La mañana del 24 de septiembre de 1952, del aeropuerto de la Ciudad de México despegó un avión DC-3 de la entonces Compañía Mexicana de Aviación (CMA) con rumbo a Oaxaca, 17 pasajeros a bordo y tres de tripulación: el capitán Carlos Rodríguez, el copiloto Agustín Jurado y la azafata Lilia Novelo.
A los 15 minutos de emprender el vuelo, un artefacto explosivo de manufactura casera estalló dentro de una maleta colocada en el compartimiento de equipajes de la zona delantera del avión. La explosión abrió un hoyo de 60 centímetros de ancho y el doble de largo bajo la cabina de mando, por donde escapó el equipaje y la calma de los pasajeros.
Durante 20 minutos, el piloto de la aeronave, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que había formado parte del famoso Escuadrón 201 –el equipo militar aéreo que peleó de lado de los aliados contra los alemanes–, hizo maniobras "impensables", narró la prensa de la época, para lograr que el avión aterrizara en la base militar de Santa Lucía, donde los soldados prestaron auxilio a la tripulación y los pasajeros.
Aquel atentado conmocionó a la prensa. Hubo varios heridos con quemaduras, dos de ellos graves, y un muerto: un ciudadano extranjero que se lanzó al vacío.
Los autores: un defraudador profesional de nombre Emilio Arellano Schetelige y el conocido cantante de ópera Francisco Sierra, esposo de la afamada empresaria y estrella de opereta Esperanza Iris.
Sierra, de 42 años, sólo quería ser rico, lograr el éxito y disfrutar la fama. La consiguió, pero en la cárcel, preso durante 18 años por aquel bombazo en el que se involucró por ambición.
Esta es la historia de Paco Sierra que reconstruyó un grupo de periodistas de La Prensa, el más importante diario de sucesos de la época, que siguió el paso del barítono desde el atentado hasta su muerte en 1981. Entre ellos estaban los reporteros Rafael Pérez Martín del Campo, Carlos Borbolla, Víctor Ceja Reyes y el famoso fotoperiodista Enrique Metinides.
Cabeza intermedia
De Paco Sierra nada se sabía, hasta su matrimonio con Esperanza Iris en 1938. Ël, nacido en Chihuahua en 1910, tenía 28 años. Ella, que rondaba los 50, era originaria de Villahermosa, se llamaba María Esperanza Bonfil y había nacido en 1988.
Cuando se conocieron, a ella ya la llamaban La Reina de la Opereta, era dueña de un teatro que había inaugurado el mismísimo Venustiano Carranza, entonces presidente. Él era un joven contador que estudiaba violín y canto en la Ciudad de México.
En la búsqueda de oportunidades, como pudo se hizo presentar con Esperanza, quien le abrió las puertas de su teatro para que Sierra debutara en la zarzuela española "La Revoltosa".
Tenía 23 años y bajo la protección de la diva su carrera incluso enfiló hacia el extranjero: cantó en la Scala de Milán, en el Metropolitan Opera House de Nueva York y en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, entre otros.
Ella estaba enamorada y él quería una parte de su negocio en el teatro y en su empresa de opereta. Para todos era obvia la ambición del joven barítono, menos para la actriz y cantante, que siempre le perdonó tosas sus "locuras". Incluso su larguísima infidelidad con Concepción Manzano, la mujer que trabajaba en casa del matrimonio y con quien Paco tuvo un hijo en 1949. Cuentan que fue a buscar su perdón a Estados Unidos, donde le compró a Esperanza un auto nuevo con el dinero de ella. Ella debió apreciar el detalle y todos los siguientes, porque siguió cada con él hasta su muerte, en 1962.
La sociedad Post Mortem
Fue precisamente a la vuelta de aquel viaje a Estados Unidos, en 1949, que Paco Sierra conoció a Emilio Arellano Schetelige, su paisano y "un vivales" con gusto por los fraudes y los negocios fáciles.
Arellano había hecho de todo: trabajó en ferrocarriles, como valuador, en el Banco de Obras Públicas, en la construcción de la carretera México-Acapulco, vendió tractores durante la Segunda Guerra Mundial, fue perito en la PGR y se presentaba como "ingeniero en minas". También se había empleado en fábricas de autos y en la industria de la construcción en Estados Unidos, donde estudió química industrial y aprendió a manejar dinamita.
Desde su primer encuentro, Arellano no se separó más de Sierra. Se convirtió en su secretario particular, su agente, su amigo y su confidente. En la confianza de la amistad y sabiendo de la debilidad de Paco Sierra por el dinero, le propuso, entre otros negocios, fundar la empresa Post Mortem, SA. El propósito era ofrecer el servicio completo de sepelios a grupos de trabajadores que pagaran 2 pesos mensuales.
Nunca concretaron el negocio. Pero por esa época, según noticias del caso, se les ocurrió la idea de los seguros de vida. El asunto era sencillo: contratar gente para trabajar en Oaxaca, asegurarlos por elevadas sumas, poner una bomba en el avión en el que viajarían y cobrar las pólizas.
Paco puso el dinero de Esperanza y Emilio se encargó de contratar los seguros y buscar a los trabajadores mediante anuncios en el periódico. Cuando juntó a 5, los llevó a las aseguradoras para comprar seguros de vida por 200.000 y 300.000 pesos de la época. En total, las pólizas sumaban casi 2 millones de pesos.
Los beneficiaros fueron Sara Gutiérrez Tenorio, ama de llaves de Paco Sierra, su amante Concepción Manzano y su amigo Hermenegildo Mondragón Ramírez.
El viaje a Oaxaca se planeó para el 22 de septiembre de 1952, pero se pospuso para el 24 de septiembre. Emilio esperaba que el clima hiciera su parte en el plan, pues su idea era que la bomba estallara en pleno vuelo y las autoridades atribuyeran "el accidente" al mal tiempo.
Lejos de mantenerse al margen, Paco Sierra acompañó a su socio a todas parte duante la cocina del plan, de modo que no fue difícil identificarlo después, durante las investigaciones del atentado.
Para completar el plan, Arellano trajo de Estados Unidos a un tío suyo que, sin saberlo, abordaría el avión con la maleta cargada con el explosivo. Entonces, por supuesto, no había aparatos detectores, ni perros que olfatearan maletas ni otras medidas de seguridad.
El atentado
El miércoles 24 todo estaba listo. El avión DC-3 de CMA saldría a las 7 de la mañana. A bordo iban 10 pasajeros estadunidenses y los 5 asegurados: un colombiano de nombre Ezequiel Camacho Novoa, Jesús Flores Bretón, su esposa Carmen Castillo de Bretón, una sobrina de ésta de nombre Yolanda Hernández Castillo, que era esposa de Ezequiel, y Juan Vargas Vera. Este último decidió un día antes que lo acompañara su pariente Esther Magallanes Orozco, quien no fue asegurada. A todos se les dijo que trabajarían para una empresa estadounidense que haría obras para los ferrocarriles mexicanos.
El mal tiempo, sin embargo, obligó a un retraso de 40 minutos en el despegue que fue definitivo para el plan. La bomba había sido preparada para que estallara una hora después de la salida, cuando el avión iba a mitad del vuelo a Oaxaca. Pero lo hizo apenas 15 minutos después de despegar.
Las investigaciones revelaron que el responsable de activar la bomba fue un polaco de nombre Eugenio Pologvsky, quien saltó al vacío durante las maniobras para salvar el avión y la vida de los pasajeros. Su cuerpo fue encontrado en Zozocolco, Veracruz. El polaco había obtenido un seguro de vida por 300.000 pesos de la compañía La Provincial. La póliza no se pagó a los beneficiarios al comprobarse que su caída no había sido un accidente, sino un suicidio. De acuerdo con los pasajeros entrevistados por La Prensa, al momento en que se lanzó de la aeronave, el extranjero gritó: "¡Todo está consumado!"
Las investigaciones del bombazo estuvieron a cargo de Silvestre Fernández, quien descubrió que siete boletos habían sido comprados por "Eduardo Noriega, empresario de Estados Unidos", que tenía como representante en esta ciudad al "ingeniero" Emilio Arellano. Seis de esos pasajeros tenían seguro de vida, de acuerdo con la indagatoria.
Al buscar a Noriega, el policía investigador descubrió que en realidad se trataba de Emilio Arellano. Para el 25 de septiembre ya había orden de aprehensión en su contra y su nombre apareció en todos los periódicos. Entonces aparecieron las primeras menciones del barítono Francisco Sierra, por su amistad y su sociedad en Post Mortem. Al poco tiempo ya había sospechas en su contra.
Un amigo suyo policía, Jesús Galindo, lo aconsejó que se presentara ante las autoridades a decir su versión y entregar "unos documentos" que le dejó su socio y que resultaron ser las pólizas de los seguros. De esa manera, dijo, su inocencia estaba comprobada. Declaró además que "el tramposo Emilio Arellano" le había robado mucho dinero con Post Mortem. La gente le creyó. Sobre todo porque Esperanza Iris le creía y lo apoyaba.
El 29 de septiembre, al tratar de abordar un barco en Veracruz, Emilio Arellano fue presentado a la policía por su hermano y allí confesó y culpó a Paco Sierra.
El cantante fue detenido cuando llegó al aeropuerto en su Cadillac azul para abordar un avión rumbo a La Habana. "Voy y vengo, no me tardo", le dijo a los agentes, antes de que lo esposaran.
El final del artista: pobre y sin fama
Paco negó su responsabilidad, pero los careos y los testigos lo delataron y confirmaron su participación. Al final, confesó y el juez del caso le dio 9 años de cárcel, mientras Arellano recibió 30 y murió en prisión.
A favor de Paco Sierra seguía jugando el apoyo de Esperanza Iris, y el respaldo que ella consiguió para él del entonces presidente Emilio Portes Gil.
Hubiera logrado muy pronto su libertad de no haber sido por sus propios abogados, que al apelar la sentencia lo único que consiguieron es que le aumentaran años de cárcel. Un tribunal decidió que la pena justa serían 29 años de cárcel.
Con la sentencia desfalleció la salud de Esperanza Iris, quien murió el 8 de noviembre de 1962.
Paco estaba en la cárcel de Lecumberri cuando supo de la muerte de Esperanza. Desde allí mandó poner una orquídea en su féretro y una nota que decía: "Para mi reina, con el amor infinito de mi infinito dolor…"
En la cárcel, Sierra organizó grupos de música y teatro, coros y hasta mariachis. El 1 de junio de 1971 pudo salir en libertad gracias a una serie de reforma penales que consideraban a favor de los internos el trabajo en prisión, la buena conducta y el tipo de delito para reducir la condena.
Para entonces ya se había casado con María Esperanza Bautista, con quien tuvo cinco hijos. De regreso a su hogar, las crónicas de la época narran que brindó con su familia por "el final de la pesadilla". Murió en noviembre de 1988, con una infausta fama y sin dinero.
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