María del Carmen, directora de la academia desde hace 60 años, recuerda cuando en los salones ella junto con su hermana practicaba danza, así como las tardeadas de viernes a domingo con sus amigas y las amistades de sus dos hermanos mayores en donde antes era su hogar y el lugar donde se desarrolló como maestra de ballet. Hoy, el futuro del espacio educativo que ha construido es incierto, pero prevalecen las ganas por entregarlo todo hasta el final.
Ballet Studio Coppelius adquirió el sistema de la Real Academia de Londres. A lo largo de sus 60 años educando bailarinas, han tenido colaboraciones con Cuba y Rusia para un mayor desarrollo y mejor nivel educativo en el ballet.
De 120 alumnas al inicio de la pandemia por COVID-19, el cansancio frente a las pantallas se hizo notar y de inmediato el número se redujo a 90, en el semestre recién iniciado 2020-2021 solo cuentan con un registro de 32 inscritas.
Cuando las escuelas cerraron, no dejaron pasar tiempo para mover todo a digital, María contaba con un ahorro producto de la academia, el cual usó para la compra de computadoras y televisiones para adaptar las clases, ya no le queda nada de ese dinero.
Desde 1995 contaban con problemas económicos, el rendimiento ya no era el de antes. Asegura que el mudarse a lo digital fue todo un reto tanto para maestras como alumnas, se negó a reducir sueldos ya que está consciente de que las 14 personas que trabajan con ella dependen económicamente del empleo dentro de la academia.
En un año de pandemia, las maestras aseguran que el proceso ha sido complicado. Lis María, profesora encargada de la técnica de las alumnas, fue estudiante de Ballet Studio Coppelius desde los tres años y ahora se encarga de la educación de las nuevas generaciones, pero la pandemia por COVID-19 cambió el modo de enseñar.
Sus alumnas son adolescentes, entiende que no siempre se cuenta con un espacio adecuado para bailar, sumado a esto, la situación del encierro le hizo descubrir nuevas formas de enseñar.
Implementó técnicas para mantener a sus alumnas en el curso como la creación de coreografías montadas por ellas mismas, la oportunidad de tener conferencias con personas expertas en la danza y la dedicación de un momento de la clase para hablar sobre cómo se sienten las alumnas en cualquier ámbito, el cual pudieran expresar bailando.
Para la maestra Paloma, de 22 años, la pandemia la acercó a los estudios universitarios, ha llevado su carrera a niveles profesionales, pero asegura que sentía que le faltaba algo más. Mientras entrenaba en casa y sin presentaciones por el cierre de teatros, inició una carrera que le ha permitido ver más allá del ballet. A la par, acude a dar clases a la academia haciendo uso de los dispositivos digitales, se tiene permitido un máximo de dos alumnas de manera presencial que se van rolando con el resto del grupo.
“He tomado la decisión de que mientras yo pueda, la escuela va a seguir adelante”, nos dijo María mientras recordaba el último mes en el que se vio en la necesidad de poner de su dinero para sostener la academia.
Más centros de enseñanza de danza han cerrado sus puertas debido a la imposibilidad de continuar pagando rentas de los locales. Pero María no desea esto para su academia, asegura que seguirá trabajando con el corazón para continuar con la gran responsabilidad de la educación en el arte del ballet.
“Si yo cierro la escuela me voy a morir… ha habido momentos muy difíciles, de tristeza, de trabajo de todos estos años, pero no hay nada en el mundo que nos quite esa satisfacción tan grande de ver niñas pequeñitas que vienen y se desarrollan”, dijo María, con lágrimas en los ojos.