Una operación inmobiliaria en Berlín desató una batalla contra el alza del precio de los alquileres, recuperando palabras que se creían olvidadas desde el fin del régimen comunista: "expropiación" y "colectivización".
En noviembre, una carta hizo temblar a los residentes de la emblemática avenida Karl Marx, en el centro de la Berlín oriental en tiempos de la República Democrática Alemana (RDA) y caracterizada por una sucesión de inmuebles neoclásicos que en el pasado sirvió de vitrina al régimen comunista.
En ella, se anunciaba la venta de 700 apartamentos (un tercio de las viviendas) al grupo inmobiliario Deutsche Wohnen, que ya posee más de 100.000 apartamentos en la capital alemana.
Este grupo, que cotiza en bolsa, es temido en Berlín por sus alzas de los alquileres, que modifican la sociología de los barrios, y su gestión es regularmente desacreditada, sobre todo en lo referente a la calefacción.
Tras dos meses de discusiones en los rellanos de los tranquilos inmuebles de la avenida Karl Marx, se alcanzó una solución, inédita desde la reunificación del país, en 1990: los inquilinos exigieron una "recomunalización", es decir la expropiación de los edificios por parte del Estado.
¿Referéndum?
"Eso significa que las viviendas privatizadas, cuya gestión resultó un fracaso, pasarán de nuevo bajo responsabilidad de la ciudad de Berlín, a través de sociedades de alojamiento público", explicó a la AFP Anja Köhler, representante de los inquilinos de la Karl-Marx-Allee y residente en uno de los edificios, conocidos como "Stalinbau" (Construcción Stalin), desde hace 15 años.
A principios de enero, la batalla tomó una amplitud mayor, cuando el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller, prometió que la Karl-Marx-Allee no era más que el principio y que la capital alemana quería recuperar varias viviendas de la Deutsche Wohnen.
El grupo inmobiliario explicó a la AFP que está "abierto" a la cesión de una parte de su parque de viviendas a cambio de compensación. Pero señaló también que la operación "saldrá muy cara al contribuyente", en un momento en que las cajas de Berlín están vacías.
La alcaldía no quiere decir cuántas viviendas podría recuperar para gestión directa. Pero una petición lanzada el año pasado acumula cada día más firmas para exigir la expropiación de los grupos inmobiliarios con más de 3.000 viviendas en la capital.
Según la ley local, si el texto recauda 20.000 firmas, entrará en una nueva fase en la que deberá ser firmado 170.000 veces en cuatro meses para convocar un "referéndum de iniciativa popular" sobre esa cuestión.
Alza de los precios
En la clase política local, la extrema izquierda apoya la idea, pero los socialdemócratas consideran que esta gran expropiación solo puede ser una medida de último recurso. La oposición y las federaciones patronales denuncian por su parte un populismo y una violación de la propiedad privada.
Según un sondeo realizado por el diario berlinés Der Tagesspiegel, 54,8% de los berlineses son favorables a una ley sobre esta cuestión, mientras que 34,3% se oponen.
A pesar de ser la capital de Alemania y una de las ciudades más vibrantes de Europa, Berlín había permanecido con alquileres tradicionalmente baratos. Sin embargo, es la ciudad en la que los precios inmobiliarios más aumentan en la actualidad, con un incremento de 20,5% entre 2016 y 2017, según la consultora británica Knight Fox.
El flujo de cientos de miles de personas llegadas de otros puntos de Alemania o de Europa, con ingresos superiores a la media en Berlín, que al igual que los estados de la ex RDA registra niveles de riqueza inferiores a a su vecinos occidentales, permite a los propietarios seguir encontrando inquilinos.
Diversidad social
Los habitantes de la Karl Marx Allee están decididos a luchar por sus apartamentos de arquitectura soviética y, también, por un modelo de sociedad.
"Vengo de la RDA [la extinta República Democrática Alemana] y en estos inmuebles veo el símbolo de las cosas positivas de ese régimen, la seguridad de la vivienda a precios bajos", defiende Anja Köhler, en una muestra del fenómeno que en el país se ha dado por llamar "Ostalgie" (mezcla de "Ost", este en alemán, y "nostalgie", nostalgia), la celebración del pasado comunista por parte de quienes se criaron en el régimen de la RDA y también por jóvenes residentes en la zonas más postergadas de Alemania.
Con carteles como "Kommerzallee" ('avenida del comercio') o "Capitalismo fuera", la Karl Marx-Allee se tiñó de rojo por primera vez desde la caída del Muro, en 1989, y el fin de los desfiles militares de la antigua República Democrática de Alemania (RDA).
"Nuestro objetivo, más allá de nuestro destino, es recordar a esta ciudad y a sus políticos sus deberes sociales", explica Radostina Filipowa, técnica de laboratorio de 46 años.
En su opinión, la reciente movilización mostró "la mezcla de personas jóvenes y ancianas, de familias y de colores" en esta conocida avenida, una diversidad que se volvió "una rareza con el desarrollo de la gentrificación".
La avenida Karl Marx fue construida entre 1952 y 1960 por el gobierno de la RDA, poco años después de la fundación del estado comunista en el este de Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En un guiño a su aliados en la Unión Soviética, la vía se llamó Avenida Stalin hasta 1961, cuando en medio de un proceso de "desestalinización" originado en Moscú se cambió su nombre al que aún conserva.
Fue pensada como un bulevar vistoso bordeado de edificios de departamentos para albergar a trabajadores, además de restaurantes, comercios y hoteles. En la práctica, se convirtió en uno de lo sectores más exclusivos de la ciudad y para acceder a los departamentos se requería de muy buenas relaciones con el partido comunista.
También, fue escenario de la la revuelta de 1953 y luego espacio predilecto de las fuerzas armadas de la RDA para sus desfiles militares, antes de que todo cambiara con la caída del muro y la reunificación de Alemania.
Con información de AFP – Daphne Rousseau
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