La sangrienta ceremonia marca el inicio del sagrado Día de Ashura, el cual conmemora la fecha en que murió el Imán Hussein, el nieto del profeta Mahoma. Pero no es un ritual cualquiera. No. Implica sangre, lágrimas, dolor. Sin esos componentes, no hay ofrenda válida.
Los actos forman parte de la tradición musulmana chiita. Las fotos que ilustran esta nota fueron tomadas por la agencia francesa AFP en Pakistán, y reflejan la brutalidad con que se toman la religión en aquellas latitudes.
Ashura forma parte de uno de los días más sagrados para los chiitas, y lo demuestran de forma extrema. A los niños los obligan a caminar sobre brasas. Sus rostros muestran el impactante dolor por el que deben atravesar.
Los adultos eligen otros caminos de flagelación. Se azotan con látigos con múltiples puntas, muchas de las cuales son hojas de navajas bien filosas que cortan su carne. Se golpean sus espaldas, mayormente, pero algunos van más allá y eligen sus rostros como blancos.
La sangre cubre los cuerpos de los islámicos que atraviesan estos rituales extremos. El dolor, de acuerdo con la tradición musulmana chiita para estas fechas, permite la limpieza del alma.
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