El movimiento de los "chalecos amarillos" nació en pocas semanas al margen de los sindicatos y los partidos políticos. Su detonante: el alza de los precios de los carburantes.
Su nombre hace referencia a las prendas fosforescentes que debe utilizar todo automovilista en Francia en caso de incidente en una carretera para tener mayor visibilidad.
Respaldado principalmente por la gente que vive en la periferia, provincias o zonas rurales, se ha convertido en un movimiento más amplio contra la política tributaria del gobierno, que muchos consideran que favorece a los más ricos.
"El movimiento de los chalecos amarillos emerge en un momento en el que el sentimiento de injusticia fiscal es particularmente fuerte", explica Alexis Spire, director de investigación del CNRS a la AFP.
"No se está cuestionando el impuesto en si, sino la idea de que no está siendo repartido equitativamente", añade Alexis Spire.
El sábado 17 de noviembre, en el primer día de acción nacional convocado por los "chalecos amarillos", unas 300.000 personas participaron en protestas en todo el país, con un balance de dos muertos y más de 600 heridos.
Las protestas esporádicas continuaron a lo largo de la semana, con bloqueos de carreteras y de depósitos de combustibles.
El sábado pasado solo participaron un poco más de 100.000 personas en manifestaciones en toda Francia, 8.000 de ellas en París.
La atención se focalizó en la capital francesa, en donde se produjeron disturbios entre manifestantes y la policía en la famosa avenida de los Campos Elíseos, con un saldo de 103 detenidos.
Por ahora, los "chalecos amarillos" gozan de un amplio apoyo público. Un sondeo realizado la semana pasada mostró que alrededor del 70% de los encuestados consideraba justificadas las protestas.
Pero la caída de la participación en las manifestaciones sugiere que el movimiento de los "chalecos amarillos" esta decayendo.
"Pero lo que hizo que aflorara el movimiento -el rechazo a la política de Macron- no desaparecerá tan fácilmente", comentó Jérôme Sainte-Marie para la AFP.
Además de protestar contra el alza de los carburantes, las reivindicaciones de los "chalecos amarillos" son diversas. Algunos reclaman que se restablezca un impuesto a los más ricos, otros, medidas para aumentar el poder adquisitivo y los más radicales piden la renuncia de Macron.
Pese a que según los sondeos la mayoría de los franceses apoya el movimiento, Emmanuel Macron anunció el martes que no renunciará a subir esta tasa frente a la "alarma medioambiental".
"Fin del mundo o fin del mes, debemos tratar los dos" temas, señaló el mandatario francés, haciendo hincapié en la necesidad de conciliar las exigencias sociales y la urgencia medioambiental.
No obstante, el presidente francés anunció que el impuesto a la gasolina y el diésel será adaptado en función de las fluctuaciones del precio del barril del petróleo.
Concretamente, si el precio sube, el gobierno podría decidir suspender o reducir este incremento. Pero por el momento se mantiene como planeado y entrará en vigor el 1 de enero de 2019.
Anunció también una "gran consulta" sobre "la transición ecológica y social", un paquete de medidas para alentar a los franceses a adoptar modos de vida y de transporte menos contaminantes, con la que justifica el alza de los combustibles.
El mandatario pidió a su ministro de Transición Ecológica, François de Rugy, que reciba a miembros de los "chalecos amarillos" el martes por la tarde en el Elíseo.
(Fotos: REUTERS y AFP – Texto: AFP)