lo ofrecen en sacrificio a Dagón, su dios.
En la prisión, su pelo empezó a crecer, y Sansón comprende que Dios le ha concedido una segunda oportunidad. Una esperanza…
Pero ahora es un esclavo ciego, y condenado a empujar una enorme piedra de molienda: trigo para sus enemigos.
Y aún falta el final de fiesta. Lo llevan al templo para ofrecerlo a Dagón en sacrificio.
Más de tres mil almas colman el lugar. Un niño guía a Sansón.
–Por favor, llévame hasta el medio de las dos grandes columnas que sostienen el templo, para descansar…
Así lo hace el niño.
Y Sansón invoca a Yahveh:
–Te lo suplico, acuérdate de mí. Dame fuerzas una vez más, y de un solo golpe me vengaré de todos los filisteos.
Pone cada uno de sus brazos sobre cada columna, y las empuja hasta que sus piedras crujen.
El entero templo se derrumba. Nadie queda vivo. Y Sansón grita:
–¡Muera yo con los filisteos!
Sansón y Dalila, por Bruce Springteen y Seeger Sessions band
Su familia recupera el cuerpo y lo entierra cerca de la tumba de su padre.
Durante mucho tiempo corren por aldeas y pueblos las hazañas de Sansón… "que acabó con todo un ejército golpeando a sus soldados con un hueso: la quijada de un burro…"
En realidad, nada sorprende en esta fábula. Es parte de uno de los muchos géneros del Antiguo Testamento: histórico, normativo, casos y personajes reales y ficticios, relatos populares, mitos, leyendas, sagas, profecías, oráculos, símbolos, cantos, elegías, poemas…
Escrito en distintas épocas, contiene todas las leyes y preceptos por los que se regía el pueblo hebreo: 39 libros en la versión protestante, 46 en la versión de la iglesia católica, 51 en la versión de la iglesia ortodoxa.
Hay dos maneras de leerlo: desde la fe y desde el laicismo. Como un mandato sagrado o como una gigantesca novela de aventuras… sin preguntarse qué es ficción y qué es realidad.
Pero pocos personajes tienen el imán de Sansón. Protagonista, por ejemplo, de cuadros pintados por grandes nombres: Lucas Cranach el Viejo, Andrea Mantegna, Miguel Ángel, Rembrandt, Rubens, van Dyck. De novelas. De films. De películas para tevé. De series. Más una ópera de Camille Saint-Saëns, y canciones interpretadas por Bruce Springsteen, Leonard Cohen, Queen, Bob Marley.
Una lista tan asombrosa como interminable. Porque, más allá de las interpretaciones humanas y divinas del héroe, y más allá de los siglos que los separan, Sansón también es Superman, Batman, Ulises, el Capitán Marvel, Hamlet, Flash Gordon, Fuenteovejuna, Philip Marlowe… y
agregue el lector los suyos. Como un juego. Apenas el Bien contra el Mal.
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