Con motivo del centenario de la ejecución del último zar de Rusia por los bolcheviques, resurgió un conflicto entre el Estado ruso y la poderosa Iglesia ortodoxa. ¿Qué hacer con los presuntos restos de la familia imperial?
El patriarca ortodoxo Cirilo encabezará el lunes una procesión en memoria de Nicolás II, zar y jefe de la Iglesia ortodoxa, y de su esposa, Alejandra Fiodorovna, sus cuatro hijas y su hijo, fusilados en la madrugada del 17 de julio de 1918 cerca de Ekaterimburgo, en los Urales, y canonizados en el año 2000.
Las autoridades rusas, que siempre han intentado no elegir entre la herencia soviética y la herencia zarista, no prevén ninguna conmemoración oficial.
Veinte años después de la inhumación de los restos del zar, su mujer y tres de sus hijas -descubiertos en 1979- la Iglesia ortodoxa sigue negándose a reconocer su autenticidad y a aceptar que se realicen pruebas de ADN para confirmarla.
El clero, dominado por los conservadores, también se niega a reconocer la autenticidad de los restos de otros dos hijos del zar, Alexéi y María, cuyos cuerpos fueron separados del resto y no se encontraron hasta 2007. Sus osamentas aún no se inhumaron por la falta de acuerdo entre las autoridades y la Iglesia.
En 1998, el patriarca en aquel momento, Alejo II, desairó los funerales de Estado organizados por las osamentas de Nicolás II en la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo. En su lugar, envió a un cura para enterrarlos como "restos de una persona desconocida".
Con la conmemoración del centenario, los medios rusos pidieron al patriarca ortodoxo Cirilo reconocer los restos de la familia imperial.
"Teoría del complot"
La Iglesia considera que no hay suficientes pruebas a favor de la autenticidad de los restos como para realizar pruebas de ADN y acusa al Estado de intentar alejar al clero de este asunto.
En su opinión, los bolcheviques quemaron sin dejar huella los cuerpos de las 11 víctimas -la familia imperial y su entorno más cercano- en una fosa de un bosque de los Urales, donde luego se construyó un vasto monasterio.
Según el teólogo y misionario Andréi Kuraiev, reputado por sus opiniones reformistas, esta versión es la que defendieron las fuerzas zaristas durante la guerra civil en Rusia.
"En 20 años eso se convirtió en una enorme teoría del complot", resume Ksenia Luchenko, especialista en la Iglesia Ortodoxa rusa.
Según una de esas versiones complotistas, Lenin guardaba la cabeza de Nicolás II en su despacho. Otra afirma que los hijos más jóvenes del zar, Alexéi y María, escaparon de la muerte y se refugiaron en el extranjero.
El año pasado, monseñor Tikhon, un obispo encargado de la investigación realizada por la Iglesia y cercano al presidente Vladimir Putin, aludió a la posibilidad de que el fusilamiento de la familia imperial hubiera sido una especie de "asesinato ritual".
"Los círculos favorables a la ciencia en el seno de la Iglesia quedaron apartados tras el escándalo de las Pussy Riot en 2012", explica Andréi Kuraiev, en referencia al grupo de música contestatario que ingresó en la principal catedral de Moscú para cantar una "oración punk" contra Putin.
Este sonado caso reforzó a la Iglesia y a su ala conservadora, que desde entonces crece "cada día más", en opinión de Kuraiev.
El patriarca Cirilo tiene "miedo" de la reacción que tendrían los conservadores —ya indignados por su reunión en 2016 con el papa Francisco— si considerara auténticos los restos de la familia imperial, señala Andréi Kuraiev.
"Incómodo" para Putin
El año pasado, el estreno en Rusia de la película Matilda, que narra la historia de amor entre el futuro zar Nicolás II con una bailarina, provocó el enfado de los ortodoxos más radicales, que se manifestaron para impedir su difusión en las salas de cine.
"Esta película mostró que Nicolás II es una figura que puede dividir a la sociedad ortodoxa", afirma el experto Roman Lunkin, de la Academia de las Ciencias rusa.
Según Lunkin, el último zar es objeto de un "inmenso culto" en el monasterio cercano a Ekaterimburgo al que se dirigirá la procesión liderada por el patriarca Cirilo el lunes.
El presidente Vladimir Putin, en cambio, "no profesa un culto por Nicolás II", y se muestra "menos interesado" por la resolución del conflicto por su antecesor, Boris Yeltsin, señala la experta Ksenia Luchenko.
No obstante, la situación sigue siendo "incómoda" para Putin, quien siempre se posicionó como un aliado cercano a la Iglesia, destaca.
(Con información de AFP)
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