Cuando se pone el sol en la capital de Venezuela, Caracas, la otrora próspera metrópolis se vacía en la oscuridad.
Muchas farolas no funcionan. Los residentes evitan salir de sus casas por la delincuencia -o por la falta de algo que gastar- mientras el progresivo colapso económico se ha acelerado en medio de una batalla política entre el líder chavista, Nicolás Maduro, y sus críticos en el país y en el extranjero. El mes pasado, una serie de devastadores apagones en toda la nación dieron más dramatismo a la decadencia.
Incluso bajo la luz del día, las vallas publicitarias no suelen tener nada que ofertar y muestran su esqueleto luego de que el viento arrancó los viejos anuncios.
A medida que cae la noche, muchos negocios son apenas puertas de seguridad cerradas garabateadas con grafitis. Normalmente, apenas un negocio por manzana puede mantenerse abierto, esperando la llegada de clientes esporádicos. Otros cierran antes, como un salón de belleza, y los pocos clientes que les quedan deben decidir entre el simple lujo de cortarse el cabello o comprar comida.
El vecindario La Mercedes de Caracas, famoso por sus exclusivas tiendas y su vida nocturna, no se ha salvado. Muchos de sus pubs y restaurantes de lujo no tienen ni camareros ni clientes. Un centro comercial se mantiene abierto, pero sus puertas cierran horas antes de lo que era habitual cuando estaba lleno de vida.
Los rascacielos están sin terminar y los obreros abandonaron sus empleos hace mucho. Las ventanas están cubiertas con cartón en lugar de estar acabadas con vidrio.
Los residentes desesperados por lograr algo de dinero en efectivo convierten tramos de acera en improvisadas tiendas, con viejos zapatos y camisas de segunda mano como mercancía.
Los pobres y los hambrientos rebuscan entre la basura de las casas, esparciéndola por las esquinas antes de su recogida para sacar cualquier cosa que puedan utilizar o comer.
Maduro culpa de esta situación a los opositores y al incremento de las sanciones económicas de Estados Unidos, que dice que forman parte de un golpe de Estado para derrocar a su gobierno socialista.
La oposición, liderada por el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, la achaca al liderazgo corrupto, a la falta de inversión y a problemas económicos que dejaron el país a merced de un sector petrolero colapsado y de las remesas enviadas a casa por los millones de venezolanos que huyeron de las crecientes dificultades.
(Por Natacha Pisarenko – AP)
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