Una tarde de noviembre de 1955, una comisión policial se hizo presente en el cementerio de la Recoleta. Fue con la misión de llevarse los restos de Juan Ramón Duarte, hermano de Eva Perón, secretario privado del ex presidente Juan Domingo Perón. Había aparecido muerto, con un disparo en su sien derecha, en su departamento de la avenida Callao un 9 de abril de 1953. Se lo llevarían a la necrópolis de Chacarita para hacerle la autopsia. El gobierno de la Revolución Libertadora se había propuesto investigar al ex presidente, ahora llamado "el tirano depuesto".
¿Se había suicidado? ¿Fue asesinado? ¿O había que darle crédito a los que decían que, en realidad, Juan Duarte hacía rato que estaba viviendo en otro país?
Este polémico personaje había nacido en 1914 en Los Toldos, el único varón de cinco hermanos, donde la menor era María Eva, nacida en 1919. La familia, en 1929, se había radicado en Junín, donde la madre había puesto una pensión. Juan había dejado la escuela en sexto grado. Cuenta Hugo Gambini que, jugando al billar en la confitería 9 de Julio de esa localidad, se hizo amigo del gerente de la fábrica Guereño, quien lo contrató para ser viajante de comercio del jabón Radical.
Luego de cumplir con el servicio militar, se mudó junto a su hermana Eva a la ciudad de Buenos Aires, un ambiente propicio para su carácter proclive a las copas, a las mujeres y al juego. Ambos hermanos ocuparon un departamento en Carlos Pellegrini al 1300 para luego mudarse a otro en Posadas y Ayacucho. Cuando Eva comenzó su relación con Perón, le pidió a su hermano que abandonase el departamento contiguo que ocupaba. Luego de vivir un tiempo en el Hotel Jousten y en un departamento en la avenida Córdoba y Sánchez de Bustamante, se estableció en un quinto piso de avenida Callao 1944.
Con el advenimiento de Perón al poder, a Juan se le abrieron un sinnúmero de posibilidades. En 1944, su hermana hizo que lo nombrasen inspector del Casino de Mar del Plata y, cuando Perón asumió la presidencia, ocupó el cargo de secretario privado del primer mandatario. La recomendación de Eva era siempre la misma: "Pórtate bien, Juancito", le advertía. Perón lo mantenía a su lado solamente para complacer a su esposa.
A pesar que debía asistir al Presidente durante toda la jornada, que comenzaba temprano, Juan nunca dejó de lado su vida nocturna y su habitual peregrinar por los cabarets de moda, así como las relaciones que mantenía con figuras del espectáculo. Los más publicitados era los romances que mantenía con Fanny Navarro y con Elina Colomer.
En 1947, acompañó a su hermana Eva en su viaje por Europa. Ella estalló cuando el ministro de Relaciones Exteriores español le hizo llegar el mensaje que su hermano y Alberto Dodero (muy amigo de Perón, encargado de organizar la parte no oficial de la gira) se había ido de farra a las Cuevas del Sacro Monte, creándole problemas a la custodia. Ella lo amenazó: "¡Una puta más y te volvés a la Argentina!"
A partir de ejercer función pública, fue notorio el crecimiento patrimonial de Juan Duarte. Al departamento de Callao, había que sumarle la estancia Santa Marta, en Laguna del Monte, autos y aviones; hasta manejaba los permisos de importación de automóviles extranjeros, además de incursionar en el negocio de la carne. Era dueño de empresas cinematográficas, y promocionaba a actrices que sabían cómo devolver los favores. En un gobierno que monopolizaba los medios de comunicación, resultaba imposible para una actriz figurar en la tapa de Radiolandia o Antena sin haber hablado antes con Duarte.
El principio del fin
Cuando su hermana cayó enferma, tomó conciencia de que su suerte estaba echada. Según relató Osvaldo Bertolini, uno de sus cuñados, Juan había quedado muy impresionado por la enfermedad de Eva. En Historia del Peronismo, de Hugo Gambini, relató: "Una noche íbamos en su automóvil por los jardines de Palermo y nos detuvimos en la oscuridad, para que nadie lo reconociese. Yo saqué una radiografía de un sobre y le dije: 'Acá está lo que descubrieron los médicos'. Parece que no hay remedio. Juancito miró esa radiografía con la luz del tablero, tratando de descifrarla, y se puso a llorar. Sabía que Evita no tenía cura y pensaba que, además de perderla, si ella faltaba se le vendrían encima algunos de esos ministros que se la tenían jurada".
Al tiempo de morir Evita, Perón fue abordado -a la salida de un acto en el Teatro Colón- por la actriz Malisa Zini, de militancia peronista, quien a viva voz le advirtió que lo rodeaba gente corrupta. Él la citó para hablar más tranquilo y dispuso que el general León Bengoa iniciase una investigación sobre todo el gabinete. "Irá a la cárcel hasta mi propio padre si es ladrón", anunció en un discurso que Juan escuchó mientras manejaba.
Todas las miradas apuntaron a él y a su círculo de amigos dentro de Casa Rosada. A comienzos de abril de 1953 le allanaron su oficina y su caja fuerte; la misma suerte corrieron sus colaboradores más cercanos. El día 6 renunció a su cargo.
En la noche del 8 de abril, sus amigos fueron a visitarlo a su departamento de la avenida Callao. Estaban Raúl Apold, Héctor Cámpora, Osvaldo Bertolini, Ramón Subiza, Raúl Margueirat y Jerónimo Remorino. Algunos lo notaron melancólico, otros lo recuerdan haciendo planes. Lo cierto es que en la mañana del 9, cuando su mayordomo japonés Inajuro Tashiro fue a llevarle el desayuno, lo encontró arrodillado, en ropa interior, con su cabeza apoyada en la cama, y con un disparo en la sien derecha. Cerca, un revólver calibre 38. En la mesa de luz, su carta de despedida:
"Mi querido General Perón: la maldad de algunos traidores de Perón, del pueblo trabajador, que es el que lo ama a usted con sinceridad, y los enemigos de la Patria, me han querido separar de usted; enconados por saber lo mucho que me quiere y lo leal que le soy; para ello recurren a difamarme y lo consiguieron; me llenaron de vergüenza pero no pudieron separarme de usted; desde mi renuncia, usted fue tan amigo como siempre y esta aflicción suya de estos días por mi, me pagó con creces el mal que ellos me causaron. He sido honesto y nadie podrá probar lo contrario. Lo quiero con el alma y digo una vez más que el hombre más grande que yo conocí es Perón; se de su amor por su pueblo y la patria, sé como nadie de su honestidad y me alejo de este mundo asqueado por la canalla, pero feliz y seguro que su pueblo nunca dejará de quererlo y de haber sido su leal amigo; cumplí como Eva Perón, hasta donde me dieron las fuerzas. Le pido cuide de mi amada madre y de los míos, que me disculpe con ellos que bien lo quieren. Vine con Eva, me voy con ella, gritando viva Perón, viva la Patria, y que Dios y su pueblo lo acompañen por siempre. Mi último abrazo para mi madre y para usted. (Firmado) Juan R. Duarte. Perdón por la letra, perdón por todo".
Tenía 38 años.
Perón concurrió al velatorio, que se realizó en el departamento de Elisa, una de las hermanas del fallecido. Se escuchaban los gritos de la madre: "Me mataron a otro hijo". Más tarde, el primer mandatario comentaría que "a ese muchacho lo perdieron el dinero fácil y las mujeres. Tenía sífilis". El dirigente radical Silvano Santander tenía otra teoría: en su gira por Europa en 1947, Eva Perón habría depositado una importante suma de dinero, proveniente de aportes de jerarcas nazis que apoyaban a Perón. Cuando Eva muere, los herederos son los únicos habilitados para hacerse de esos fondos, en custodia en un banco en Suiza. En octubre de 1952, Juan Duarte viajó a ese país y, a su regreso, le comunicó a Perón el total de lo depositado, que no coincidía con el número que manejaba el entonces presidente. Ese habría sido el origen del desacuerdo que terminaría con la muerte de Juan Duarte.
El historiador Joseph Page se hizo eco de una versión publicada en la revista Time, que sostenía que Duarte había sido asesinado en el aeropuerto cuando intentaba abandonar el país.
El Capitán Gandhi
Cuando Perón fue derrocado el 16 de septiembre de 1955, la Policía llevó adelante tres investigaciones: un proceso sobre torturas, la desaparición de un niño en las aguas del Tigre y la muerte de Juan Duarte. Le cupo esta tarea a Próspero Germán Fernández Albariños, también conocido como "Capitán Gandhi", de profesión maestro de escuela, que había cursado hasta tercer año de Medicina en la universidad, que trabajaba en la Policía Federal y que no habría estado en su sano juicio. La prensa anti peronista lo definía, exageradamente, como "el hombre del F.B.I. Argentino". A Gandhi lo desvela probar que Perón había mandado a matar a su cuñado.
A pesar de que se sospechaba que no contaba con una orden judicial, Albariños llevó adelante la exhumación de los restos de Duarte. Hizo ir, con custodia, a Margueirat, el ex jefe de ceremonial de gobierno, al guardaespaldas Lagos y hasta al peluquero Gullo, todos en calidad de detenidos. A partir de las pruebas que él decía tener, indicaba que a Duarte lo habían asesinado. Se basaba en que el dedo pulgar del pie derecho estaba rígido, apoyado sobre la superficie del colchón en una posición forzada, lo que indicaba, siempre según Gandhi, que el cadáver había sido colocado ahí.
Y los escasos rastros de sangre hallados en la escena no correspondían a una herida de semejante naturaleza. Sin embargo, el fallo judicial conocido en 1958 echó por tierra las conclusiones de Gandhi. Aunque siempre se sospechó de que había sido asesinado -hasta se puso en tela de juicio la autenticidad de la carta de despedida-, los elementos con que contaba la justicia orientaban hacia el suicidio.
Juan no tendría paz. Por un tiempo, el Capitán Gandhi guardó en una caja la cabeza de Duarte y solía mostrarla en el Departamento de Policía. Hasta en un interrogatorio a un sospechoso, puso la cabeza sobre el escritorio y preguntó: "¿Por qué no le contás a Juan y a mi lo que sabés?".
Hace 65 años que Juan Duarte apareció muerto, y el tiempo transcurrido no han podido ocultar las dudas que rodearon el suceso. "Todo el mundo sabe que se suicidó, pero nadie sabe quién lo hizo", era la broma que circulaba entonces.