Postales de Corea del Norte: viaje vigilado a la tierra de los Kim
06 Oct, 2018 01:43 p.m. EST
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Fotografías del libro "En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista", de Florencia Grieco, publicado por editorial Debate (octubre 2018).
La historia de Corea del Norte coincide con las biografías de sus líderes; no existe una sin las otras. El país nació oficialmente en 1948 con Kim Il Sung a la cabeza; desplegó los primeros esbozos de personalismo en los años sesenta, una vez recuperado de los estragos de la guerra contra Estados Unidos, Corea del Sur y sus aliados, y alcanzó niveles histéricos de veneración por la familia gobernante en los setenta, cuando el gobierno se convirtió en dinastía. En los carteles se lee: “¡Viva nuestro Camarada Kim Jong Un, gran líder de nuestro pueblo!” (izq.) “¡Seguimos lealmente la orden de nuestro Brillante Camarada Kim Jong Un!” (der.)
Llegué a Pyongyang desde Pekín en un viaje en tren que duró un día entero. Poco después de atravesar la frontera, el tren aminoró la velocidad y se detuvo en una estación que podría haber pasado perfectamente por un hotel rural o un hospital pequeño. Entonces di un salto, corrí hasta una de las ventanillas del pasillo y filmé mi primer video norcoreano en cámara lenta. Los retratos de los Kim sonreían desde la entrada; era oficial, estábamos en Corea del Norte. En los carteles se lee: “¡Viva nuestro gran líder Kim Jong Un!” (izq.) “¡Viva el glorioso Partido de los Trabajadores!” (der.)
Hace seis décadas, Kim Il Sung, fundador de Corea del Norte y abuelo del líder actual, rediseñó el país mediante una distribución geográfica de los ciudadanos de acuerdo con su lealtad: a principios de los años sesenta, unos setenta mil norcoreanos «hostiles» habían sido forzados a mudarse a las regiones montañosas del norte del país mientras que en Pyongyang, la ciudad de colores inverosímiles, ya residían únicamente las familias más leales al régimen
Las estatuas de bronce de veinte metros, fabricadas por el estudio oficial de arte Mansudae y emplazadas en una de las colinas principales de Pyongyang, muestran la mejor cara de los líderes muertos. No dan indicios del tumor en la nuca de Kim Il Sung, que creció hasta alcanzar el tamaño de una pelota de tenis y le provocó la muerte en 1994, a los ochenta y dos años, y exhiben a un Kim Jong Il con una altura y una bonhomía que no conoció en vida
“La imagen del líder debe estar siempre en el centro del espacio arquitectónico”, sentenció Kim Jong Il en su tratado Sobre la arquitectura, “porque al ser visible en todo momento y desde cualquier lugar, los ciudadanos nunca olvidarán que son felices en el abrazo del líder”. Kim Jong Il asumió el poder en el “reino ermitaño” en 1994, luego de la muerte de su padre, Kim Il Sung, fundador y líder del país desde 1948. Lo hizo al mismo tiempo que Corea del Norte inauguraba su época más dramática, atravesada por una hambruna masiva que provocaría, hacia finales de la década del noventa, la muerte de casi un millón de norcoreanos
Todos los ciudadanos norcoreanos mayores de dice años deben llevar prendidos sobre el lado izquierdo del pecho los retratos de sus líderes: el pin redondo sobre fondo blanco o rojo que encierra el retrato de Kim Il Sung o Kim Jong Il, o bien el prendedor con forma de bandera ondeante, con ambos líderes sonriendo sobre un horizonte rojo sangre. Este último es el modelo más moderno, codiciado y exclusivo
Los retratos de Kim Il Sung (izq.) y Kim Jong Il (der.) dominan la plaza central de Pyongyang. Cuando llegué por primera vez a la ciudad, era el año 104. La noche anterior, al salir de Pekín, el almanaque chino decía “2015”, pero esa convención no tenía valor al otro lado de la frontera. Allí marcaba el paso de los días el calendario Juche, una creación plenamente norcoreana que fija el inicio de los tiempos en 1912, el año en que nació Kim Il Sung, “Presidente Eterno” de Corea del Norte aun después de su muerte
En la Gran Casa de Estudios del Pueblo, que oficia de biblioteca central de Pyongyang y es uno de los pocos edificios públicos en los que un extranjero puede ver las computadoras con acceso a la intranet norcoreana aunque no pueda usarlas, tomamos el ascensor de madera hasta el segundo piso, donde estaba la sala de lectura, una habitación presidida, como todas en aquel lugar, por los retratos de los dos Kim
Pyongyang creció como una ciudad donde los líderes están siempre a la vista en el centro del espacio arquitectónico, tal como sentenció Kim Jong Il, pero también están en los rincones: en todas las oficinas, en las aulas de las escuelas, en los vagones de subte y de tren, en las entradas de los principales edificios públicos y en todos los hogares del país hay retratos oficiales de los dos Kim
Dos hombres leen en vitrina el periódico oficial, Rodong Sinmun, con Kim Jong Un en la portada. Desde que llegó al poder, el tercer Kim se transformó en una reencarnación moderna de su abuelo y aumentó de peso para acentuar su parecido natural hasta encarnar el nuevo ideal masculino de éxito: la gordura. Aunque ya no hay hambrunas en Corea del Norte, la mala nutrición sigue siendo generalizada en el interior y la prosperidad se mide, también, en kilos
El subterráneo de Pyongyang, construido con ayuda soviética, fue proyectado con una dosis combinada de fervor comunista y de exuberancia decorativa, y de modo que inspirasen a la clase obrera, las estaciones recibieron nombres bravíos, que no remiten a la geografía de la ciudad, sino a una entidad más relevante, la patria. En la estación Kaeson (Triunfo) de la línea 1 del subterráneo de Pyongyang, que celebra la independencia coreana de Japón en 1945, el mural reza: “Viva nuestro extraordinariamente inteligente General Kim Il Sung”
Durante más de veinte años, el subterráneo fue prácticamente un secreto de Estado para cualquier visitante del exterior. Hubo que esperar a septiembre de 2015 para que el gobierno de Kim Jong Un autorizara el acceso de los extranjeros a toda la red. Yo estaba en ese grupo inaugural; la apertura total del subterráneo secreto era la razón por la que había elegido ese momento y no otro para viajar a Pyongyang
El monumento al Partido de los Trabajadores de Corea representa los tres pilares del país: campesinos, militares e intelectuales. Envueltos en la bandera rojo sangre del Partido yacen en el Palacio del Sol de Kumsusan, el mausoleo de Pyongyang, los cuerpos embalsamados de Kim Il Sung y Kim Jong Il, exhibidos a los visitantes en sus impolutos sarcófagos de vidrio. Allí, las fotos están prohibidas: los extranjeros que viajamos al país podemos ver más de lo que esperamos, pero no siempre podemos documentarlo
Los teléfonos celulares llegaron a Corea del Norte hace diez años aunque la modernidad que llevaron al país es relativa. Sirven para hacer llamadas locales y nacionales, para que los adultos intercambien mensajes de texto, para que los niños se entretengan con videojuegos de diseño nacional, y para nada más: no tienen acceso al mundo exterior ni se conectan a Internet, un servicio que está disponible exclusivamente para los altos funcionarios del gobierno de Kim y el puñado de extranjeros que trabajan en el país
Los puestos callejeros, privados, florecen en Pyongyang. A diferencia de su padre, Kim Jong Un optó por administrar en sus propios términos esas incipientes relaciones de mercado que surgieron en Corea del Norte en los últimos quince años: apenas seis meses después de llegar al poder a fines de 2011, puso en marcha las primeras reformas y acuñó una política para los nuevos tiempos que corren: los años de Kim Jong Un son la era del “byungjin”: un cóctel hecho de desarrollo económico y poder nuclear en partes iguales
Cuando llegamos con nuestro micro turístico a media mañana, un grupo de trabajadores ingresaba para cumplir su turno en la planta de fertilizantes de la ciudad de Hamhung, cerca del Mar del Este. No parecían cautivados, como nosotros, por el enfático cartel rojo a sus espaldas, donde se leía: “¡Debemos defender el Comité del Partido que acompaña a nuestro Gran Camarada, Kim Jong Un!”
La educación musical de los niños en el “reino ermitaño” se parece demasiado al entrenamiento militar: es obligatoria, rigurosa, con ensayos metódicos y exhibiciones programadas. Ya desde el jardín de infantes, los pequeños norcoreanos toman clases especiales en las salas de estudio de la vida del “Gran Líder” Kim Il Sung. Ahí es donde aprenden a recitar canciones de alabanza y a memorizar detalles de esa vida ilustre
Al otro lado de las puertas metálicas del hotel Chongchon, en el interior de Corea del Norte, nos esperaban las efigies de Kim Il Sung, vestido con su traje gris de rutina, y Kim Jong Il, con su uniforme amarronado engañosamente militar, sonriendo desde un mural atornillado en la pared principal de la recepción. Las azaleas que rodeaban a los líderes y perfumaban la hora del té se reflejaban en el piso de cerámicos brillantes como en un estanque. No eran las únicas flores que gustaban a los líderes. La orquídea púrpura y la begonia roja son las más famosas y adoradas de Corea del Norte, donde se conocen con los nombres botánicos personalísimos de Kimilsungia y Kimjongilia: la flor de Kim Il Sung, la flor de Kim Jong Il
Fotos: Florencia Grieco – Instagram y Twitter: @flowergrieco